'Yonkis' del peligro: así funciona el cerebro de las personas adictas a las emociones fuertes
'Arriesgado' es como expertos definen el viaje del Titan. Aun así, hubo gente que quiso participar. Psicología y neurociencia tienen mucho que decir.
23 junio, 2023 03:12"El arriesgado viaje de turistas al Titanic", "una aventura tan exclusiva como arriesgada", "un viaje de aventura arriesgada para millonarios". Estas son algunas de las frases con las que la prensa ha hecho referencia al Titan, la nave submarina que prometía a sus pasajeros visitar los restos del Titanic. William J. Broad, periodista científico, recordaba en The New York Times que en 1993 él mismo participó en una expedición similar. "No sólo me reveló un mundo extraterrestre, también por qué la gente se involucra en actividades tan arriesgadas".
En su caso, no estaba visitando el Titanic, sino que la expedición se realizaba con fines científicos. Para él, la experiencia fue curiosa, pero entendió que hubiera profesionales que arriesgaran su vida para completar su trabajo. En las profundidades del mar, por lo visto, hay cosas que sólo pueden resolver los humanos. Sin embargo, más allá de lo laboral, su pregunta sirve para abrir un debate sobre la asunción de riesgos. Si los pasajeros del Titan conocían el peligro, por qué dijeron sí. Qué impulsa a un humano poner en juego su vida por objetivos casi imposibles.
"En realidad, no es tan extraño que esto suceda", apunta a EL ESPAÑOL Guillermo Fouce, profesor de Psicología de la Universidad Complutense y presidente de la fundación Psicología sin Fronteras. Según el experto, este tipo de pautas se ven también reflejadas en otros comportamientos, desde algo tan inocente como montarse en una montaña rusa, hasta conductas peligrosas como el consumo recreativo de drogas. "Hay gente que puntua más en el riesgo y otros menos", prosigue.
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Exponerse a situaciones potencialmente amenazantes es una conducta difícil de explicar. Fouce señala que hay quien piensa que puede ser una variable de la personalidad, aunque matiza que "existen dudas" al respecto.
Buscadores de sensaciones
Su asociación con la identidad surge del trabajo del psicólogo estadounidense Marvin Zuckerman, quien propuso la existencia de un rasgo de la personalidad al que bautizó como "buscador de sensaciones". En él, se aúnan personas que tienen un marcado deseo por experimentar sensaciones nuevas y más propensas a exponerse a distintos tipos de riesgos.
Según las investigaciones del psicólogo, ser o no ser un buscador de sensaciones se relaciona con factores genéticos, biológicos y ambientales. Por ejemplo, en uno de sus trabajos, La psicofisiología de la búsqueda de sensaciones, descubrió que en las personas con menos tendencia al riesgo activaban estrategias defensivas cuando se aceleraba su ritmo cardíaco. Mientras, en las personas con gusto por las sensaciones fuertes, se activaban con mayor facilidad las estructuras cerebrales relacionadas con la recompensa y la satisfacción.
"Desde una variable cercana al condicionamiento de la personalidad hablaríamos del gusto por el riesgo, por la adrenalina, que nos da energía", expone Fouce.
La adrenalina es una hormona que se libera en situaciones de alerta o tensión y permite que el cuerpo reaccione ante un peligro potencial, brindando energía a nuestros músculos y al resto del cuerpo. A este chute, le sigue la liberación de dopamina, el neurotransmisor cerebral asociado a las sensaciones de placer y bienestar.
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Sobre la dopamina y el riesgo existe una importante investigación de 2016 publicada en Nature. Investigadores de la Universidad de Stanford comprobaron, a través del estudio de ratas, que la tendencia hacia el riesgo o la seguridad en la toma de decisiones depende del núcleo Accumbens, la misma región que dicta si estamos ante una sensación positiva o negativa.
En base a sus hallazgos, las personas con tendencia al riesgo tendrían un pequeño grupo de células nerviosas más receptivas a la dopamina.
Necesidad de ir a más
El problema es que, para volver a experimentar la misma sensación de esa primera liberación de dopamina, la intensidad debe ir a más. Por eso, algunas personas se ven en la necesidad de asumir más riesgos.
De hecho, los psiquiatras Juan Adès y Michel Lejoyeux, en su libro Las nuevas adicciones, plantean que la asunción de riesgos extremos es también un proceso de adicción, en el que la persona tiene una falsa idea de control. No en vano, Fouce señalaba que el consumo de drogas como una conducta de riesgo.
No obstante, no es cuestión de demonizar todo el riesgo. Como apostillaban los investigadores del estudio de Nature, la ventaja evolutiva de esta actitud guarda relación con lograr una recompensa mayor que la obtenida con actitudes más comedida. "Como especies, no hubiésemos llegado tan lejos sin ella", sentencian. Sin embargo, un exceso y no deliberar adecuadamente en las consecuencias puede ser perjudicial. Como remacha el trabajo y, desgracidamente, se ha comprobado con el Titan, puede acabar en "accidentes, adicciones y fracasos financieros".