Miño, Avia y Arnoia, son los tres ríos que configuran la denominación de origen Ribeiro. En los valles que forman los tres se multiplican las bodegas a ambos lados en unos paisajes espectaculares; pero lo curioso, es que, aunque en todos ellos reina la uva blanca treixadura, los vinos que salen de cada valle tienen matices muy diferentes y reconocibles.

La denominación de origen Ribeiro se sitúa en el interior de la provincia de Ourense, muy cerca de su capital. Su núcleo central y sede del consejo regulador es la ciudad de Ribadavia, una preciosidad con un centro histórico, la judería, muy recomendable de visitar.

La mayoría de la gente ignora que los vinos del Ribeiro, blancos y tintos, históricamente han sido los más famosos y prestigiosos de toda España. Aunque la zona no tiene mar, salían por los puertos de Coruña o Pontevedra, fundamentalmente hacía Reino Unido, donde los consumían con fruición.

Fue un extraordinario negocio que enriqueció la zona desde el siglo XV hasta el XVIII, de tal manera que, en 1594, para garantizar la calidad de los vinos, se establecen las Ordenanzas Municipales de Ribadavia que especificaban las zonas de cultivo, las características y la comercialización, es decir, una especie de denominación de origen actual. Políticas internacionales y guerras, obispos poco dados a comerciar con infieles, malograron el negocio. El comercio se cortó y los británicos se fueron a buscar el vino un poco más al sur y así nacieron los vinos de Oporto.

El resurgir de Ribeiro 

Sin embargo, la potencia de la zona se ha mantenido siempre, y es una de las 19 primeras denominaciones de origen de España, ya que en 1932 fue considerada como tal. La zona vinícola, como las demás gallegas, a excepción de Rías Baixas, sufrió un problema tras la plaga de la filoxera que la alcanzó a principios del XIX, y fue que la replantación no se hizo con variedades autóctonas, sino con la palomino, la uva típica de Jerez; y la garnacha tintorera, típica del Mediterráneo.

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El motivo es que en estas tierras eran mucho más productivas; pero en cambio, también en estas tierras, no en las de su origen, su calidad era inferior. Probablemente el ejemplo del progreso de Rías Baixas con el albariño animó a las demás denominaciones gallegas, que han ido haciendo la trasformación a variedades autóctonas y en la actualidad, en Ribeiro, domina la uva treixadura que ocupa el 50% de la producción, seguida de otras variedades autóctonas como torrontés, godello, albariño, lado; mientras que la palomino sólo aparece en el 27% de las plantaciones y va en franco retroceso. En la actualidad el 93% de la producción es de vinos blancos, mientras el sólo el 7% es de vinos tintos.

La zona cuenta con 97 bodegas, de las cuales 57 son de una figura muy curiosa que sólo se da en Ribeiro, que es el 'colleiteiro', es decir, cosechero. Esto ocurre también en otras partes, pero en esta denominación está perfectamente regulado. Para ser colleiteiro la bodega tiene que ser familiar; en la elaboración del vino sólo puede usar uvas propias, es decir, no comprar a terceros; y por último su producción no puede superar los 60.000 litros de vino.

Ahora Ribeiro va como un tiro en prestigio y calidad, aunque todavía quedan nostálgicos de los viejos tiempos que recuerdan aquellas tazas o 'cuncas' en que se bebían los vinos; o incluso esa cosa horrible que llaman vinos turbios, que realmente es un vino blanco lleno de posos que hay que agitar para que salga turbio. Una especie de timo, y que naturalmente no está amparado por ninguna denominación de origen.

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Hace unos días la denominación organizó unas jornadas técnicas sobre la treixadura que reunió a un grupo de periodistas en torno a esta variedad. La característica general de esta uva es su potente intensidad aromática, donde aparecen una gran cantidad de tonos florales, frutas blancas, que dependiendo de la vejez de la añada pueda dar esas frutas más maduras. En boca domina la acidez excelente que le da frescura, y el buen equilibrio entre esta y el alcohol.

¿A qué saben los valles del Ribeiro?

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Pero lo más interesante es cuando el especialista gallego Luis Paadín, que nos preparó la cata, nos hizo notar las diferencias clarísimas entre los tres valles.

Del valle del Arnoia se presentaron Alberte Doble Lías 2020, Amavida 2022, Lagar de Merens 2021 y Mauro Estévez 2022. Las características diferenciales de los vinos de este valle es que en boca aparecen afilados, con mucho brío y nervio de marcada acidez.

Del valle del Miño donde se cataron el Eduardo Peña 2022, Alter 2022, Ramón do Casar Treixadura 2022 y Terra Minei 2022, su gran característica es que los vinos en boca aparecen con mucha grasa, volumen, muy untuosos.

Y del valle del Avia, de donde eran originales aquellos vinos que triunfaban en Reino Unido, encontramos Amadeus 2022, Armán Finca Misenhora 2020, Finca Viñoa 2017 y Vilerma 2022. De nuevo en boca los vinos aparecen musculados, poderosos, tan frescos como equilibrados, probablemente la punta de lanza de toda la denominación.

Un repaso excelente de una zona que, sin complejos, avanza a toda velocidad como una de las mejores en blancos de España y probablemente del mundo.