Gayo Plinio Segundo, más conocido como Plinio el Viejo, nació entre el año 23 y 24 después de Cristo. Perteneciente a una familia de la nobleza menor romana, la ecuestre, dedicó toda su vida a recoger y escribir acerca del mundo. Su Historia Natural, con más de 20.000 entradas que versan sobre biología, filosofía o historia, constituye uno de los compendios de saberes de la Antigüedad más importantes de la historia.
Nacido en Como, al norte de la península itálica, su vida estuvo marcada por el servicio militar que le transportaría por las fronteras del Imperio romano. Su insaciable curiosidad le llevaría a observar atentamente cada fenómeno o hallazgo en la naturaleza; recopilar la historia del mundo antiguo o profetizar sobre su propio tiempo y la dirección que sus compatriotas tomaban.
Los tiempos de Plinio fueron algunos de los más difíciles para un Imperio que vio en un espacio de pocas décadas el fin de la dinastía Julio-Claudia con la muerte de Nerón, la persecución de los cristianos o la explosión del Vesubio. Fue precisamente durante esta última donde perdió la vida uno de los hombres más interesantes de la historia de Roma.
Ahora la historiadora Daisy Dunn presenta Bajo la sombra del Vesubio (Siruela), una celebración la vida y tiempo de Plinio el Viejo. Arrojando luz sobre quién fue, cómo vivió y sobre todo qué legado e impronta dejó el escritor. Una huella que marcó a su sobrino, Plinio El Joven, quien continuaría el trabajo empezado por su tío y expandiría aún más la leyenda de Plinio.
Plinio el asceta
Si bien Plinio el Viejo llegó a atesorar a lo largo de su vida gran cantidad de villas y fama por todo el Imperio, su vida siempre resultó austera. Ávido escritor nocturno, se retiraba hasta sus aposentos más humildes para escribir de noche. Su máxima estaba envuelta en el latinismo "vita vigilia est" o "vivir es estar despierto". Un hábito que le llevaba a acompasar su frenético ritmo de escritura con las estaciones del año. Aprovechando los meses más fríos para pasar las noches en vela.
Plinio observó con preocupación el esparcimiento de su pueblo; el aumento del gusto por la riqueza y la ostentación romana; y la llegada de nuevos lujos a los puertos del Imperio. Algo que a ojos del escritor suponían el principio del fin: "Derrotando a otros nos hemos derrotado a nosotros mismos", profetizaría sobre el declive de su pueblo.
Esta preocupación por la "globalización" del Imperio empezó a manifestarse para el escritor con la vuelta de Lucio Cornelio Escipión de sus campañas en Asia Menor en el 189 antes de Cristo. El regreso del cónsul a Roma se vio marcado por suntuosos desfiles en los que las estatuas de bronce y otros tesoros fueron paseados por las calles de la ciudad, aumentando el apetito de las clases dominantes.
El perfume, así como el marisco u otros manjares y dádivas ajenas al comercio romano empezaron a ser cada vez más habituales y codiciadas en Roma. Plinio censuraba el consumo de marisco y dejó cuantiosas indicaciones acerca de remedios naturales que podían combatir el "veneno del mar".
El Vesubio
En el año 79 después de Cristo, dos grandes eventos conmovieron la vida del Imperio: Por un lado la muerte de Vespasiano y el ascenso de Tito al poder. Un nuevo tiempo en la agitada vida política de Roma, que todavía se sobreponía de una guerra civil y cuatro emperadores solo en la última década. El segundo fue la erupción del monte Vesubio y la desaparición de todo cuanto estaba a sus pies.
El monte había sido estudiado con anterioridad por Plinio, quien en los anales de sus investigaciones no había registrado actividad volcánica alguna. Lo que se creía que era un apacible monte, rodeado de tierras fértiles dedicadas al cultivo, se transformó en cuestión de horas en un infierno de ceniza y lava que cubrió el cielo y la tierra.
La enorme columna de humo advirtió al escritor, quien por deformación profesional, decidió tomar un barco para poder estudiar de cerca la erupción. Este amor por el estudio de la naturaleza y sus efectos se acabaría convirtiendo en una trampa mortal. A medida que la flota atravesaba la bahía de Nápoles, el viento y el fuego que emanaba de la montaña iba haciendo cada vez más difícil la travesía. Algo que no impidió que el escritor tomase notas durante todo el trayecto.
Al atracar, la noche cayó sobre Herculano, Plinio decidió pasar la noche en una villa de Estabia, a seis kilómetros de Pompeya. Desde allí podían observar los incendios que manchaban las faldas de la montaña ya oscurecida. El escritor intentó tranquilizar al resto de la comitiva señalando que se trataba de hogueras abandonadas por los campesinos que habitaban la ladera.
En mitad de la noche la lluvia de piedra pómez y la densa nube de humo ya habían alcanzado la costa. Plinio que en ese momento era un hombre corpulento de 55 años con una débil tráquea no pudo aguantar el envite del calor y la ceniza. Para cuando los esclavos le despertaron, alarmados por la dificultosa respiración del escritor, e intentaron poner tierra de por medio, ya era demasiado tarde. Plinio moriría intentando escapar de la brutal erupción.
Restos de la comitiva
En los años 80, los arqueólogos de Herculano desenterraron de una de las playas los restos mortales de un hombre vestido de uniforme con la cabeza enterrada en la arena. Casi 40 años más tarde, los arqueólogos señalan que podría tratarse de uno de los soldados de la comitiva de Plinio.
El director del yacimiento, Francesco Sirano, indicó a principios del mes de mayo que junto con el esqueleto se encontró una mochila con herramientas de carpintería, así como una daga bellamente decorada y una bolsa con una considerable suma de dinero. Estos indicios hacen creer a los expertos que los restos podrían pertenecer a un oficial de la flota enviada por el escritor.
Al no existir indicios ni documentación de guarniciones romanas en la zona del Vesubio, todo apunta a que se trata de un cuerpo de expedición, enviado a la zona durante la erupción, con el objetivo de salvar a los supervivientes. Los aperos de carpintería que portaba señalan que podría tratarse de un "Faber navalis", un ingeniero altamente especializado dentro de los barcos de guerra romanos.
Tío y sobrino
El sobrino de Plinio logró huir de Herculano, y es precisamente de su propia pluma de la que se conserva crónica de lo que ocurrió durante la catástrofe. Impactado por la muerte de su tío e inspirado por su figura, adoptó su nombre para seguir escribiendo y manteniendo una crónica de la sabiduría del Imperio.
Con la llegada de la Edad Media, los textos de ambos se mezclaron dando lugar a una amalgama de ambos Plinios que muchos años más tarde serían debidamente separados y estudiados como autores diferenciados.
Plinio el Joven, como sería conocido a partir de entonces, hizo carrera política y jurídica en Roma. En el año 80 después de Cristo, tan solo un año después de la muerte de su tío, consigue ingresar en el tribunal de los centuviros, compuesto por 150 hombres que trataban la jurisprudencia civil del Imperio. Allí será conocido por su excelente retórica.
El único discurso que se ha podido conservar hasta la Edad Moderna es a su vez uno de los más celebrados, el Panegyricus. Este extensísimo discurso en honor del emperador Trajano, pronunciado el 1 de septiembre del año 100 después de Cristo, gira alrededor de las victorias y logros del emperador. Descrito como "optimus princeps" o "el mejor de los príncipes", el texto brilla no solo por su valor histórico, sino como una muestra de la retórica política romana.
Un hombre del pueblo
Hombre de muchos saberes, Plinio el Joven no alcanzó el estatus de su tío, pero sí dio muestras de una sensibilidad y preocupación dignas del escritor. Preocupado por el estado de la educación de los jóvenes romanos tras su paso por los centuviros, decidió invertir parte su extensa fortuna a la creación de una institución de enseñanza en su Como natal.
A su encuentro con un joven que debía recorrer varios kilómetros hasta llegar a la escuela de Mediolanum, en la actual Milan, Plinio dedicó 500.000 sestercios en la educación de 150 niños y niñas nacidos libres en Como. Esta suma sirvió para llevar a la ciudad a un nuevo y reputado grammaticus, el profesor Publio Atilio Septiciano.
Este acto de filantropía solo abrió aún más el apetito de Plinio que más tarde se encargaría de financiar de su propio bolsillo la Biblioteca de Como. De la construcción aún se conservan los pilares así como los ricos adornos en mármoles exquisitamente esculpidos con motivos mitológicos y relacionados con la educación.
Escéptico, al igual que su tío, con la costumbre del retrato en Roma, del cual temían que "no sobreviviera el parecido de nadie". La más fiel representación de la impronta de Plinio el Joven está en aquello que legó a su pueblo: la sabiduría.
La sombra del Vesubio
Daisy Dunn retrata en Bajo la sombra del Vesubio el tiempo y vida de dos figuras fundamentales para entender la historia de Roma. Dibuja un bello tapiz donde se entremezcla el legado histórico de ambos Plinios a través de Francis Bacon, Charles Dickens o Jonathan Swift, con las vicisitudes de quienes vivieron un tiempo convulso y apasionante; de erupciones magmáticas y políticas; de victorias honrosas y pérdidas irreparables.
Hijo y víctima de su propio tiempo, el legado de Plinio el Viejo no solo sirvió para inspirar a su sobrino, sino a hombres y mujeres de todas las épocas que vieron en el trabajo de ambos escritores una fuente de inspiración humana, de saciar una sed de conocimiento que nos define como seres humanos. Y que como señalaba el propio Plinio el Joven en una de sus cartas a Tácito: "Afortunados los dioses que han concedido el donde hacer aquellas cosas que merecen ponerse por escrito".