A medida que las grandes ciudades aumentan de tamaño y atraen a más personas, se van volviendo más solitarias. Conocer a los vecinos con los que sólo nos separa un tabique o tener un librero de confianza que sepa nuestros gustos son pinceladas de un estilo de vida que está desapareciendo. La soledad no deseada se extiende en España, pero también en el resto de países del mundo e instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Unión Europea (UE) se han puesto en marcha para paliar sus peores efectos.
La soledad no deseada no sólo entristece o aburre al que la padece, sino que sus consecuencias parecen ser más graves. En los últimos años, algunos estudios la han vinculado con enfermedades tan graves como el infarto de miocardio, el ictus, la angina de pecho, la diabetes y, por supuesto, con trastornos de salud mental. Como consecuencia, las personas afectadas pierden calidad de vida y aumenta su riesgo de discapacidad: al final, la soledad no deseada le cuesta a España más de 14.000 millones de euros cada año.
Este dato proviene del informe El coste de la soledad no deseada en España del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES). Esta institución, que pertenece a la Fundación ONCE, realiza informes todos los años, pero este último ha cambiado su perspectiva sobre esta problemática. "El año pasado preguntamos a personas cómo perciben que la soledad afecta a su alrededor, pero este año hemos preguntado si sienten ellos la soledad no deseada. Y nos han preocupado los más jóvenes especialmente", explica Lydia González, de la secretaría técnica de SoledadES.
Jóvenes solitarios
El estudio ha concluido que hasta el 13,4% de los españoles siente soledad no deseada y, de todos los grupos de población, las personas entre los 16 y los 24 años son las más afectadas. El 21,9% de estas personas afirman sentir soledad no deseada y se llevan hasta cinco puntos con el siguiente grupo de población más afectado, las personas entre los 25 y los 34 años. "Los grupos más sensibles a la soledad no deseada son las personas mayores y los jóvenes. En el caso de los jóvenes, vemos a muchos pacientes en mi hospital que crean vínculos más inestables por la falta de contacto cara a cara", destaca Patricia Fernández Martín, psicóloga clínica del Hospital Ramón y Cajal.
El aumento de la dependencia de los jóvenes a la tecnología, incluso en las actividades de ocio, es el principal culpable de esta falta de contacto cara a cara, "que es donde se desarrollan las neuronas espejo y la cognición social, la empatía. Al final son cerebros que están madurando y las redes sociales son una manera muy artificial de conectar", advierte Fernández Martín. González, por su parte, explica que SoledadES está investigando cuál puede ser la razón de estos malos resultados entre los jóvenes. Apunta a que el desarrollo de la personalidad propio de la edad, la exposición al bullying —exacerbado por las redes— y no saber a quién recurrir pueden ser factores que les hacen más vulnerables.
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La soledad no deseada no está considerada como una enfermedad, pero sí que se trata de un factor de riesgo que puede disparar la depresión y la ansiedad. Las personas que son más vulnerables a estas dos condiciones y también las personas con trastornos de la personalidad y esquizofrenia pueden verse más afectadas por esta problemática. En cualquier caso, la soledad por sí misma no siempre es mala y cuando es deseada puede ayudarnos con la creatividad y el autoconocimiento. El sentimiento de soledad es, por tanto, relativo, pero no por ello menos dañino en algunas circunstancias.
Los más mayores
En este sentido, la psicóloga explica que hay tres tipos de soledad. Las soledades social y emocional se experimentan cuando las personas tienen una pequeña red de apoyos y cuando, a pesar de estar acompañados, las personas no tienen seguridad para verbalizar su día a día, respectivamente. Estos dos tipos de soledades son a las que estos jóvenes pueden ser más susceptibles. Las personas mayores, dice Fernández Martín, son más vulnerables a la soledad existencial, que es más frecuente en personas que han perdido a otras, que sienten que la vida ha perdido sentido.
"Hemos visto que hay diferencias entre la soledad no deseada y el aislamiento social", explica Lydia González. "Es verdad que las personas mayores están más solas, tienen menos redes de apoyo porque van perdiendo a otras personas, pero puede ser que tengan más herramientas que los jóvenes para enfrentar la soledad". En este sentido, la psicóloga destaca que sí se ha observado personas que envejecen siendo más resistentes a la soledad. Son aquellas personas con un bagaje cultural, que disfrutan de la pintura, la lectura u otras actividades solitarias que, de hecho, enriquecen la soledad.
"Tenemos que entender que la soledad es inevitable en algunos momentos de nuestra vida. Hay que aceptar el momento vital en el que nos encontremos: todos vamos a enfrentarla y en terapia se trabajan estrategias de afrontamiento, que te ayudan a convivir mejor con la soledad y a aprender que hay diferentes maneras de combatir el sentimiento", apunta Fernández Martín. "La soledad también es buena, la podemos reconvertir en una experiencia más serena si buscamos darle sentido y utilizar mejor el tiempo".
Crear barrio
En cualquier caso, la soledad también está muy vinculada a nuestro contexto: en algunos momentos la sociedad puede influir en que esta sensación duela más. Un ejemplo es la Navidad, que se encuentra a la vuelta de la esquina. "Es realmente difícil calcular cuántas personas mayores pasan solas la Navidad. Es una época en la que hay muy buenas intenciones de ir a visitar a los mayores, pero que no siempre se cumplen", explican desde SoledadES. "No es obligatorio sentirse bien en Navidad, inevitablemente te conecta con sentimientos de pérdida y de anhelos", explica Fernández.
Si pasas la Navidad solo, la psicóloga recomienda ser consciente de nuestras necesidades: "puedes ponerte al día con la casa, hacer un viaje o llamar a una asociación. A veces pensamos 'bueno, ya llegará la Navidad y veré cómo me siento', pero sí para ti la Navidad es una época sensible, planifica". De todas formas, la experta advierte de que cada vez hay más fenómenos ambientales que hacen que más gente sienta soledad: cada vez somos más individualistas, vivimos más solos, se pierden los rituales sociales o no participamos en las actividades comunitarias.
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¿Qué podemos hacer por las personas que sienten soledad no deseada? Acercarnos a ellas, participar en voluntariados intergeneracionales o compartir nuestra vivienda. Tanto Lydia González como Patricia Fernández Martín coinciden en la importancia de volver a crear barrio: "Es importante crear vínculos sanos y estables, pero también informales. Algo tan simple como hablar con la panadera del supermercado ayuda a combatir los sentimientos de soledad, según algunos estudios", explica la psicóloga.