Salvar la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos no ha sido, ni mucho menos, fácil para Tokio. Tras un año de espera, con una pandemia de por medio, este viernes se encendió el pebetero olímpico en mitad del estadio situado en el distrito de Shinjuku. Fue la tenista japonesa Naomi Osaka la encargada del encendido y de poner el broche final a una gala que duró casi cuatro horas y se quedó un punto por debajo de otras anteriores.
Para la ceremonia de apertura de Tokio 2020 se apostó por una fórmula tradicional, huyendo del sentimiento de celebración por el momento que atraviesa la humanidad por el coronavirus. Sin público (solo apenas 950 vips, entre ellos el emperador Narahito), con gran parte de los espectáculos respetando el distanciamiento social y algunas partes filmadas de antemano, la ceremonia fue una de las más sobrias que se recuerda.
No hubo humor ni tampoco grandes performances. Todo arrancó con sólo dos de los artistas en el escenario, que era el estadio olímpico. Uno sobre una cinta de correr y otro sobre una bicicleta estática simbolizando el aislamiento por el que deportistas y todo el mundo ha pasado por el confinamiento. Hubo recuerdo a las víctimas de la pandemia y se agradeció el trabajo de los sanitarios que han peleado en primera línea.
En las actuaciones también se rindió homenaje a los trabajadores mientras unos carpinteros 'fabricaban' los aros olímpicos en una madera simbólica, sacada de árboles nacidos de semillas que en 1964, en los anteriores Juegos de Tokio, fueron recogidas por varios deportistas que participaron en aquella cita.
El desfile de los 205 comités olímpicos vino después y se hizo pesado. El virus hizo menos colorido el pase de las delegaciones. Algunas de ellas aparecieron con sus dos abanderados (un hombre y una mujer para reivindicar la igualdad, la mejor nota de la ceremonia) y poco más, en otras, como en Gran Bretaña, apenas participaron una veintena de miembros cuando su cupo de deportistas llega al medio millar.
Cuando Japón cerró el recorrido se volvió a observar el vacío de esta ceremonia, que en el centro del estadio se reflejaba con el reducido tamaño de la mayoría de las delegaciones. Apenas cinco miembros no deportistas de cada delegación podían participar en el desfile. Y pese a ser menos, el 'paseo' se hizo lento y pesado.
La segunda parte de la ceremonia, tras el desfile, cogió algo más de ritmo. Empezó a sonar Imagine de John Lennon y entonces 1.824 drones volaron sobre el estadio olímpico para formar el emblema de los Juegos de Tokio, primero, y luego un impresionante globo terráqueo. La sorpresa fue escuchar a artistas como John Legend, Keith Urban o nuestro Alejandro Sanz entonar la canción, pero no en directo.
Londres 2012 y Río 2016
Quizás la situación no lo pedía, pero las comparaciones con las últimas ceremonias de apertura, siendo Londres 2012 y Río 2016 las dos citas más recientes, dejan con poco sabor la de Tokio 2020.
Por ejemplo, Londres 2012 contó con una gran parafernalia con espectáculos como el de la Revolución Industrial, notas humorísticas como la interpretación del mítico personaje Mr. Bean o secuencias grabadas que levantaron a más de uno del sillón como el viaje en helicóptero de la Reina Isabel II escoltada por James Bond o David Beckham conduciendo una lancha a motor por el río Támesis.
En Río 2016 fueron los colores de las luces y la música los protagonistas haciendo las delicias de los espectadores. Todo fue enfocado hacia la excitación de los sentidos en base a la cultura del país sede. Hubo parkour, grandes representaciones y, sobre todo, mucha, pero mucha, samba.
Pero la gran diferencia entre la ceremonia de Tokio 2020 y sus dos predecesoras estuvo en las gradas. Ese vacío no se hubiera llenado con ningún gran espectáculo y así se evidenció en el momento cumbre con los casi 2.000 drones haciendo formas espectaculares en los cielos o el encedido del pebetero con la llama en manos de la ídolo nacional Naomi Osaka. No hubo vitoreos ni aplausos. En definitiva, no hubo calor. Al menos se pudo dar el pistoletazo de salida a unos Juegos que han peligrado y mucho.