El virus del sida irrumpió por primera vez en el verano de 1981. En ciudades como Nueva York, de repente, decenas de jóvenes morían de infecciones que su sistema inmunológico debería haber evitado. Cinco años más tarde, se puso nombre al causante de esta enfermedad letal: virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). En esos años, sobrevivir era casi una quimera. Pero muchos lo hicieron. Ahora, su problema es otro.
"Con el tiempo, hemos aprendido que la infección por VIH produce un envejecimiento prematuro", indica Luis Buzón, jefe de Medicina Interna del Hospital Universitario de Burgos y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
La afirmación plantea un gran reto. Según calcula ONUSIDA, el programa de las Naciones Unidas para coordinar las actividades de los distintos organismos de la ONU en su lucha contra la enfermedad, en la última década, el porcentaje de personas seropositivas con más de 50 años ha pasado del 8% al 50%. Para 2030, serán el 75%. Con una alta proporción de medicamentos capaces de poner a raya a la enfermedad, la cuestión es ahora descifrar cómo es ese envejecimiento prematuro, por qué se produce y cómo ponerle freno.
Los números sobre cómo se acelera el reloj biológico varían en función de si el virus está tratado o no. Evidentemente, la parte más dramática se la lleva el segundo escenario. Según un estudio publicado en Lancet Healthy Longevity, este envejecimiento prematuro es de hasta seis meses por cada año que pasa. En el primer caso, otra investigación, esta vez de iScience, advertía que en los primeros años de la infección había una aceleración epigenética que iba desde 1,9 a 4,8 años.
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En busca del porqué
Lo que no está claro del todo es por qué se produce esta situación. "En principio, parece que en los pacientes con infección por VIH, aunque el virus esté controlado y tenga una carga viral detectable, se produce un estímulo continuo de inflamación y esa inflamación crónica hace que el envejecimiento sea más acelerado", explica María José Núñez, del servicio de Medicina Interna del Hospital Clínico San Carlos.
Sus palabras encajan con una publicación que acaba de ser presentada en el marco del XIV Congreso Nacional GeSIDA. Según constata, las personas con infección por VIH tienen alterados los niveles de una molécula concreta de ARN relacionada tanto con el envejecimiento como con la inflamación. Sus resultados indican que esta molécula continúa alterada a pesar de recibir tratamiento antirretroviral.
"Hay muchas líneas de investigación al respecto, pero sabemos que se produce un proceso de envejecimiento celular prematuro", añade Buzón, que también alude a la hipótesis de la inflamación: "La infección crónica por VIH, sobre todo sin tratar, pero también la tratada, puede tener un pequeño fondo de inflamación crónica, un fenómeno biológico que se asocia a una serie de patologías".
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El médico acaba de descifrar la otra parte del problema. No es sólo que se produzca un envejecimiento acelerado, sino que estos pacientes tienen muchas más probabilidades de sufrir otras enfermedades que interfieren en este proceso. "Los pacientes con VIH tienen más riesgo vascular por el simple hecho de estar infectados", apunta Buzón.
Por tanto, la existencia comorbilidades es otra de las hipótesis que se baraja para despejar el misterio del envejecimiento prematuro de las personas seropositivas. Las más frecuentes son la dislipemia (alteración de los lípidos en sangre), hipertensión arterial y diabetes mellitus y lo más frecuente es que una persona padezca más de una.
Más enfermedades y antes
Estos trastornos, a su vez, son factores de riesgo para patologías mucho más severas. Según investigaciones recogidas por el Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH, hasta el 59% de las personas con VIH de mediana edad padece deterioro cognitivo, el 45% posee un riesgo elevado de sufrir una enfermedad coronaria, el riesgo de enfermedad hepática es ocho veces mayor y el de insuficiencia renal 3,5 veces superior. La osteoporosis es otra enfermedad secundaria muy destacada, además del cáncer de pulmón.
También está el drama de que aparecen antes en los afectados por el virus que en el resto de la población: "Enfermedades que aparecen a lo mejor con 60 o 70 años, en ellos empiezan a partir de los 50".
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La consecuencia de todo esto es que la esperanza de vida de las personas con VIH es de hasta ocho años menos que la del resto de la población. Como recoge un documento elaborado por el Ministerio de Sanidad, el 68% de las muertes en los hombres y el 78% de las muertes en las mujeres son por causas diferentes al VIH o SIDA, siendo el cáncer de pulmón el más frecuente.
"Por eso, en estos pacientes, la coexistencia de factores de riesgo como hipertensión, diabetes, colesterol o tabaquismo, hay que tratarla de manera superagresiva", insiste Buzón. "No tenemos ninguna manera de actuar sobre ello más allá de la medicación antirretroviral y controlar la replicación viral".
Nuevos tratamientos
Al igual que su compañero, Núñez aclara que esta es la única vía que se tiene para poder paliar esta situación: controlar los factores de riesgo. "Esto no sólo lo tienen que hacer los pacientes de VIH, sino toda la población, eh", añade puntillosamente.
La buena noticia es que la aparición de los nuevos antirretrovirales ha ganado mucho terreno a la calidad de vida de los pacientes y el propio documento de Sanidad advierte que los que comenzaron a ser tratados con los últimos medicamentos tienen una esperanza de vida mucho mayor.
"Los tratamientos que usábamos antiguamente, antes del 97, sí que eran tóxicos y producían muchas interacciones con otros fármacos, pero realmente los tratamientos que se usan ahora parecen muy limpios", deja como nota positiva la experta.