José Luis Gómez: "La memoria democrática tiene tanto que ver con el Cid como con Azaña"
El actor lleva al Teatro de la Abadía su espectáculo Mio Cid, una lectura teatralizada emocionante y asombrosa del poema legendario sobre Rodrigo Díaz de Vivar.
29 septiembre, 2021 03:26Noticias relacionadas
Un jardín verde, hermoso, pulmón de aire fresco y limpio en pleno Madrid, donde alimenta a los pájaros peregrinos, huéspedes temporales de una casa blanca como las de Andalucía, es el escenario de la vida real de José Luis Gómez, 81 años envidiables de presencia, donde regatea al óxido del tiempo y regenera su voz prodigiosa. "Mira, el secreto es este", dice al abrir la puerta de un cobertizo señalando una cinta de andar a la que se sube una horita todos los días, a buen ritmo. Esa es su fuente de energía, la que luego le permite aguantar sobre las tablas, hora y cuarto de agotadora emoción, transmutado en un virtuoso juglar medieval que canta la epopeya de un caballero legendario, el Cid Campeador.
El actor onubense, en noviembre de 2019, deslumbró en Sevilla a todos sus colegas de las academias de la lengua española con una breve lectura teatralizada del Cantar de Mio Cid, el mayor poema épico de la literatura hispánica. Tuvo tal impacto aquella representación, cuyo embrión se remonta a un ciclo de lecturas en vida de la RAE, que José Luis Gómez ha decidido al fin llevarla a escena en el Teatro de la Abadía (ocho funciones desde este jueves hasta el 10 de octubre). Porque el cantar de gesta de las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar no es más que "prototeatro puro, teatro originario, primigenio", explica el dramaturgo en una larga charla con este periódico en medio de ese corazón natural que es su hogar.
Parece un juglar teletransportado desde el siglo XIII, no se equivoca ni una vez. ¿Cómo ha logrado ese dominio del español medieval?
Han sido seis meses de trabajo esforzado, por no decir otra cosa, y tutorado por una gran medievalista, compañera de la RAE, doña Inés Fernández Ordóñez. Pero ha sido muy deleitoso, placentero. De pronto entra uno en contacto con el origen de la lengua, y la lengua nos determina. El español ha tenido una fortuna histórica impresionante. ¿Cómo es posible que la lengua de un país relativamente pequeño se convierta en la segunda lengua vehicular del mundo? Esto es el resultado de una tremenda equivocación.
Cristóbal Colón se va a Portugal y propone al rey Juan ir a India por el oeste. El monarca tenía un conjunto de sabios extraordinarios en ciencias del mar y estos hombres le dijeron a Colón taxativamente que por el oeste no se iba a India. Los portugueses, al poco tiempo, navegando hacia el este y con una tremenda condena de muerte pesando sobre todos los capitanes, cartógrafos y pilotos que llevaron a esa expedición si delataban la ruta, llegaron primero a Goa, después a Macao y por último a Hiroshima. Colón estaba en el Caribe y escribe que está a punto de alcanzar Ceilán (Sri Lanka).
De hecho, él muere pensando que ha alcanzado las Indias y no América.
Sí, esto es extraordinario. Después de eso viene el tremendo esfuerzo de este país por colonizar, conquistar, también con mucha destrucción, claro, pero infortunadamente estas empresas siempre han conllevado destrucción, y de la destrucción surge creación. Ha surgido una comunidad de naciones hispanohablantes muy cohesionada. Jean-Fraçois Revel decía que el mundo poscolonial más cohesionado era el español: es cultura, lengua y religión. No le faltaba razón.
Esto es lo que habría que poner en valor hoy en día y rechazar el revisionismo histórico que nos enfrenta. ¿Qué siente al ver una estatua de Colón decapitado?
Me parece una estupidez. Seguro que Colón tenía ambición y muchos defectos humanos, pero fue un navegante visionario, como otros: Elcano, Magallanes… La historia es muy compleja y no se puede juzgar a posteriori de esa manera tan elemental.
No soy un patriota al uso, pero sí amo a mi país
Decía que la génesis de este espectáculo está en Sevilla. Yo estaba allí y, honestamente, nada más terminar de escucharle pensé que había que llevarlo al teatro lo antes posible.
Recuerdo que hablé con Juan Mayorga y me dijo: "Ufff… Ponte". Ha sido muy interesante porque había unos textos intermedios que leía una actriz, que ahora he sustituido plenamente. Esos textos traen mucha información sobre la lengua pero no son académicos, son textos que he ido pergeñando a raíz de mi experiencia. Hay una cosa que un día me dijo Emilio Lledó, padrino de mi candidatura a la Academia: "José Luis, recuerda que Homero dejó escrito que la evolución comienza cuando el hombre empieza a emitir aire semántico por el círculo de los dientes". Me pareció de una belleza impresionante esa frase. Aire semántico, aire con significado.
Hay un momento de la humanidad no datado en que se produce eso que dice Homero. El ser humano empezó a unir vocales, que son el reflejo del mundo interior de la persona, con consonantes, que son el reflejo del mundo físico circundante. Y de pronto, sin saber muy bien cómo, unieron vocales y consonantes y surgió la primera palabra. Lo que he añadido a aquel Mio Cid, aparte de ponerlo en escena, es la experiencia del significado. Lo cuento para darle pistas al público, para que se emocione con nuestro español medieval.
Muy interesante eso: no nos paramos a pensar en cómo nacen las lenguas.
Nos determinan. Hablamos inconscientemente y deberíamos hablar conscientemente. Piensa lo que dices y di lo que piensas. Esta experiencia de vocales y consonantes fue para mí seminal en mi vida. Me vi obligado, a mediados del siglo pasado, a aprender a interpretar en alemán, con la mejor sonoridad y la mejor inteligibilidad de la lengua alemana. Estudiaba en Westfalia y sentía una enorme fascinación por la asociación de vocales y consonantes en la lengua de Goethe. Recuerdo que uno de los muy buenos profesores del instituto de allí me retó a que interpretara en clase el ¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!. Me llevó meses. Son otras vocales y consonantes, pero esa experiencia es la que me ha servido para poder asumir con relativo esfuerzo el Mio Cid. [Y José Luis Gómez se arranca a recitar un trozo de la obra de Calderón de la Barca en alemán y luego del Cantar].
Esta obra es mucho más que la simple epopeya legendaria de un caballero...
El Mio Cid nos ilustra sobre el extraordinario umbral que significa la lengua. Solo traspasándolo podemos comunicarnos, aprender, decir "te amo" o "te odio". La reflexión a que nos lleva el trabajo con un texto como el del Mio Cid, con la dificultad que puede entrañar, es que el oyente termina entendiendo el castellano medieval. El Cantar, en otras muchas cosas, tiene una capacidad educativa impresionante sobre la lengua y sobre el hecho de la lengua.
Cuando se escribe el Mio Cid se está creando nuestra lengua y se está haciendo España, nuestro país, que bueno o malo es el nuestro. No es quizá el mejor, pero desde luego que tampoco el peor. Los españoles quizá no somos los mejores, pero tampoco somos los peores. Tenemos muchas cosas de las que podemos estar contentos, satisfechos, por no decir orgullosos, que es una palabra que no me gusta utilizar en ese contexto.
El Cid es un héroe ejemplar y hoy necesitamos ejemplaridad en la política
Al ser una obra tan importante, ¿por qué ha tardado casi un silgo en llevarse al teatro?
Tiene que ver con las carencias del sistema de teatro en España. Nuestros responsables culturales, en demasiados casos, ignoran lo que es y lo que significa el hecho del teatro en el resto de Europa. El teatro es donde se emite con el mejor sentido y el mejor sonido la lengua de cada país. Lo vemos en la Royal Shakespeare Company, La Comédie Française, el National Theatre o a los teatros alemanes con la red más importante del mundo, 180 teatros públicos con contratos por años para los actores, con repertorio, se cambia la obra cada dos días... La red de óperas más grande del mundo es la alemana con 60 óperas estatales y de elenco fijo, tienen a los cantantes contratados por años. ¿Por qué? Porque saben que la lengua es central en la educación de un país, y esto es todavía una asignatura pendiente, soñada… La Abadía fue un inicio, un poquito de eso, pero los medios no daban.
¿Qué es lo que más valora del Cid?
El Cantar de Mio Cid no tiene verosimilitud histórica, tiene verosimilitud poética, es una creación literaria. Sigue el modelo de los cantares de gesta franceses, que vienen desde muy lejos, desde la Ilíada y la Odisea. Pero el héroe que presenta el Mio Cid es totalmente distinto: es un héroe que se atiene a derecho, un hombre ejemplar. Lo vemos con los infantes de Carrión, con quienes pide Cortes y convoca al rey. Más allá de eso, al caso extraordinario de maltrato y abuso que representa la afrenta de Corpes con las hijas del Cid, él manifiesta un amor y respeto a su mujer y a sus hijas increíble. Habla de servir a la mujer, no utilizarla. Y luego tiene lealtad al rey y una generosidad y una amistad cívica con sus amigos, parientes y vasallos. Cuando salen con él, les dice: "De los bienes que hoy perdedes, el doble os he de dar". Y lo cumple, reparte.
Es un héroe ejemplar, y necesitamos ejemplaridad: en la política, en el comportamiento público… En ese sentido, el Rodrigo Díaz de Vivar del Cantar es un héroe socialmente útil más allá del uso espurio que le pueden haber dado los nacionalismos que emergen asociados a este tema. Eso no es culpa del país o de lo que llamamos patria, que es el sitio donde han nacido los padres. La responsabilidad es de quien hace ese mal uso.
La figura histórica personifica unos valores similares de lealtad a unos hombres, a una forma de vida, de compromiso… ¿Ese es el verdadero patriotismo?
Amar la propia tierra es algo que va de suyo. Yo volví a mi país, desde Alemania y tras salir a los 18 años, necesitado de tierra y de lengua. Me era mucho más familiar Goethe que Calderón, Unamuno o Lorca. Lo que he recibido a cambio ha merecido muchísimo la pena. He recibido amor de mi gente, en mi trabajo. En las formas jurídicas yo soy muy partidario de la formulación de Habermas del patriotismo constitucional. Cuando vuelvo a Andalucía, al cabo de una semana hablo andaluz, y con lo que me costó a mí quitármelo… El habla andaluza es riquísima, imaginativa, hermosa, con esas características fonéticas, de comernos consonantes, pero respira tierra, y ese respirar tierra se ama: es la tierra de la infancia, de ser hijo, de los primeros recuerdos… Ese patriotismo se necesita para ser, para hacerse.
El franquismo se apropió del Cid durante la guerra y la dictadura y ahora vemos a cierta derecha reivindicarlo de vez en cuando. ¿Siente que no es una figura que compartamos todos los españoles?
No, no es una figura compartida, y para compartirla sería necesaria una digresión o una explicación como la que estoy haciendo ahora, matizando muchos aspectos. Es una figura necesaria, un mito fundacional de nuestro país. Hay algo también importante: Rodrigo Díaz de Vivar es un infanzón, baja nobleza, sería la clase media, que ha sido portadora de algo que se utilizaba mucho en la Edad de Plata de la República y se ha olvidado: la decencia. Era una palabra útil. Y la decencia era una característica del Cid, de esa clase media de la nobleza, el infanzón que tiene que pelear en la frontera porque no tiene qué comer.
El teatro es inmensamente efímero, pero lo que queda es un pálpito de presencia que a veces no se olvida
¿Cuál es el mayor reto de trasladar a las tablas el Mio Cid?
Dejando a salvo el tema de la lengua, lo fonético, la dificultad consistía en que el juglar no era todavía un actor, porque tenía que transitar con mucha rapidez de un suceso a otro, de un personaje a otro. No podía detenerse a encarnar uno solo, como hemos aprendido en las escuelas los actores de hoy. Su trabajo tenía que ser de pinceladas muy gruesas, rápidas, precisas, como las de un pintor impresionista. Y tenía que recurrir mucho a la emoción.
Afortunadamente, yo tuve una suerte muy grande: al terminar la escuela de arte dramático, en la que me esforcé muchísimo en el mimo y en las disciplinas físicas, me fui a estudiar a París con Jacques Lecoq, uno de los maestros decisivos de la evolución de la expresión física en el siglo XX. Él desarrolló una técnica hermosísima: decidor/contador. La aprendí con él y ahora, cuando al cabo de muchísimos años me encuentro con el desafío de la juglaría, la técnica estaba ahí.
Además de la emoción evidente, ¿qué se puede lograr desde las tablas con esta obra icónica de la literatura española que no ofrece una lectura ordinaria?
Lo distintivo del teatro con otros medios como la televisión o la radio es la presencia, la simultaneidad del presente vital. En el mismo instante en que tú te estás oxidando, el espectador se está oxidando también. Comparten tiempo y presencia. Esa presencia tiene un carácter distintivo de tal modo que mucha gente te dice: "No se me ha olvidado que te vi haciendo Informe para una academia hace cincuenta años" o "En 1975, cuando se estaba muriendo Franco, estabas haciendo Arturo Ui e íbamos allí en peregrinación y no se me ha olvidado". A mí tampoco se me han olvidado funciones que vi hace cincuenta años. ¿Por qué? Por el fenómeno de la mutua presencia espectador-actor, y de la mutua oxidación: nos estamos muriendo al mismo tiempo. El teatro es inmensamente efímero, pero lo que queda no es un celuloide rancio, sino unas imágenes y un pálpito de presencia que a veces no se olvida.
Hablábamos antes de la importancia de la lengua española, la segunda más hablada del mundo. ¿Usted siente que está en riesgo? ¿Es otro tema que se ha politizado?
Es nuestro mayor haber, el mayor tesoro que tenemos, el mayor caudal. No creo que esté en riesgo. Tenemos que esforzarnos en el uso. Me he dedicado con mucha intensidad y amor a cultivar la lengua hablada, pero a esto ha ayudado también que soy miembro de la Academia. Tenemos que cuidar la lengua, ser conscientes de la lengua que tenemos, tenemos que fortalecer, cultivar e intensificar los vínculos entre los hispanohablantes, y eso lo ha hecho de manera ejemplar la RAE, y los españoles deberían conocer Hispanoamérica mucho más.
En los últimos años se ha metido en la piel de Unamuno, de Azaña, ahora el Cid… ¿Qué otro gran personaje de la historia de España le gustaría llevar al teatro?
La verdad que no lo sé. Tengo mucha inclinación por el próximo proyecto, que se va a llamar Arte de sermones para tiempos inciertos. En la RAE aprendí la importancia decisiva que tuvieron los sermones en la evolución de nuestra lengua. Tuvieron mucho que ver con el teatro porque los predicadores, desde el principio, decían que era "un actor a lo divino". Lo empecé a estudiar y me di cuenta de que los sermones, además de para buscar e inspirar la piedad y la religiosidad en los fieles, han servido para quemar judíos, exiliar a musulmanes ibéricos, quemar protestantes españoles…
Y en eso me meto porque la hoy ya llamada memoria democrática me parece una cosa muy importante, una de las tareas más importantes que podemos tener, y el teatro también tiene que ver con memoria. Para conocer nuestro presente tenemos que conocer nuestro pasado y no repetir los errores.
El Cid es un héroe socialmente útil más allá del uso espurio que le haya dado el nacionalismo
Mire lo que ha hecho Juan Diego Botto con Lorca.
Me he alegrado mucho por su premio. Y fíjate: el exilio de su madre, huyendo de la represión del proceso militar [en Argentina], y cómo este buen hombre y estupendo artista ha conseguido evolucionar, desarrollarse y hacerse aquí es una gloria, algo de lo que congratularse.
Es un tema muy espinoso el de la memoria democrática. ¿Pero el principal problema es que mucha gente solo la relaciona con la Guerra Civil?
La memoria democrática es fundamentalmente de la Guerra Civil porque ahí hay heridas sin restañar. No es concebible en un país europeo que el dictador haya tardado tanto tiempo en salir del Valle de los Caídos. A algunos españoles no les importa, y están en su derecho, pero a otros muchos sí porque tienen todavía a sus familiares no identificados en fosas comunes. Pero la memoria democrática es también cuando se reinstaura la Inquisición, cuando el pueblo aclama a un tal Fernando VII con el ¡vivan las caenas!
He hecho Azaña, una pasión española, Unamuno… ¿por qué cuando podría haber hecho otras obras que quizás hubieran llevado más espectadores? No lo sentía un deber cívico, me tiraba el corazón para hacer eso, porque amo mi país, ya está, me gusta. No soy un patriota al uso, pero sí amo a mi país, y creo que para mejorar el presente tenemos que conocer el pasado. La memoria democrática tiene tanto que ver con el Cid, como con Unamuno, Azaña o el Fernando VII que persigue a los ilustrados.