Las bebidas energéticas han estado en boca de todos (casi literalmente) durante los últimos años. Sobre todo, y por desgracia, incluyendo a la población infantil. Las empresas detrás de estas sustancias han logrado que su consumo se vea como algo cool, y lo han asociado a vitalidad, energía, y otras tantos supuestos efectos basados en el marketing.
La cuestión es, ¿realmente las bebidas energéticas cumplen lo que prometen? ¿qué ingredientes son realmente los que otorgan ese chute de energía a dichas bebidas? ¿deberían tener una legislación con más mano dura sobre ellas y moderar su venta a los más pequeños? Hoy repasaremos, en primer lugar, qué hay de verdad en la energía de las bebidas energéticas (sobre todo sus mitos), qué riesgos asocian tales bebidas según los estudios científicos, y por qué no deben mezclarse bebidas energéticas con alcohol.
Bebidas energéticas: la cafeína es la energía, y el problema
Durante los últimos años se han producido diversos casos de muertes en adolescentes a causa de un exceso de consumo de cafeína, en gran parte de las ocasiones culpando a las bebidas energéticas de forma directa. La realidad es que en todos los casos hubo más factores a parte de dichas bebidas (tanto el exceso de cafeína de las mismas, como la rapidez en beberlas, como otros factores a tener en cuenta que probablemente muy pocos medios se dedicaron a analizar).
La cuestión es que estas bebidas contienen multitud de ingredientes a los que la publicidad ha asociado su supuesto chute energético: taurina, ginseng, guaraná, l-carnitina… y así una larga lista de múltiples ingredientes. Sin embargo, ninguno de ellos es el responsable de dicha energía.
Por un lado, la taurina no tiene dicha función. Se trata de un tipo de ácido que ayuda a la formación de la bilis fabricada en el hígado y se encuentra de forma natural en muchos alimentos. Tras el hecho de que algunas marcas de bebidas energéticas ligaran sus efectos a esta sustancia, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió un informe en 2011 negando todos los supuestos efectos positivos de la taurina. En definitiva, no ayuda a dar energía, ni mucho menos.
Lo mismo sucede con el Ginseng, otro ingrediente vanagloriado en las bebidas energéticas que fue desmontado por parte del Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la Unión Europea, en cuyo informe afirman que no existe evidencia científica de que tal ingrediente ayude a solucionar el cansancio.
El caso es similar en la sustancia Guaraná y la L-Carnitina. Ninguno de todos estos ingredientes es el responsable de la energía asociada a las bebidas energéticas: no nos ayudan a recuperarnos del cansancio, ni aumentan la resistencia, ni mejoran la capacidad cognitiva, ni nada de nada.
El responsable del chute energético, entre otros, es la cafeína. Según un informe de la EFSA del pasado año 2011, en dosis de como mínimo 75 mg de cafeína, sí existen mejoras en la cognición, el aumento de atención, la mejora de la memoria y el aprendizaje. De hecho, la cafeína también ha demostrado aumentar la resistencia al ejercicio físico (tanto aeróbico como anaeróbico) disminuyendo la sensación de cansancio.
Para que nos hagamos una idea, una taza de café estándar puede contener entre 90 mg y 120 mg de cafeína en total. Una bebida energética común, por cada 100 ml, contiene entre 30 y 36 mg de cafeína. La cantidad mínima de cada una de estas bebidas oscila entre los 200 ml hasta los 500 ml de algunas latas, lo que implicaría consumir un mínimo de 60 mg de cafeína en algunos casos hasta los 180 mg de cafeína en otros. Y, si a esto añadimos el hecho de cada vez son más las marcas que ofrecen el formado de 500 ml, está claro que se supera por más del doble la dosis mínima de cafeína necesaria para sentir los “efectos energéticos”. Finalmente, cabe tener en cuenta que no es recomendable exceder los 300 mg de cafeína diarios. Y si se toman dos latas de 500 ml de cualquier bebida energética, se superan con creces. Aunque, según los datos de los que disponemos hasta ahora, para llegar a una dosis letal de cafeína se deben consumir 192 mg de cafeína por kilogramo de peso corporal. Y esto es bastante complicado.
Finalmente, cabe destacar la elevada cantidad de vitaminas del grupo B que contienen estas bebidas (Niacina, Ácido pantoténico, Vitamina B6 y Vitamina B12). Curiosamente, el consumo de dichas bebidas sí ha demostrado producir también todas las mejoras cognitivas y sobre el cansancio que también produce la cafeína (siempre y cuando se encuentren en una cantidad superior al 15% de CDR), por lo que podríamos decir que ambas sustancias ayudan a producir dichos efectos. Pero ninguno de los otros ingredientes, tan publicitados, ha demostrado colaborar en absoluto.
Los riesgos asociados a las bebidas energéticas
Además del mencionado posible exceso de cafeína, las bebidas energéticas se acompañan de otros posibles excesos dignos de interés por ser perjudiciales para la salud.
El azúcar contenido en las bebidas energéticas puede contribuir a un aumento de peso corporal, pues se trata de auténticas bombas calóricas. Por otro lado, tanto el azúcar como la cafeína pueden contribuir a un riesgo de adicción a dichas bebidas (de la misma forma que ambas sustancias provocan adicción por separado).
El exceso de cafeína, por su lado, ha demostrado ser capaz de aumentar la frecuencia cardíaca y contribuir a estados de hipertensión arterial, algo que en última instancia provocaría daños a nivel del corazón. En algunos casos, y según determinadas circunstancias, este exceso incluso podría colaborar en precipitar un infarto de corazón.
Por otro lado, dicho exceso de cafeína, a lo largo del tiempo, puede dar lugar a temblor muscular y espasmos inexplicables, alteraciones del sueño, ansiedad, nerviosismo e irritabilidad. De hecho, incluso se han relacionado con un mayor porcentaje de lesiones cerebrales.
Por qué no deben mezclarse bebidas energéticas y alcohol
Aunque son muchos los que han barajado la hipótesis de que mezclar bebidas energéticas y alcohol es dañino por sus efectos contrarios (las bebidas altas en cafeína producen activación y el alcohol produce un estado de “depresión” cerebral), la realidad es que su mezcla no es dañina por otras razones.
Según un estudio publicado en Advances in Nutrition en 2015, la mezcla de bebidas energéticas y alcohol produciría un aumento de deseo por el alcohol y enmascararía los signos de embriaguez. Existiría, por tanto, no solo un riesgo para la salud personal sino también para la salud pública en general.
Ambos efectos colaborarían en que aumentase la probabilidad de acabar llevando a cabo conductas de riesgo (como conducir borracho creyendo que no existe tal nivel de embriaguez); según el estudio, la mezcla de ambas sustancias aumenta la propensión a dichas conductas hasta cuatro veces respecto a los que no las mezclan (y beben solo alcohol, por separado).
Asimismo, esta revisión afirma que la mezcla de alcohol y bebidas energéticas aumentan el daño cerebral en adolescentes y sus visitas a urgencias.
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