Vivimos en la edad dorada de las infecciones de transmisión sexual. A excepción del VIH, todas están creciendo de forma incontrolada desde hace años, especialmente la gonorrea, que está viviendo una explosión de casos en España. A su ritmo también crecen su resistencia a los antibióticos actuales. Sin embargo, hay una puerta abierta a la esperanza: los ensayos de un nuevo medicamento, impulsados por una ONG, ofrecen los primeros resultados positivos en mucho tiempo.
Para contextualizar el problema: en 2020 se registraron en el mundo 82,4 millones de nuevos casos de gonorrea, enfermedad provocada por la bacteria Neisseria gonorrhoeae. La OMS pretende reducir esa cifra a 8,23 millones en 2030 pero se encuentra con un grave problema, los brotes de cepas resistentes. De hecho, cada vez se detectan más casos de 'supergonorrea', como denomina a aquella a la que ya no le hacen efecto los tratamientos clásicos.
Desde los años 80 se ha ido extendiendo esa resistencia. Tetraciclinas, asociaciones de sulfonamidas y trimetoprim o quinolonas ya han sucumbido ante nuevas cepas detectadas en Japón, Australia, Francia, Reino Unido o Suecia.
La terapia estándar hoy en día es la ceftriaxona en combinación con azitromicina. Pero ya ha habido casos de resistencia a la primera en Dinamarca, Francia, Japón y Reino Unido.
Aunque la mayoría de casos en el mundo ocurren en África, las tasas de contagios en la Unión Europea han aumentado en los últimos años. España tiene especial protagonismo: tras ir bajando el número de casos a finales del siglo pasado, a partir de 2002 ha vivido un crecimiento imparable.
Según el informe sobre vigilancia epidemiológica de las infecciones de transmisión sexual en España del Instituto de Salud Carlos III de 2021, el último disponible, en los siguientes 20 años el número de casos se ha multiplicado por 20. Las cifras actuales son de 15.338 notificaciones y una tasa de 32,41 casos por 100.000 españoles.
[Alerta por la propagación de una 'supergonorrea': "Es un grave problema de salud pública"]
"Es una infección que está aumentando no solo entre la población de hombres que tienen sexo con otros hombres", advierte Jordi Casabona, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), "sino también en la población heterosexual y en la más joven, especialmente adolescentes".
No se trata de una enfermedad mortal pero sí puede acarrear, de no ser tratada correctamente, graves problemas, "sobre todo en las mujeres". Esterilidad, embarazos ectópicos y abortos, pero también inflamación que puede causar dolor agudo y crónico, así como una mayor transmisión del VIH.
Con este panorama, hace unos años apareció el primer antibiótico en décadas para tratar las infecciones gonocócicas. Se llama zoliflodacín y había sido desarrollado incialmente por Entasis Therapeutics, una filial de AstraZeneca.
Alianza entre una ONG y una farmacéutica
En 2018, un estudio en 179 personas financiado por el instituto público de salud de Estados Unidos obtuvo buenos resultados, pero ahí paró el desarrollo clínico de este fármaco. El pequeño tamaño del ensayo no era suficiente para optar a la aprobación regulatoria.
Han pasado cinco años hasta que el medicamento recibiera un nuevo impulso por parte d ela organización suiza sin ánimo de lucro Global Antibiotic Research and Developement Partnership (GARDP), que se alió con Entasis para llevar a cabo un nuevo ensayo, esta vez con 930 personas con gonorrea procedentes de Sudáfrica, Tailandia, Estados Unidos, Bélgica y Países Bajos.
Los pacientes se dividieron en dos grupos: uno recibió zolidoflacín y el otro ceftriaxona. El fármaco experimental era tan efectivo para curar la infección como la terapia estándar. Además, era tan seguro y bien tolerado como la ceftriaxona.
[¿Estamos convirtiendo en indestructible a la gonorrea?]
Ninguno de los casos del estudio estaban causados por cepas resistentes a los antibióticos actuales, pero experimentos en laboratorio han mostrado que estas son sensibles al nuevo fármaco. Ojo: también se han visto casos de desarrollo de resistencias a zoliflodacín pero, igualmente, solo en el laboratorio.
"Los bichos se adaptan rápido", explica Casabona. "Cuando se usan tratamientos de forma masiva, incorrecta y constante, las bacterias que sobreviven a ellos se van seleccionando. Por eso hay que tener pautas de tratamiento muy bien definidas".
El especialista subraya esto último: cualquier antibiótico, por bueno que sea, si se usa mal puede acabar generando resistencias. "Hay que pautar muy bien los criterios de uso de este futuro fármaco".
No obstante, Casabona se muestra optimista. "Es una noticia esperada en la comunidad científica y médica", afirma. Además, y esto es muy importante para él, "se ha promovido desde una asociación sin ánimo de lucro en colaboración con la industria farmacéutica, lo que debería facilitar su comercialización".
En casos de enfermedades raras o aquellas que afectan principalmente a países de bajos ingresos, el bajo interés económico hace que muchas grandes farmacéuticas desechen proyectos. Por eso este partenariado con GARDP es tan importante, "es un modelo que puede servir para el desarrollo de otros productos" facilitando los ensayos clínicos –que tienen un alto coste– cuando el capital se muestra reticente.