Actualmente, República y Francia parecen dos conceptos inherentes. No siempre fue así. Hasta que Luis XVI fuera guillotinado en plena Revolución, el país galo había gozado de una fuerte tradición monárquica -había incluso sido el precursor del absolutismo-. A partir de aquella ejecución en enero de 1793, se produjeron varios intentos de Restauración monárquica, pero Francia ya no era la misma.
En este sentido, sucedió una anomalía difícil de repetirse en cualquier país donde todavía impera la corona. En 1830, los sueños revolucionarios eran cosa del pasado y el poder de Napoleón se había disipado. Se regresaba así a un anacronismo que no tardaría en volver a desaparecer: los Borbones regresaron a Francia. Sin embargo, no fue ese el insólito episodio, sino la cantidad de monarcas que se sucedieron en tan poco tiempo. Desde julio hasta agosto de 1830, Francia tuvo dos meses únicos en su historia con la sucesión en el trono de Carlos X, Luis XIX, Enrique V y Luis Felipe.
Este acontecimiento, a menudo caído en el olvido, lo ha recuperado el escritor y alto funcionario francés Camille Pascal en su reciente libro, El verano de los Cuatro Reyes (Larrad Ediciones). A través de su pluma, el autor nos sumerge en esta novela que narra con precisión los últimos días de un Carlos X que se quedaba sin apoyos.
"Francia esperaba su liberación. Por fin había llegado el momento de acabar con todos los charlatanes, gritones y bribones que afirmaban dirigirla y que, durante casi un cuarto de siglo, no habían hecho más que llevarla al matadero". Al menos, eso pensaba el monarca.
No obstante, sus pretensiones ultraconservadoras y cercanas al absolutismo distaban de una sociedad que defendía una mayor división de poderes. Poco a poco, el descontento social se incrementó y las calles hablaron. "¡Abajo los Borbones!", gritaba la muchedumbre en los jardines del Palais-Royal.
Los disturbios, las barricadas y la intransigencia de Carlos condenaron su linaje. Para el mes de julio, Carlos era un cadáver dinástico. Había llegado a ordenar abrir fuego contra su propio pueblo y, en lugar de salir victorioso, se vio obligado a retroceder posiciones.
¿Qué nuevo rey?
La Cámara de Diputados se reunió el 30 de julio para dilucidar el futuro de la Corona. Decidieron que lo mejor para Francia era apartar a Carlos X e invitaron a Luis Felipe de Orleans, hijo de Felipe Igualdad, y partidario de la causa liberal y burguesa, a sustituirle.
"La insurrección había expulsado a Carlos X sin ninguna esperanza de retorno, los altos bancos y el cuerpo diplomático no querían oír hablar de una república", explica Camille Pascal. "Todo el mundo exigía libertad, pero buscaba la aventura y solo el duque de Orleans podría reconciliar a todo el mundo", añade.
Luis Felipe era descendiente de Luis XVI, pero Carlos tenía otros planes para la corona. Sin apoyos y con el fantasma de la guillotina acechándole, Carlos X terminó por abdicar en su hijo Luis Antonio de Francia, quien sería Luis XIX, el 2 de agosto. El escritor recrea estos momentos de tensión vividos en la familia, donde Luis apenas pudo reinar puesto que fue obligado a firmar inmediatamente la segunda abdicación del día en Enrique de Artois, quien sería Enrique V de Francia.
París aclamaba a Luis Felipe de Orleans. Los Borbones estaban acabados en Francia. El regreso de los Orleans tampoco perduró en el tiempo. Luis Felipe reinó Francia desde 1830 hasta 1848. A partir de entonces, Francia dio inició a una nueva república.
Esta serie de abdicaciones crearon un sinfín de minorías que defendían a distintos aspirantes. Más allá de los orleanistas, los carlistas franceses rechazaban la abdicación del último Borbón, así como otros se denominaron enriquistas, apoyando a Enrique V. Casi dos siglos más tarde, Francia se erige como una república y donde la monarquía no es sino una ilusión irrealizable.