Cada mes desembarcan en las librerías numerosas novedades editoriales vertebradas por el mismo tema: la Guerra Civil española. Desde hace varios años se registra un boom literario sobre la contienda y sus consecuencias, con ensayos y novelas a tutiplén escoltadas por memorias, recopilaciones de artículos o volúmenes de fotografía. Es un género en sí mismo, inagotable, que siempre encuentra jugosas historias para seguir exprimiendo y que en los últimos meses ha arrojado ficciones como la Línea de fuego (Alfaguara) de Arturo Pérez-Reverte o reveladoras investigaciones como la de Francisco J. Leira sobre los soldados de Franco.
Encontrar un enfoque inédito, especialmente en una obra de divulgación, puede parecer una utopía teniendo en cuenta el contexto de sobrepublicación, pero eso es lo que milagrosamente logra 30 paisajes de la Guerra Civil (Larousse). Resulta un libro difícil de definir: no es simplemente una historia cronológica de los hechos; tampoco una recopilación de las principales batallas y personajes ni una propuesta que presuma de dar a conocer supuestas cosas que nunca nos habían contado. Más bien se trata de una síntesis textual y gráfica de los momentos decisivos en su desarrollo y en su recuerdo posterior, en su memoria.
"Es un libro interactivo, que te entra por los ojos y pretende facilitar el acceso a la información sobre la Guerra Civil", explica el escritor y periodista Alberto de Frutos Dávalos, coautor de la obra junto al historiador Eladio Romero García. ¿Una nueva enciclopedia sobre la contienda? "Es una enciclopedia en un tomo, con una intención global de tocar las batallas y los acontecimiento más significativos, pero que deja voluntariamente muchas cosas en el tintero. Este un proceso más selectivo, no tan totalizador", añade.
Como bien se deduce del título, la obra ilustra con centenares de imágenes —muchas de ellas inéditas procedentes de diversos archivos— y mapas una treintena de episodios que marcaron el devenir de la contienda: el estallido de la sublevación en Melilla y en otras ciudades como A Coruña o Sevilla, las batallas de Brunete, Belchite o del Ebro, la fuga de republicanos del fuerte de San Cristóbal (Pamplona), los bombardeos sobre Madrid, el motín en el cantón de Cartagena, etcétera.
Pero no habla simplemente de acontecimientos. "El concepto de paisaje quizá tenga un valor moral que va más allá de la localización. No solo representa lo que fue la batalla del Jarama o de Lopera, donde se detuvo la llamada 'ofensiva de la aceituna', sino lo que ha dejado como legado a las generaciones actuales. Se trata de un lugar simbólico más que geográfico", explica Alberto de Frutos.
Cada capítulo está dividido en cinco secciones. En "Qué, cuándo, dónde" se describe el episodio en sus causas, desarrollo y consecuencias; "Frente a frente" ubica sobre un mapa actual a doble página los hechos; "Fogonazos" se centra en las anécdotas, en la microhistoria y las biografías de algunos de sus protagonistas; "Evocaciones" recopila los testimonios periodísticos y populares del momento, así como las memorias, novelas o películas que generó el suceso a posteriori. El último apartado, "Memoria viva", el más novedoso, propone un diálogo de los vestigios de aquellos enfrentamientos con el presente.
"Sigue en cierto modo la línea de investigación de la arqueología de la memoria, de dar valor a la herencia de esos paisajes", desgrana De Frutos. "En Inglaterra o Francia te encuentras espacios sobre batallas muy cuidados. En España eso no existía hasta hace unos años y tenía un componente político muy evidente por la institución de turno. Además, aquí se ha tendido a echar un manto de olvido sobre la Guerra Civil. Pero no hay que tener miedo a la memoria, no hay que olvidar", dice señalando la importancia de dar a conocer lugares como el antiguo pueblo de Belchite, devastado por los efectos de las bombas y la artillería.
La selección de los treinta episodios responde a una cuestión más espacial que de otra índole. "Cincuenta hubiera sido un libro inmanejable", reconoce el coautor. "Nos hemos guiado por un criterio temporal, abordando el mayor número de paisajes desde 1936 a 1939; otro geográfico que tratase de tocar todos los puntos cardinales de la Península y las islas —hay un capítulo reservado a La Palma y otro a Menorca—; y luego un último criterio en el que primaba el hecho de que en ese sitio hubiera un enfrentamiento entre los dos bandos contendientes".
Uno de los temas que se ha decidido eludir "voluntariamente" es el de la represión. No aparecen los oscuros episodios de Paracuellos, Badajoz, Gernika o Argelès-sur-Mer. "Cuando hablamos sobre la guerra siempre evoco el título de la película La trinchera infinita: nos hemos acostumbrado cada uno a vivir en un bando. Puede aportar a la carnaza, suscitar polémica, pero a lo que es la historia de la Guerra Civil en sí poco puede añadir", cierra Alberto de Frutos. También han decidido no recurrir a fotografías sangrientas de cadáveres en el frente o en la retaguardia: "Lo que se cuenta ya asusta bastante como para incluir imágenes de niños con el cráneo roto".
30 paisajes de la Guerra Civil es un libro más sencillo de leer que de explicar en qué consiste exactamente. Su edición exquisita y el fabuloso material gráfico lo convierten en un auténtico volumen de coleccionista. Una obra, sin duda, de obligada presencia en la estantería de cualquier persona mínimamente interesada en la Guerra Civil. Además, gracias a la subsección "Otras miradas", se revela en una suerte de introducción al universo literario de la contienda con magníficas recomendaciones.