A apenas unos kilómetros de San Sebastián, podrás deleitarte con la calidez, tradición y saber vivir de Anglet. La llaman la pequeña California o la California francesa y eso es porque la localidad cuenta con nada menos que once playas de arena fina llenas de carácter que se extienden a lo largo de casi 5 kilómetros desde el faro de Biarritz
hasta el estuario del río Adour.
Anglet: la pequeña California francesa
Estas playas y su espíritu deportivo, la han convertido en otra de las paradas imprescindibles en un viaje por el País Vasco francés. Si el surf es su mayor reclamo -tiene dieciséis escuelas de surf, acoge eventos internacionales y el paseo marítimo se ha convertido en una especie de paseo de la fama de este deporte, la Surf Avenue- también es el lugar donde disfrutar de otros tantos reclamos.
Como conocer más de cerca el trabajo de artesanos como Erro, expertos en marroquinería que incluso organizan talleres para iniciarte en este arte, o Couteau Basque, donde Christophe Lauduique y su esposa, Séverine, son auténticos apasionados de la cuchillería. Pelota vasca, yoga y por supuesto, lo que más nos gusta en esta casa, comer y hacerlo de maravilla.
Un mercado para conquistarlos a todos
¿Puede que los mercados sean lo mejores espacios para tomar el pulso a una ciudad? Son centros donde fluye la vida diaria de sus habitantes. Así que uno de los mejores lugares donde empezar a empaparse de la cultura gastronómica de Anglet, es en su mercado, Les Halles de 5 Cantons Biltoki.
Abrió sus puertas en 2015 y desde entonces, es el punto neurálgico donde se concentra todo el sabor de una región. Porque aquí no solo se habla de Francia, sino también del vecino País Vasco español y de otras partes del mundo.
Tal y como empiezan a ser casi todos los mercados, aquí se unen los puestos de comercio con los gastronómicos. Desde artesanos que trabajan con quesos como Lait 2 Fromagers, que expone en sus vitrinas infinidad de referencias, entre las cuales probar un fantástico queso de oveja de producción local, a charcuteros como Aubard o Balme, donde trabajan con trufa y con jamón kintoa con DOP del País Vasco francés.
Y eso solo por citar algunos. Porque además de estos puestos de comerciantes de los que se pueden comprar y degustar allí mismo, el mercado tiene además una zona de cocina propiamente dicha. Allí están reclamos como la cocina del mar en Xipiron Street, las delicias de rôtisserie de Kokoko y hasta un espacio con sabor asiático, Chef Aji.
La vida gastronómica, junto al mar
Si el mercado es uno de esos sitios donde pasar el mayor tiempo posible, también lo son sus restaurantes. En cuanto a estos, las mejores opciones se encuentran junto al mar. Concretamente en el corazón del paseo marítimo y dentro del edificio de estilo art déco Espace de L'Ocean, se encuentra uno de los imprescindibles, Le Lieu.
Cuenta con una de las azoteas más bonitas de toda la costa, que abren los días de buen tiempo y donde no solo se puede tomar un cóctel o un vino mientras contemplas como los surfistas abandonan la playa al tardecer, sino también disfrutar de una cena especializada en productos del mar.
A pie de calle tienen otro espacio, el restaurante propiamente dicho, con una carta para no perderse. ¿Imprescindibles? El carpaccio de vieiras con aceite de oliva, vainilla de Madagascar y caviar y principales como las gambas rôties con salsa de citronella o la estrella de la casa, el lenguado a la parrilla que acompañan con una muselina de mantequilla y risotto de espelta.
Si en la nieve está el après ski, en Anglet tienen el après plage. Y eso es lo que practican en The Beach House, un coqueto restaurante con terraza de lo más acogedor. Su carta combina especialidades locales con platos internacionales, todo ello con influencia del País Vasco.
Esto se traduce en platos fantásticos y de temporada como unos espárragos de las Landas con berberechos de Bretaña, un caldo de pescados tipo boullabaise con un toque thai, la trucha de los Pirineos con espárragos verdes e hinojo marino o el pato del sud oest con shiitakes y pak choi.
Y más allá de comer, ¿qué tal tomar un aperitivo con vistas al mar o una comida ligera? En Anglet se hace en sus numerosos chiringuitos, cabañas de madera sobre la playa que empiezan a abrir sus puertas en temporada primaveral. Algunos nombres imprescindibles son Kostaldea en la playa Chambre d'Amour, que se ha renovado recientemente y ahora cuenta con más espacio, una cabaña sobre el mar y una carta donde triunfan los pintxos.
Buenas direcciones son también Lagunak, donde preparan hamburguesas sobresalientes, Le Sunset, con una carta ecléctica de sabores del mundo y uno de los platos más preciados por estas tierras, el chipirón vasco o Paillote Bleue, en la playa de Cavaliers, con platos de toda la cuenca mediterránea.
¿El punto dulce? Con cualquiera de las creaciones de Thyerri Bamas, que tiene espacio tanto en Anglet como en Biarritz y fue Campeón del mundo en Postres Helados en 2010, que elabora con leche Bleu Blanc Cœur de la granja Agereea en Ahetze y sorbetes de fruta fresca.
Y si quieres hacerlo en la playa, pásate por el quiosco de helados de Txomin, que tiene opciones tan refrescantes como un sorbete de leche de coco, piña, lima y un toque de ron.
Un hotel para quedarse y no salir de allí
Tras una jornada disfrutando del mar, la playa, el mercado y los mejores restaurantes de Anglet, toca descansar y el mejor lugar donde hacer es en un hotel que es destino en sí mismo, Brindos Lac & Château.
Hay hoteles y hoteles. Y este es uno de los segundos. Nada más llegar sabrás que lo has hecho a un lugar de lo más especial. Y lo es desde que se levantó. Para ello tenemos que trasladarnos a muchos años atrás. Concretamente cuando un escocés pudiente se enamoró de esta zona y concretamente, de este terreno junto al lago, uno de los lagos privados más grandes de toda Francia.
Mandó construir un château en el que pronto se celebraron fiestas y hasta desfiles de moda, convirtiéndose en todo un adalid del arte de vivre de los años 30. Pasó el tiempo y el espacio cayó en manos de un famoso jugador de rugby hasta llegar a sus actuales dueños, el grupo Millesimé, encargado de coger edificios casi históricos y traerlos de nuevo a la vida.
Lo han hecho poniendo a punto sus habitaciones, exquisitamente decoradas y donde reinan el descanso y el lujo relajado y otro de sus puntos más pintorescos, los lodges que flotan sobre el lago a los que solo se puede acceder mediante una barca eléctrica. Tiene una piscina en el exterior, un spa con jacuzzis privados y salas de tratamiento e incluso una cabaña flotante en la que realizan su ritual signature, con una duración de tres horas.
La gastronomía es otra de las puntas de lanza de este lugar. En verano abren un bar junto a la piscina, donde tomar platos ligeros y seguir disfrutando del sol, pero la verdadera joya, es su restaurante panorámico. Con ventanales de suelo a techo por los que se divisa el lago, sus chefs apuestan por una cocina de temporada y proximidad. Espárragos, trucha, ostras, pâté en croute, chacinas de una granja Baigorry, buey gallego... Y otros muchos más que forman parte de su menú.
Suman otro espacio, la Chocolaterie, donde se sirven tanto el desayuno como el brunch, además de meriendas. Este espacio en colaboración con Cazenave, el chocolatero más famoso de Bayona, es el paraíso para los amantes del dulce con sus dulces y tartas caseros, galletas o churros, además de chocolate caliente, al que añaden una pizca de sal y chantilly.
Completan la oferta con un bar sobre el muelle junto al lago y otros tantos espacios en la casa principal, de un bar escocés, homenaje a su primer dueño a un bar central, donde sus mixólogos preparan cócteles especiales creados para el hotel, con referencias como un refrescante trago a base de ginebra, puré de yuzu, tónica y un sirope de albahaca.