El León Español nació en 1854 con el propósito formal de defender el orden frente a la revolución. En realidad, el objetivo era resucitar a un Partido Moderado defenestrado por corrupto y autoritario. Fue un diario de combate, órgano del moderantismo “puro”, y desbordante de doctrina, halagos al general Narváez y vituperios contra la Unión Liberal y el Partido Progresista, a los que llamaba “traidores” y “demagogos”, respectivamente.
Los moderados que financiaban El León Español pusieron al frente a dos médicos. Francisco Méndez Álvaro, uno de ellos, era higienista. Al estilo del buen burgués de su tiempo, había transitado por la vida política como fugaz alcalde de Madrid en 1843; y por el periodismo, colaborando con El Castellano y El Siglo Médico. La revolución de 1854 le encontró casi tomando posesión de su sillón como miembro de la Real Academia de Medicina. José Gutiérrez de la Vega, el otro, era cirujano de tercera –sin título oficial-, autor de una Historia de la sífilis (1851), y escritor de reconocido prestigio.
Gutiérrez de la Vega fue el verdadero inspirador de El León Español. Había creado, redactado y dirigido, junto a Anastasio Chinchilla, El Heraldo Médico (1852), y colaborado en otras publicaciones, como el famoso Semanario Pintoresco Español. Pero comenzó a descollar cuando La Época, el gran diario liberal conservador del XIX, le envió de corresponsal a Italia en 1849 siguiendo al ejército que iba a combatir la República de Roma. De aquella aventura resultó su libro Viaje a Italia con la expedición española (1850).
El prospecto de El León Español fue incluido como anuncio en la prensa durante la última quincena de octubre de 1854. Los pocos párrafos del texto señalaban que el moderantismo estaba roto y que nacían para reconstruirlo. Iba a ser un diario de principios: monarquía, libertad “razonable” y compatible con la “existencia de un gobierno”, y el progreso a través de la paz y el orden.
El primer número salió el 1 de noviembre de 1854, una semana antes de que las Cortes constituyentes iniciaran sus sesiones. La preocupación aparente del diario en aquellos días fue combatir los “extravíos revolucionarios” y conservar la monarquía de los Borbones, a la que pintaba como el verdadero pilar del orden social y de la libertad “bien entendida”. En realidad, querían propagar la idea de que la Corona solo podía estar segura con el Partido Moderado en el gobierno. Por esta razón, El León Español promovió declaraciones conjuntas de la prensa en apoyo al principio monárquico desde finales de 1854.
La fuerza del moderantismo solo se encontraba ya en un puñado de notables y militares sin respaldo popular. Esta carencia precisaba reivindicar la prerrogativa regia para acceder al poder. En consecuencia, El León Español se dedicó a glorificar a Isabel II y a limpiar su imagen, incluso cuando hacerlo era ridículo por la evidente vida licenciosa de la Reina, o sus decisiones políticas eran injustificables e incluso les perjudicaban. La revolución y sus defensores, entre los que incluían a la Unión Liberal de O’Donnell, eran los enemigos del Trono. Así lo vieron, por ejemplo, cuando por indicación de los ministros de Narváez y para hacer un buen negocio, la Reina cedió parte del Patrimonio Nacional al objeto de paliar la deuda pública. Toda la prensa se echó encima del gobierno y de Isabel II para denunciarlo; como hizo, por ejemplo, Emilio Castelar con su conocido artículo “El rasgo”. En medio de las críticas, El León Español decía:
Nuestra adorada Reina (…) (cuyo) bondadoso corazón se ha extremado en derramar los tesoros de su caridad y de su afecto sobre todos los españoles, a quienes ha mirado siempre como a sus hijos, protegiéndolos y ayudándolos con sus consejos, sus exhortaciones, sus recursos, siempre que han apelado a su generosidad y nobles sentimientos (…) Después de tantas obras piadosas como a Ella (sic) se deben, después de tantas incesantes pruebas de su solicitud inagotable por el bien de sus gobernados, después de enjugar tanta lágrima y de salvar tantas vidas, ha puesto el último florón a su inmortal diadema cediendo espontáneamente a su pueblo, sin consejo ni insinuación de nadie, los cuantiosos bienes de su patrimonio (El León Español, 14.VI.1865).
Los artículos de fondo de Gutiérrez de la Vega y de sus pocos redactores eran duros, y demasiado complacientes con la Reina. La Iberia, periódico progresista, editorializó sobre El León Español diciendo que no repudiaba sus doctrinas, sino “casi exclusivamente el modo, la forma, el sistema que se vale para propagarlas y defenderlas” (La Iberia, 9.XI.1854). Porque diariamente, decía, se entregaba a “virulentas declamaciones” y “apasionadas diatribas, que tanto desdicen del sagrado ministerio de la prensa”. Poco a poco se produjo la marginación de El León Español en el periodismo español, hasta el punto de que sus artículos salían sin firma en su última época, entre 1865 y 1866, ya dirigido el periódico por Eduardo Mier. Esa marginación hizo que afirmara sin sonrojo y con despecho que “la prensa periódica (…) disfruta hoy de una libertad excesiva” (El León Español, 15.I.1865).
El gran enemigo era la “revolución”, a la que El León Español identificaba con el cambio del orden social, ya fuera en los términos constitucionales, liberalizando o democratizando el sistema, o en los pronunciamientos y sublevaciones que inundaron nuestro siglo XIX. Gutiérrez de la Vega editorializaba: “Nosotros nos lisonjeamos con el recuerdo de haber fundado este periódico entre el polvo de las barricadas de julio” de 1854 para combatir la revolución (El León Español, 12.VII.1858). No era verdad, pero les daba el tono épico y reivindicativo que necesitaban. La revolución era, decía, “la disolución de la sociedad”. Por eso se fue aferrando a la religión como instrumento moral para asentar “el Trono y el país (…); he ahí nuestro credo político” (El León Español, 2.VII.1857). Este fue un argumento que repitió en sus tres épocas, hasta que el diario murió en 1866, casi coincidiendo con la sentencia de muerte política de Isabel II, que no reanudó entonces las Cortes en el plazo legal.
El éxito e importancia de El León Español fue el convertirse en órgano del Partido Moderado, actuando como azote del gobierno en los periodos de oposición. Fue un periódico de principios y buena pluma, concebido contra el sino de los tiempos, consciente de su excepcionalidad, tal y como escribía Gutiérrez de la Vega en julio de 1857:
Con desusada franqueza hemos manifestado nuestro asombro por lo inesperado del acontecimiento, y nuestro dolor por la suerte del país; porque El León Español rinde un culto a la verdad, tan sagrado como el que rinde a la severidad y pureza de sus principios. Esto que para algunos será una debilidad, lo tenemos nosotros por una prueba de robustez.
*Jorge Vilches es doctor en Ciencias Políticas y Sociología y profesor de Historia de Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la UCM.