Javier Camarena (Xalapa, México, 1978) iba para ingeniero, intentó ser pianista, por el camino estudió canto sin intención de dedicarse a ello y ahora es uno de los tenores que se rifan los teatros de ópera de medio mundo. Tan solo sus actuaciones ya confirmadas para el año que viene incluyen dos óperas en el Metropolitan de Nueva York y otras en la Royal Opera House de Londres, la Ópera de París o el Liceu de Barcelona.
Camarena asegura que parte de su éxito se ha forjado en el Teatro Real, donde ha debutado en varios roles, entre ellos el Edgardo de Lucia de Lammermoor que se estrena este viernes y que estará en cartel hasta el 13 de julio. Fue en el mismo escenario en el que en 2014 triunfó con La hija del Regimiento, con la que hizo un bis, el segundo de la historia del teatro.
Camarena se piensa cada respuesta y habla con una gran suavidad, pero sobre las tablas puede ser arrollador. Asegura mirarse lo justito en el espejo de los grandes tenores, los "dioses del Olimpo", como el los llama, que han dejado en muchos casos grabaciones legendarias.
¿Por qué?
Siempre te encuentras con comparaciones. "Sí, este tenor está bien, pero Kraus... Está bien, pero Di Stefano…" Confieso que no escucho tanto a otros cantantes porque quiero interpretar mi propia versión sin copiar ni dejarme influenciar. En este repertorio, mis referencias obligadas son Kraus, Francisco Araiza, mi maestro, y Pavarotti. Pero en ninguno de esos casos encuentro el tipo de canto que yo busco en la partitura y que crea un universo totalmente diferente, con un peso dramático mayor [de repente, se pone a cantar para poner ejemplos de lo que ha escuchado en alguna versión y lo que quiere lograr]. Si trabajas eso, encuentras una atmósfera interpretativa y una variedad de colores vocales impresionante.
¿Cuánto tiempo se ha dedicado a preparar un rol como este, de una ópera tan icónica, que además no había cantado antes?
Ha sido un trabajo de años. Desde hace tres o cuatro, he incorporado en conciertos algunos fragmentos de los más representativos de la ópera. El rol completo lo trabajo desde septiembre. La parte más concienzuda es de los últimos tres meses. Un reto así requiere mucho análisis. De cada frase, de adónde va cada una, sobre qué digo y cómo lo quiero decir. Sólo después comienzo a practicarlo y a apuntar indicaciones. "Aquí contente", "aquí explota"... Al oírlo, parece que es muy fácil, pero el estudio es muy intenso. Desde hace un mes y medio trabajo con mi pianista y coach vocal.
Lucia de Lammermoor puede ser una ópera feminista, pero habla de una libertad desafortunada
¿Qué dice Lucia de Lammermoor, estrenada hace 183 años, a alguien hoy sobre la política, la familia, el amor o el papel de la mujer?
Visualmente, esta propuesta escénica está llena de contrastes violentos. Hay claroscuros muy fuertes, reflectores que te dan una luz súper intensa contra una oscuridad completa en otros. Lucía es un mártir y esta obra se basa en la sumisión o sometimiento de la mujer, privada de libertad. Esta ópera trata sobre una libertad muy desafortunada. Al final, Lucía se rebela, matando a su esposo, con el que la obligaron a casarse por motivos políticos. Termina volviéndose loca y perdiendo la vida. Edgardo también está sometido a muchos conflictos y termina liberándose por la mujer a la que ama. Estos sentimientos de amor y pasión son muy humanos. A pesar de lo complicada que pueda parecer la situación actual, la ópera nos recuerda que ha habido pasos muy significativos en cuanto al valor de la mujer y el respeto de la figura femenina que nos han permitido convertirnos en sociedades más civilizadas.
¿Puede ser hoy Lucia una ópera feminista, de liberación de la mujer o de afirmación de la libertad?
Sí, no es una libertad afortunada, pero es una ópera sobre alguien que quiere romper las convenciones sociales.
¿En qué momento de su carrera está? ¿Cómo elige sus papeles?
Tener una carrera longeva depende de uno mismo. Hay que ser humildes e inteligentes. Humildes para saber dónde estás y cuáles son tus posibilidades vocales reales e inteligente para saber decir "no" a algo que no puedas hacer porque no estés preparado. Depende completamente de uno. Estoy en un momento muy afortunado de mi carrera. Cuando te estás forjando un nombre a veces tienes que someterte a esfuerzos sobrehumanos de carga de trabajo, con cuatro funciones por semana, moviéndote de un lado a otro…
Eso es algo que los cantantes hace 30 años no hacían.
Y los que lo hacían y cantaban cada día una ópera muy distinta tenían carreras más cortas. Ganaban un pastón pero tres o cuatro años después ya habían dado todo lo que tenían. Hoy en día hay una cierta especialización en repertorio, que permite ir clasificando voces. Soy un privilegiado porque ya puedo elegir. Hace unos años decía que quería hacer roles más pesados y es lo que estoy haciendo ahora. Ya me siento capaz de afrontar estos roles técnica y emocionalmente. Y lo disfruto muchísimo. Quiero seguir en esta parte belcantista, explorando Bellini, Donizetti o Rossini, que por cierto es super saludable para la voz. Este repertorio me interesa más que las óperas bufas del comienzo de mi carrera, como el Barbero de Sevilla, La Italiana en Argel, El conde Ory. Me gustaría evolucionar hacia un repertorio más francés dentro de unos años.
"El cantante tiene que aprender a abrazar la soledad", ha dicho en referencia a los viajes, las ciudades extrañas, la distancia de la familia.
Muchos días, cuando me levanto, paso unos segundos y me pregunto… ¿dónde estoy? [ríe] La parte familiar hay que llevarla en total y absoluta complicidad. Tengo la suerte de tener una familia que me apoya y comprende esta parte. Simplemente están ahí y nos solidarizamos unos con otros. Cuando tenemos la oportunidad de estar juntos, estamos juntos completamente. Es bastante complicado y mis hijos están en el colegio, haciendo su camino, pero gracias a la tecnología todo es más fácil.
Los dioses del Olimpo de la ópera eran feos. Feos, gordos, chaparritos como yo [ríe]. Por una parte dicen que en ellos importaba su presencia y su voz que te conmovía por encima de todo y por otra, dicen de los de ahora que no son guapos
¿Cómo lleva esas otras exigencias de los cantantes, desde el físico al márketing personal?
Hay una parte muy contradictoria que me da mucha risa. Es casi una bipolaridad. Hay gente que te dice que ya no hay cantantes como antes y te mencionan a Beniamino Gigli, Enrico Caruso o Carlo Bergonzi, que son dioses del Olimpo de la ópera ¡Y eran feos! Feos, gordos, chaparritos como yo [ríe]. Por una parte dicen que en ellos importaba su presencia y su voz que te conmovía por encima de todo y por otra, dicen de los de ahora que no son guapos o están gorditos y ponen de lado la parte vocal. Y la ópera debe ser, sobre todo, para cantantes capaces, que llenan un escenario y te conmuevan. Como si son feos.
¿Le ha pasado a usted?
Sí, en primera persona. Me da igual.
Pero si le resta posibilidades…
Gracias a dios tengo una voz que me permite estar en el escenario, que habla, que comunica además de cantar. Hoy cuido mucho mi peso, pero por salud. Tengo 42 años y tengo que tomar cartas en el asunto, por mí, por mi familia y mis hijos. Los comentarios a mí me dan igual. Además de la imagen que te exigen, yo tengo algo más que aportar.
Usted ha ofrecido un bis en el Metropolitan de Nueva York y en el Real, algo que pasa contadas ocasiones en la vida de un teatro.
Es un momento extraordinario en la ópera que rompe la secuencia escénica, pero cumple sobradamente la función de cualquier ópera: conmover de manera tal que no les baste que lo cantes una sola vez. Eso es lo que se debe lograr en el público porque es lo que mantendrá vivo al género.
En Madrid lo hizo dando el do de pecho, una nota sobreaguda al alcance de muy poca gente pero que ya es natural en su registro.
Si yo me pusiera a competir con Usain Bolt en una carrera de 100 metros, yo ya estaría fatigado al tratar de coger vuelo mientras él habría llegado ya. ¿Por qué? Porque está preparado para ello y eso hace normal lo que para otros es excepcional. Es el caso de las notas sobreagudas. El instrumento está ahí y he trabajado muchísimo para consolidar esos sobreagudos. Pero al comienzo de mi carrera no era ni mucho menos natural. Al final nos atrae mucho la acrobacia, los trapecistas que están en la cuerda floja. El riesgo. Y en esos sobreagudos lo hay.
Es usted mexicano. ¿Cómo se ve la ópera desde su tierra natal? ¿Cómo se ve el circuito de grandes teatros europeos y norteamericanos? ¿Asistimos a un despertar latinoamericano en cuanto a cantantes y audiencia?
La ópera, o la música, tiene la gran ventaja de ser un arte que no repara en nacionalidad mientras seas un artista comprometido con tu trabajo. En eso es muy democrática. Siempre tendrás trabajo si sigues esas pautas. Y en América Latina hay mucho talento, sería muy bueno que hiciera carrera en Europa. Pero no sólo allí, en Asia, en Sudáfrica hay cantantes buenísimos. Es fascinante y la parte bella y noble de la ópera. Lo que me gustaría es que las autoridades se preocupen más y le den más importancia porque es parte fundamental de la educación integral del individuo.
Porque no te guste una película de Steven Spielberg no puedes descartar al director o al género entero. En la ópera ocurre lo mismo
¿Cómo ve el futuro de la ópera? ¿Sigue habiendo prejuicios sobre un arte aburrido o de gente mayor?
En primer lugar, para los que tienen prejuicios, les diría que no sean bebés. Si le ofreces a un niño algo de comer que no conoce, la primera reacción es: "No me gusta". ¡Pero si no lo has probado! Hay que probarlo y te gustará o no, pero ya lo has probado. Así como hay diferentes géneros en el cine, como la comedia, el suspense, la acción, el terror o el drama, los hay en la ópera. Igual que hay películas que te aburren o te divierten, lo mismo te pasará con la ópera. Pero es ir y probar. Porque no te guste una película de Steven Spielberg no puedes descartar al director o al género entero.
Hay quien no se acerca por falta de conocimiento.
Les diría que la música es para sentirla y vivirla. El hecho de que composiciones que se han creado hace cientos de años sobrevivan siglos y sigan gustando al público, lo sigan conmoviendo, quiere decir algo. No son como el hit del verano, que tras escucharlo un mes estás harto. Es absurdo decir que no te gusta la ópera. Y si no entiendes, ven y prueba. Lo mismo que con el cine. Yo no sé de cámaras o de iluminación sino que voy al cine y me gusta ver películas.
Noticias relacionadas
- El Gobierno suspende la fusión Real-Zarzuela
- El Real cierra su temporada llevando a las plazas la locura de Lucia de Lammermoor
- Pepe Guirao no es un novio de la muerte
- La sombra de Ángeles González-Sinde sobre Màxim Huerta
- Rafa Nadal, la leyenda continúa
- SOS Cultura: menos gestos, más gestión
- Los retos a los que se enfrenta Màxim Huerta como ministro de Cultura
- Jorge Javier Vázquez se deshace de su patrimonio: otra de sus casas, a la venta