Cada día vemos reconocimientos a más y más restaurantes. Los que están en las grandes ciudades, los que están en provincias y hasta los más recónditos. No es de extrañar que entre tantos espacios, se cuelen también los premios y recomendaciones de bares y restaurantes de carretera.
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El que hoy nos ocupa no sale en ninguna de esas listas. Pero ni falta que le hace, porque su mayor logro, es estar lleno hasta la bandera cada día de los seis de la semana que abre. Es de carretera sí, pero está en la propia carretera de un pueblecito de La Safor, muy cercano a Gandía.
Se llama Bar Poma y está en Bellreguard. Por su puerta pasa la carretera nacional, que sigue atravesando muchos pueblos de esta zona y hasta ciudades más grandes como la cercana Oliva. Y es uno de esos restaurantes en los que deshacerse en halagos.
Todo el mundo conoce Gandía, pero conviene ir más allá de ella para encontrarse con verdaderos tesoros. A partir del espigón de ésta, no exento de polémica porque está dejando sin arena de playa al resto, viene una consecuencia de pequeñas playas y municipios ideales para pasar los días en familia.
Daimuz, Guardamar, Miramar, Piles y entre ellas Bellreguard. Este pueblo es uno de esos que mantiene vivas las tradiciones. En sus parques siguen jugando a la petanca por diversión y a nivel profesional, al joc de pilota. Si te asomas a lo alto, verás cómo se sigue desarollando los colombaires, la conocida colombicultura, un deporte competitivo con palomas.
Un bar de toda la vida
Y es en ese lugar de tradición, donde hace ya más de 30 años el Bar Poma abría sus puertas. Pronto se convirtió en un imprescindible del pueblo. Y no solo de Bellreguard, sino también de las poblaciones cercanas de donde se acercan los lugareños a disfrutar del festín. De gestión familiar tiene todo lo necesario para ser considerado como lo que avanzábamos, uno de los mejores bares de toda la Comunidad Valenciana.
El Poma, como lo conocen todos, es un sitio sencillo, con su barra en la que tomar algo y una sala sin lujos, con manteles de papel y pinturas de cosas típicas como la petanca o la cazalla, adornando sus paredes. Que esa sencillez no te eche para atrás, porque lo que sale de la cocina de este espacio, es para acordarse para siempre. Personalmente siempre lo defino como el bar de mi vida, mi bar favorito y posiblemente sea el sitio al que más veces vuelvo.
Y lo hago porque allí todo es felicidad. El servicio es de aúpa, cercano, eficiente y súper amable. De esos que te reciben con una sonrisa y que conocen a cada cliente por su nombre. Y eso es lo que más nos gusta, la cercanía, el sentirnos en casa. El Poma es casa y cuando lo pruebes, lo entenderás.
Del esmorçar a la picaeta, pasando por arroces y platos fuertes
Para ello tienes que dirigirte a la Avinguda D'Alacant, 133, que es la propia nacional que atraviesa el pueblo. Allí, todos los días, a excepción de los miércoles que es cuando cierran, de 8:30 de la mañana y hasta las 12 de la noche, es donde surge la magia.
Al Poma muchos van al esmorzar, esa costumbre valenciana tan extendida y que tanto nos gusta. A los tradicionales cacaus del collaret -cacahuetes autóctonos- y a la ensalada de encurtidos con tomate y cebolla tierna, a la que se conoce como 'gasto', se unen bocadillos de tamaño respetable. De todo lo que puedas imaginar. De figatells con queso o cebolla, de sepia con picaeta, de sepionets con alioli, embutido, chivito... Y todos están, como dicen en la zona, de categoría.
En las comidas y cenas es donde el Poma sigue conquistando por el estómago. Es el sitio ideal para 'hacerse una picaeta', pedir todo a base de raciones con precios escandalosamente asequibles, dada la calidad de todo lo que sirven allí. Yo no me perdería las albóndigas, caseras y posiblemente de las mejores que probarás jamás, los sepionets que pasan por la plancha y acompañan de una salsita para mojar bien de pan, los champiñones, las huevas de sepia...
Hay mucho más. Gamba blanca, la gamba rebozada que es todo un portento, tellinas, clóchinas en temporada, croquetas de bacalao, polpet a la plancha y hasta pulpo a la gallega, por mencionar algunos. Y por supuesto, los figatells, que son caseros y que sirven en un montadito. Puedes acompañarlos con mostaza o con alioli y un apunte, con este último, tocas el cielo.
También es fantástico si lo que quieres es tomar un plato más fuerte o cualquiera de sus arroces, que preparan bajo encargo. En la carta hay carnes como las chuletas de cordero, entrecot y solomillo solos o a la pimienta o al roquefort y pescados frescos y según mercado como lenguado, atún fresco o emperador. En cuanto a los arroces, la variedad es también de halago. Desde paellas y arroces como del senyoret, a otras especialides de la zona como el arroz al horno o el arroz con costra, al que se añade huevo por encima para formar una capa esponjosa.
Para terminar por todo lo alto, prueba alguno de sus postres caseros, como el pan de calatrava, la tarta de queso o la de calabaza, acompañados de un cremaet, un café tocado de ron. Tendrás la experiencia valenciana completa.