Con el verano a la vuelta de la esquina, todos andamos como locos buscando escapadas de última hora. Y si eres de los que todavía no ha reservado sus vacaciones, te contamos cómo pasarlas en un lugar cercano, al que se puede ir en coche y que es toda una maravilla.
Hablamos de Biarritz, la coqueta ciudad costera del País Vasco francés en el que el tiempo parece haberse detenido, en aquel momento en el que era la favorita de la aristocracia europea.
No en vano, dicen de ella que es la playa de los reyes, precisamente por todos aquellos que se vieron, hace ya algunos años, arrastrados a morir de amor por ella. Y lo hicieron gracias a aquel hito de Eugenia de Montijo y Napoleón III, la construcción del mítico Hôtel Du Palais para hacer de él su residencia en los meses de verano.
Cuando el pescado es el rey
La vecina de Anglet, hoy es un paraíso para amantes del surf, de las playas infinitas y de la buena cocina. Biarritz mira al mar y por ello, no es de extrañar que la gran mayoría de sus mejores restaurantes se haya especializado en pescado y marisco.
Y uno de esos sitios en los que no fallar es el clásico Chez Albert, ubicado en pleno puerto pesquero. Se han especializado en pescados salvajes y las enormes bandejas de marisco que verás desfilar por el restaurante y sin duda, querrás probar. Llevan ostras, gambas, almejas, centolla, bígaros... Todo un festín en clave marinera que se disfruta todavía más en su terraza si el tiempo lo permite. ¿El rey del a casa? Su San Pedro y el lenguado a la plancha o meuniére.
De las embarcaciones alrededor del puerto de San Juan de Luz y de las costas que baña el Atlántico hasta la Bretaña francesa, es de donde procede todo lo que se sirve en Carøe, un lugar a medio camino entre un restaurante y un bar de tapas. El dúo danés tras él lo tiene claro, una carta para compartir, con platos que cambian casi a diario y algunos que permanecen como sus ya icónicos berberechos con sabayón de miso blanco.
Lo que fuera una antigua pescadería se transformó en Chéri Bibi. Ahora es un restaurante informal que centra sus esfuerzos en trabajar con platos de temporada e ingredientes orgánicos, con los que preparan platos, en su mayor parte vegetales. Aunque también dominan el mundo marinero y lo cuentan con fantásticos platos de pescado como su caballa con salsa verde elaborada con huevas de pescado confitadas en aceite, perejil y chalotas.
Un punto más gastronómico tiene L’Impertinent, el estrella Michelin de Fabian Feldman, que trabaja con producto de temporada y en especial, con el pescado de la lonja de Ciboure.
También Epoq de Anthony Orjollet, quien tras afianzar su otro espacio, Elements, lucha contra la estandarización de la cocina y promulga el uso de productos locales. Y eso lo hace habiendo conseguido que el 98 por ciento de todo lo que usa, sea local. Para ello se apoya en una estrecha red de colaboradores con recolectores silvestres, así como con pescadores independientes y queseros locales. Con una materia prima de excepción lo único que hace es tratarla como es debido y casi todos los productos, pasan por la brasa.
¿Un almuerzo desenfadado más allá del mundo del pescado? En Club Sandwich, un espacio que abrió el año pasado y que se especializa en sándwiches y ensaladas preparados con ingredientes locales y en vinos naturales para acompañar.
La vida, en el mercado
Biarritz, como le pasa a Anglet, tiene mucha vida. Y mucha de ella transcurre en su mercado, siendo uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. También denominado Les Halles, abre todos los días tanto para hacer la compra y llevarte a casa pescado fresco, quesos, panes o delicatessen, como para probarlas in situ.
Uno de los puestos más famosos es L’Écaillerie, especializado en frutos que brinda el mar, con un impresionante mostrador lleno de ostras, erizos de mar o gambas. Alrededor del mercado hay multitud de terrazas que en verano son siempre un sí. Son algunas como Le Bar du Marché, Lobita Café y Chistera & Coquillages, en las que más allá del poder ser un punto turístico de la ciudad, se divisa a los locales disfrutando de un vino y aperitivos.
Siempre hay hueco para un dulce
Cuando se trata del mundo dulce, Biarritz es uno de esos lugares en los que se unen la tradición repostera francesa con las influencias del País Vasco. Y esa unión se palpa en la más famosa de las creaciones de Maison Adam, una de las instituciones en la materia y sus macarons vascos.
Se trata de casi un emblema de Biarritz y son ligeramente diferentes a los que ya conocemos. ¿El personaje que los popularizó? Luis XIV. Eran sus favoritos y los tomaba siempre que visitaba esta zona al sur de Francia. La de Maison Adam es una receta crujiente por fuera, que se funde en boca con pura sutileza. Se elabora con almendras Valencia, clara de huevo y azúcar, con una receta secreta que la familia lleva atesorando desde hace más de 360 años.
Para sentirte como aquellos aristócratas y reyes que celebraban la hora del té, lo mejor es ir a Miremont. En operativo desde 1872, debe su fama no solo a su lugar privilegiado con un gran ventanal por el que lo único que se divisa es el mar, sino a todos los que por allí pasaron. Era el favorito de personajes como Alfonso XIII, Eduardo VII o la Reina Amelia de Portugal, que siempre pedía mesa junto al ventanal.
El dramaturgo francés Edmond Rostand lo resumió a la perfección en unas pocas líneas. Decía así: “a la hora del té, hay en Miremont menos pasteles que Reinas y menos babás al ron que Grandes Duques”. Allí hay que pedir dulces tradicionales como los éclairs, el gâteau basque o sus especialidades, la tarta Saint Honoré, el brownie de haba tonka y su irresistible tarta de fresas.