Jorge Luis Borges escribió que el peor de los pecados que un hombre podía cometer era no ser feliz. "No me abandona. Siempre está a mi lado. La sombra de haber sido un desdichado", versó. Las líneas del poeta no van dedicadas a ningún tema de salud, pero realmente son de lo más apropiadas para abordar un asunto crucial sobre ella: estar sólo o infeliz pone en grave peligro la vida de una persona.
La evidencia científica que se agolpa sobre esta cuestión es cada vez más abundante. El último estudio acaba de ser publicado en la revista Jama Neurology y según asegura la soledad no deseada aumenta un 37% las probabilidades de sufrir párkinson. "Los hallazgos se suman a la evidencia de que la soledad es un determinante psicosocial sustancial de la salud", sentencian los autores. A la luz de sus hallazgos, piden medios para acabar con esta epidemia.
Los últimos datos de El Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada indican que un 10,9% de los españoles se ha sentido solo en el último año. Las cifras no son más halagüeñas si se pone una mirada global. Según se hacen eco desde los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), en países occidentalizados más de una tercera parte de los adultos de 45 años o más se sienten solos. La propia OMS se ha manifestado al respecto: "El aislamiento social y la soledad se reconocen cada vez más como un problema de salud pública prioritario".
El estudio de Jama ha sido el primero en determinar una asociación entre párkinson y soledad no deseada, pero como se avanzaba antes, hay más evidencia en relación con otros problemas de salud. De ahí las palabras de la OMS.
Sin ir más lejos, este mismo año se publicaba una investigación en la revista PLOS ONE que determinaba que la sensación subjetiva de soledad y la falta de apoyo social influyen en el desarrollo de demencia.
Ninguno de los estudios ha sido capaz de determinar los motivos por los que estar solo afecta al desarrollo de trastornos neurodegenerativos. Se aduce, entre otras cosas, a que las personas que suelen experimentar soledad tienden hacia comportamientos perjudiciales para la salud, como puede ser el sedentarismo.
Protección para el cerebro
"La sociabilización, el tener relaciones con otras personas, está vinculado a una mejor salud mental, lo que tiene una asociación positiva con estas enfermedades", indica por su parte Bryan Strange, director del Laboratorio de Neurociencia Clínica de la Universidad Politécnica de Madrid.
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Lo que ha podido comprobar este profesional es que las relaciones sociales parecen tener un efecto protector en el cerebro: "En nuestras investigaciones, hemos encontrado en España más grupos de superenvejecedores —personas que a los 80 tienen un cerebro de 50— que en otros lados y nuestra hipótesis es que aquí la vida es mucho más sociable que en otros países, pudiendo esto marcar la diferencia".
A falta de datos que lo demuestren, esto es una sugerencia, aunque hay algunos indicadores que lo podrían corroborar. Por ejemplo, según Eurostat, la media de la Unión Europea de personas que no tienen a nadie con el que hablar de asuntos personales se sitúa en un 6%. Mientras, en España está en un 2,2%.
En cualquier caso, la comunidad científica incide en que la soledad no deseada será un serio problema de salud pública que habrá que afrontar en unos años, sobre todo porque se cree que desde la pandemia de la Covid esto ha sido un drama que se ha exacerbado. En palabras de la OMS: "El efecto del aislamiento social y la soledad sobre la mortalidad es comparable al de otros factores de riesgo bien establecidos, como el tabaquismo, la obesidad y la inactividad física".
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Sobre esa frase planea otras de las plagas de la soledad: el daño cardiovascular. La American Heart Association emitió una declaración en 2022 en la que apoyaba que el aislamiento social está relacionado con un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio, por lo que pedía especial atención a esta población de riesgo. "Existe evidencia sólida que vincula el aislamiento social y la soledad con un mayor riesgo de empeoramiento de la salud cardíaca", declaró Crystal Wiley Cené, la encargada de la redacción científica de la carta.
Comportamientos nocivos
En esta línea, una revisión sistemática publicada en BMJ llegó a concluir que las personas que sienten aislamiento social tienen entre dos y tres veces más riesgo de fallecer tras sufrir un infarto de miocardio. Los tiros entre lo uno y lo otro van dirigidos hacia la relación entre la soledad y poca tendencia al autocuidado. No en vano, otro estudio de Jama Surgery alertaba de que afectaba de una forma negativa a la evolución postoperatoria.
"Los comportamientos nocivos asociados a una mayor mortalidad son más frecuentes en las personas solitarias o aisladas. Tanto las personas solitarias como las socialmente aisladas son más propensas a fumar, beber alcohol y tomar decisiones alimentarias inadecuadas. Es menos probable que salgan de casa con regularidad para hacer ejercicio y tienen una mala adherencia a la medicación prescrita", concluía a la par un estudio británico sobre el tema.
La soledad se dibuja así como uno de los mayores enemigos de la salud cardiovascular, aunque no se puede dejar de lado el gran damnificado de este problema: la salud mental. Una revisión publicada en Nature Human Behaviour advertía que la soledad incrementaba el riesgo de morir por cualquier tipo de causa en un 14%. Entre otras explicaciones, los autores concluían en que la incidencia de depresión es mayor entre las personas que se sienten solas.
"La verdad es que es alucinante la prevalencia de gente que vive absolutamente aislada y cómo ha ido creciendo en los últimos años", enuncia Víctor Pérez, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. "Hay que asumir la relación entre soledad y enfermedad mental, pero también que las enfermedades somáticas empeoran cuando el paciente se siente solo".
El profesional, como trabajador en el ámbito de Barcelona, refiere por ejemplo un estudio que realizaron allí y que demostraba que la esperanza de vida de una persona con soledad no deseada era de seis años menos. "El mal de la soledad nos hace mucho mal", lamenta.