A diferencia de otras estrellas de Hollywood como Marilyn Monroe o Ava Gardner, aquel icono de estilo que fue Grace Kelly no procedía de la pobreza. La de Filadelfia vino al mundo en el seno de una familia adinerada y triunfadora -su padre era magnate de la construcción y remero olímpico- que educó a sus hijos compartiendo pasión y ambiciones.
Aunque Grace, eclipsada por sus atléticos hermanos, creció con carencias afectivas (idolatraba a su padre, pero este la ignoraba) y anhelaba dejar atrás la estricta vida familiar. También deseaba convertirse en una actriz famosa. Por eso, después de graduarse en el instituto, y contra los deseos de sus padres, se fue a vivir a Nueva York.
En la Gran Manzana, la estadounidense se puso a estudiar arte dramático y, para poder costearse el asunto, empezó a trabajar como modelo publicitaria. Tras lograr debutar en las tablas de Broadway, comenzó a brindar cautivadoras interpretaciones en películas dirigidas por los mejores cineastas de la época. A los 24 años, negoció su primer contrato cinematográfico con la Metro Goldwyn Mayer.
Grace hizo ganar muchos millones a los estudios y llegó a convertirse en una de las actrices mejor pagadas del planeta. Pero también tenía un agujero en su bolsillo. No en vano, alquiló toda la planta de un edificio en la Quinta Avenida de Nueva York, una de las zonas más caras del mundo (pagaba el equivalente a 48.000 euros al mes), y contrató a un popular diseñador para redecorar su nuevo hogar con costosas antigüedades francesas.
En poco tiempo, Grace rodó 11 largometrajes y ganó un Oscar por su trabajo en La angustia de vivir. Pero a los 27 años, todavía en la cúspide de su carrera, abandonó todo para casarse con el príncipe Raniero de Mónaco, con quien tuvo tres hijos.
Según se cuenta en el documental Grace Kelly. Los millones perdidos (2021), la actriz y princesa de Mónaco ganó alrededor de 15 millones de dólares con las películas que rodó. Poca cosa, si se compara con lo que se embolsaron sus compañeros varones. En Mogambo, por ejemplo, Grace ganó 750 dólares a la semana. Su compañero Clark Gable recibía seis veces más. Incluso después de ganar un Oscar, el sueldo mensual de la actriz en la película de Hitchcock Atrapa a un ladrón era menos de un tercio del sueldo de Cary Grant.
La misma cinta revela también que su boda de cuento de hadas le salió cara a la actriz, quien tuvo que pagar una dote de dos millones de dólares. La cifra era un dineral para la época, pero la americana no quiso recurrir a su padre (que nunca llegó a valorar ninguno de sus logros personales o profesionales) y decidió pagarla echando mano de la pequeña fortuna que había logrado reunir gracias a su trabajo como actriz y modelo.
Debió pensar que el esfuerzo que hacía iba a merecer la pena, teniendo en cuenta que estaba entrando a formar parte de una de las grandes casas reales de Europa y que, además, podría recuperar la solvencia con la herencia que recibiría de su familia (su padre, fallecido en 1960, solo le legó un cuarto de los dos tercios de su patrimonio, es decir, unos 190.000 dólares).
Han corrido ríos de tinta sobre lo mucho que a Grace le costó adaptarse a su nueva vida, o sobre cuánto se arrepintió de aceptar que su marido le prohibiese regresar a un set de rodaje. El documental de Adam Warner compara su carrera actoral con la de Audrey Hepburn, que nació el mismo año que ella, también en el seno de una familia acomodada. Además, la belga empezó igualmente como modelo, para convertirse luego en actriz de teatro y estrella de cine.
Sin embargo, la potente carrera de Audrey duró cuatro décadas, ocho veces más que la de Grace. "En la década de 1960, [Audrey] ganaba un millón de dólares por medio día de trabajo en publicidad", comentó la investigadora financiera Gemma Godfrey. "A día de hoy, se estima que la fortuna de Audrey Hepburn sería de unos 85 millones de euros [...] Al dejar tan pronto de trabajar, Grace Kelly renunció a una larga y lucrativa carrera que le habría reportado mucho dinero".
Cuando el príncipe Raniero se fijó en Grace, el hombre no solo se sintió atraído por su indiscutible atractivo físico sino que también valoró el glamour y prestigio que alguien como ella aportaría al Principado. "Aquel rincón de Europa ignorado por casi todos sus vecinos, y que muchas personas en Estados Unidos no sabían ni dónde estaba, de repente se convierte en el lugar más glamuroso que uno pueda imaginar", opina la historiadora y escritora Kate Williams. "Todo el mundo quería viajar allí, principalmente por dos motivos: para jugar en el casino y para comprar alguna propiedad. Gracias a Grace, Mónaco se convierte en una máquina de hacer dinero".
Pero aquella vida de lujo, comodidades y sentimientos encontrados llegó a su fin en septiembre de 1982, cuando Grace realizaba un inocente viaje por las tortuosas carreteras de la costa monegasca. Tras estrellar el coche contra un murete, la estadounidense se precipitó por un barranco. Su inesperada muerte, hace 40 años, suscitó preguntas entre sus allegados y admiradores. Una de ellas era dónde había ido a parar todo su dinero.
Gemma Godfrey, que tuvo acceso al testamento americano de la actriz, comentó en el mencionado documental que Grace solo tenía 10.000 dólares a su nombre cuando murió, y que dejó la administración de sus bienes estadounidenses en un banco de Filadelfia (pese a que su madre y hermanos estaban todavía vivos).
Según otro testamento, este irlandés, Grace poseía en Irlanda una pequeña casa de campo que ella legó en partes iguales a sus hijos. El edificio está hoy en ruinas, pero sigue perteneciendo a los Grimaldi. Asimismo, la casa de su familia americana (una mansión de estilo colonial construida por su padre) fue adquirida por su hijo, Alberto II de Mónaco (64 años), que la restauró hace ahora unos años.
Aun así, todo esto representa únicamente un pequeño porcentaje de la riqueza total de Grace. Existe un tercer testamento, cuyo contenido no se ha hecho nunca público, que permanece guardado entre los archivos personales de la familia real monegasca. Lo que no es un secreto es que todos sus integrantes están hoy día montados en el dólar.