El complejo método que siguen los hijos de Arguiñano en el interior de las cocinas para mantener su imperio
Cinco de los siete hijos del chef se encargan del servicio culinario en los tres negocios que la familia tiene en Zarautz.
10 octubre, 2021 01:04Noticias relacionadas
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El pasado mes de septiembre, Karlos Arguiñano (73 años) celebró su 33º aniversario en televisión, cosechando éxitos desde el principio y sobreviviendo a la siempre difícil parrilla de la pequeña pantalla. Sus programas de cocina tienen una audiencia fiel que ha hecho que se corone como el rey de las últimas tres décadas en las diez cadenas en las que ha trabajado. Pero su triunfo mediático está basado en su carrera en la sombra, una trayectoria fuera de la televisión que abarca multitud de negocios en los que están directamente implicados sus hijos.
La segunda generación de los Arguiñano, compuesto por siete hijos -Eneko, María, Zigor, Charly, Martín, Joseba y Amaia-, es la que mantiene vivo el ilustre apellido. Pero de los siete hijos, son seis los que están implicados en el mundo culinario, pues Charly está centrado en su vida en el ambiente del cine. Amaia, por su parte, gestiona y trabaja en la Bodega K5 del cocinero.
Los otros cinco hijos del matrimonio formado por Arguiñano y su mujer, Luisi Ameztoy, están involucrados en las tres empresas principales del imperio del chef vasco: el Hotel Ka, su restaurante y la Escuela Aiala.
Pero aún dentro del grupo de cinco que están directamente sumergidos en el negocio familiar más activo, uno de ellos vive realmente más alejado de los citados business. Es Joseba, el que más pulcramente ha seguido los pasos de su padre y el que físicamente más se parece a él. Al igual que su progenitor, tiene un programa de televisión, que compagina con el obrador, pues tiene una pastelería con su nombre.
Por su parte, Martín trabaja en el despacho del negocio, pues se ocupa de los asuntos puramente administrativos en lo que respecta a las gestiones hosteleras y hoteleras. Otro de los hijos más veteranos es Eneko que ejerce de jefe de sala en el restaurante Arguiñano.
Pero el auténtico ajetreo diario está en las cocinas. ¿Quién se ocupa de ellas? Pues son Zigor y María -la séptima hermana que fue adoptada en la familia y con la que no comparten apellido-. Ambos se enfrentan cada día a la vorágine de los fogones, a las comandas, los menús especiales, al estrés del cocinado... son los que mantienen a flote el servicio de cocina (junto al resto del equipo de Karlos Arguiñano, por supuesto).
Lo curioso es que los hermanos se dejan ver en el preparado gastronómico de los tres diferentes negocios de su padre. Se han ocupado de alimentar a los huéspedes del hotel familiar, también colaboran en las cocinas del restaurante Arguiñano Anaiak dentro de la Escuela Aiala, y su principal destino de trabajo es el equipo culinario del restaurante de Karlos Arguiñano en Villa Aiala, en Zarautz.
El ritmo de los fogones es frenético. Según los datos públicos, de media el restaurante recibe 24 reservas fijas al día en los 365 días del año -a las que hay que sumar los comensales que llegan in situ sin cita- y una media de 12 reservas al día en el Hotel Ka. Además, la escuela culinaria lleva décadas acogiendo a estudiantes de cocina, que pasan a degustar la oferta del novedoso restaurante que posee en sus instalaciones, creado en 2008 por los hijos de Arguiñano, donde también colaboran Zigor y María.
Este imparable trabajo es posible gracias a la previsión y gestión de los hermanos y a la totalidad del equipo zarauztarra que han sabido seguir el ejemplo de Karlos y su esposa, Luisi. Un matrimonio que desde que se dieron el 'Sí, quiero' apostó por emprender y crear su imperio de la nada. Fueron momentos complicados porque además de los problemas financieros y la ajetreada puesta en marcha del negocio, Luisi y Karlos vivieron en ese momento uno de los peores episodios de su vida, pues perdieron a los dos hijos que esperaban. Siguieron adelante con fortaleza y son sus siete descendientes, de hecho, los que han conseguido impulsar sus negocios hasta alcanzar un éxito permanente.
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