Los primeros indicios de artes decorativas sobre la piel se remontan a hace más de 5.000 años. Las funciones rituales muchas veces asociadas al tatuaje han evolucionado hasta nuestros días, derribando en las últimas décadas un gran número de prejuicios, pasando "de la exclusión a la moda", como ha apuntado Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación La Caixa, durante la presentación de su última exposición, Tattoo, arte bajo a la piel, disponible hasta el 17 de abril en el Caixa Forum de Madrid.
Más de 200 piezas de todos los rincones del mundo, entre agujas, pinturas, muestrarios, herramientas, máscaras y fotografías. Siglos de historia resumidos en una única exposición que trata de guiar al visitante a través de la difícil historia del tatuaje en el mundo, desde sus orígenes, a su censura y finalmente, su estatus actual como disciplina artística.
Una iniciativa que comenzó en mayo de 2014, en el Musée du Quai Branly, en París. La primera muestra oficial que se dedicó a la historia del tatuaje, su importancia etnológica y, sobre todo, el papel del tatuador. Un éxito de convocatoria que desembocó en una gira por Toronto, Chicago, Los Ángeles o Moscú y que ahora llega a España. Durán ha señalado que la intención de la Fundación es llevar esta iniciativa por todas las sedes de España: "Una idea que evita la centralización de la cultura en un único punto".
A la presentación han asistido la comisaria de la exposición y fundadora de la revista HEY!, Anne Richard y el presidente del musée du quai Branly, Emmanuel Kasarhérou. También han participado algunos de los artistas que exponen sus obras en el marco de esta muestra: los tatuadores Jee Sayalero, Laura Juan, Colin Dale o Henk Schiffmacher, reconocido en el mundo del tatuaje por haber tatuado a miembros de las bandas Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam o al líder de Nirvana, Kurt Cobain.
Como colofón a esta muestra se han incluido varias piezas de silicona hiperrealistas, brazos, torsos y espaldas con fisonomías y formas distintas. Lienzos en blanco que importantes artistas han utilizado para añadir sus creaciones a esta exposición. "Ha sido todo un reto encontrar un material que les permitiese trabaja de una forma cómoda y desarrollar su técnica como si se tratase de piel real", ha explicado la responsable. El resultado ha sido una serie de impresionantes piezas conceptuales creadas ad-hoc para la muestra.
Los Sideshows
"No se trata de una exposición para los eruditos de la etnología, sino para reconocer a los pioneros de este arte", explicaba a los medios la comisaria. Richard ha hecho hincapié en la herencia que todavía existe en el mundo del tatuaje, una relación que, mientras mantiene tradiciones ancestrales, nos da una noción de hacia donde se dirige una disciplina en constante cambio.
Colin Dale toma su inspiración de la temática nórdica, utilizando herramientas tradicionales para decorar los cuerpos de sus clientes. Para la pieza comisionada para esta exposición se inspiró en la lucha entre Odin y Fenrir para elaborar un impresionante tapiz que mezcla runas y dibujos extraídos de las leyendas de Snorri Sturluson. "Cada parte del mundo desarrolló un estilo diferente en función de lo que conocían. Los inuits usaban hilo porque estaban habituados a trabajar con el cuero y en Polinesia usaban pequeños cinceles, parecidos a los que se utilizan para tallar".
De las primeras muestras del tatuaje polinesio, de formas geométricas intrincadas y herramientas creadas a partir de las cenizas de monjes; encontramos también colecciones fotográficas que nos llevan hasta las bases navales de finales del siglo XIX. Cuando los soldados destinados al extranjero entraron en contacto con las primeras formas del tátau en el Pacífico. El término se podría traducir como "golpear dos veces", una referencia a la técnica utilizada por los maestros tatuadores, pero que cambiaba en función del lugar.
Jean Baptiste Kabri fue el primer occidental tatuado que se exhibió voluntariamente en el Viejo Continente. Los nativos de las islas Marquesas llenaron de elementos geométricos y vegetales su cuerpo, inaugurando la tradición del Sideshow, íntimamente ligada con las primeras muestras públicas del tatuaje. Los circos itinerantes contaban con personas tatuadas que los curiosos pagaban por ver. Josep Rutherford fue uno de ellos, el inglés pasó gran parte del siglo XIX mostrando al público los dibujos que las tribus maoríes habían practicado en su cuerpo durante su exilio en Nueva Zelanda.
Cárceles y arte
Sin embargo, el tatuaje también servía como factura del castigo impuesto. A los desertores del ejército británico se les marcaba con una D mayúscula que servía como marca de su ignominia. Aquellos a los que se les había lacerado el BC habían desobedecido las órdenes de sus superiores. Dibujos más que habituales entre los colonos de las prisiones australianas de hace tres siglos.
El orden moral de las prisiones rusas se medía en forma de iconos, imaginería anticomunista y fantásticas arquitecturas que decoraban los pechos de los reclusos. Entre 1949 y 1989, Danzig Baldaev se lanzó a la imposible tarea de recoger estos tatuajes, anotar su simbología y mantener un archivo que pudiese contener esta forma de arte subterránea y marginal. Gracias a sus contactos en el interior de las prisiones, podía hacerse pasar por enfermero o colarse en las morgues para copiar a mano cuanto veía. Hasta que la KGB le detuvo y utilizó sus dibujos y notas para engrosar los documentos de la inteligencia soviética, deseosa de entender mejor un lenguaje secreto para el resto de la sociedad.
Cada figura, elemento y color hacía referencia a una condena, lugar de origen o inclinación política del preso. Algunos parecían sacados de misales, repletos de iconos y vírgenes; otros de naturaleza más violenta, plagados de cadáveres, armas de fuego o cuerpos desnudos, dependiendo de las razones por las que el individuo había acabado en aquel inhóspito lugar.
A mediados de 1970, la técnica del tatuaje se había convertido en una mezcla de influencias y estilos. El japonés fluido y repleto de sombras y elementos que se diluyen entre el volumen del cuerpo; el ceremonial filipino, perdido de no ser por la influencia de la pionera del tatuaje Whang-od Oggay, de 104 años, hasta cuya casa peregrinan miles de personas al año para llevar sobre la piel uno de sus trabajos al estilo del mambabatok. También el estilo tradicional recuperado de artistas como Ed Hardy, herencia de aquellos que lucían los marineros a su vuelta del Pacífico.
Con los estigmas enterrados y datos que arrojan un interés cada vez mayor por el mundo del tatuaje. Esta exposición trata de sentar un precedente en cuanto a lo que la relación entre el arte, la historia y la etnología tienen que ver con el tatuaje, el arte quizás más cercano a nuestro día a día, siempre a flor de piel, como reza su subtítulo.