Ni lunáticos ni depravados: así son las personas a las que les fascina lo macabro
Los amantes del género son tachados de personas sin empatía —y de cosas peores—. La ciencia ha demostrado que no es así.
22 agosto, 2022 02:27Todo aquel que haya visto Tesis recordará cómo empieza la mítica película de Amenábar. Ángela, la protagonista, viaja en un vagón del metro de Madrid. De repente, todos los pasajeros deben bajar de él. Alguien se ha suicidado tirándose a las vías. Mientras la muchedumbre sale del andén, ella siente la necesidad de mirar. El alto de un guardia le impide que lo haga. Ese impulso, esa sensación de contemplar lo horrible, es el morbo.
A diferencia de cómo se emplea habitualmente la palabra 'morbo', por ejemplo, para hablar del interés que generan realities shows televisivos, la curiosidad morbosa es el término científico que se utiliza para designar la fascinación por el horror y lo macabro. Este campo de estudio se ha convertido en la materia principal de Coltan Scrivner, psicólogo y miembro del Instituto de Estudio de la Mente y la Biología de la Universidad de Chicago.
El investigador acaba de publicar un trabajo —que todavía se encuentra pendiente de revisión— sobre el morbo y su nexo con aspectos psicológicos humanos, como la predilección por teorías de la conspiración, algo a lo que, al parecer, va muy unido.
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El estudio del morbo, aunque no es un campo muy explorado, viene de antaño. Ya en la antigua Grecia generaba fascinación. Hace más de 2.000 años, Platón lo inspeccionaba a través de la historia de Leontius, un hombre que, mientras caminaba por las murallas de su ciudad, vio en los bajos una pila de cadáveres apilados. Enseguida, le vino el deseo de mirar, pero sintió repulsa de sí mismo por hacerlo. ¿Qué fue más fuerte? Como diría Oscar Wilde, no hay mejor manera de vencer la tentación que dejarse arrastrar por ella. Leontius miró.
La pregunta es ¿por qué lo hizo? ¿A qué responde el impulso del morbo? Pues bien, Scrivner ha encontrado la respuesta a esta cuestión. El científico pone como referencia al mundo animal, en concreto a la relación depredador-presa. El instinto de supervivencia hace que los eslabones más débiles de la cadena exploren el comportamiento de los más fuertes, les observen cazando y vean cómo logran atrapar a sus presas. Según Scrivner, esto es algo que también se da a nivel humano. Desgraciadamente, hay depredadores humanos: asesinos, violadores, secuestradores, etc.
Un trato mental
"Los humanos tenemos la capacidad de simular situaciones y aprender sobre una situación peligrosa sin riesgo de lesiones", escribe el científico. "Este es el núcleo de por qué nos gustan los thrillers violentos, el terror y el crimen real, nuestras mentes son engañadas para pensar que están obteniendo un buen trato: una oportunidad de aprendizaje".
Es decir, según Scrivner, cuando alguien elige ver un True Crime en televisión, lo que su mente cree que está haciendo es un aprendizaje sobre depredadores humanos, algo así como cuando el agente del FBI John Douglas escuchaba las historias de Edmund Kemper, el asesino de colegialas.
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La teoría no es suya. Ya en 2017, la psicóloga Suzzanne Oosterwijk, de la facultad de Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Ámsterdam, planteó en una investigación publicada en Plos One que las personas pueden sentir curiosidad por los estímulos negativos porque les permiten adquirir conocimientos sobre el mundo. La sensibilidad a la información negativa es, así, una adaptación evolutiva y brinda a la gente conocimientos que son útiles para enfrentar futuras situaciones desfavorables.
Scrivner pone un ejemplo bastante esclarecedor para dilucidar qué quiere decir esto: "Yo no quiero estar en un accidente de coche para saber lo grave que es, pero necesito ser verdaderamente consciente de lo peligroso que puede ser. Si el accidente que veo es espantoso, marcará con mucha probabilidad mi comportamiento futuro y hará que disminuya la velocidad y sea más cuidadoso. Si sólo veo un golpe en el guardabarros, mi comportamiento no cambiará mucho".
¿Menos empatía?
Con esta hipótesis, lo que el científico pretende es desmitificar aspectos asociados a la curiosidad morbosa, como el extendido pensamiento de que las personas que la tienen son gente "sin empatía".
Esto es algo que se vio hace poco con el estreno del documental de True Crime Girl in the picture, ya que surgieron comentarios que se escandalizaban por pensar que alguien podía ver de forma lúdica un documental sobre una triste historia de muerte y violencia.
En 2005, una investigación titulada Media Psychology, Enjoyment of Mediated Fright and Violence: A Meta-Analysis llegaba a la misma conclusión de esos comentarios, las personas con predilección por contenidos morbosos tenían menos dosis de empatía.
Sin embargo, Scrivner, en un artículo publicado en Psychology Today, pone en duda los resultados de dicha investigación. En primer lugar, argumenta que se basó en sólo seis estudios. Además, la muestra de todos ellos estaba compuesta por estudiantes de secundaria, lo que no permite extrapolar los resultados al resto de la población. "En el mejor de los casos, los resultados sólo pueden afirmar que los adolescentes que disfrutan del horror tienen una empatía más baja", concluye el investigador.
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Asimismo, una investigación más grande, con una muestra aleatoria de 991 participantes, terminó por 'echar por tierra' los resultados del metaanálisis. Éste comprobó todo lo contrario, la empatía no está necesariamente ligada con ser o no ser una persona con curiosidad morbosa y, muchas veces, las personas con esta curiosidad tienen una puntuación alta en empatía.
Morbo y conspiración
Eso sí, la curiosidad morbosa viene conectada a rasgos que, efectivamente, no son tan deseables, como la mencionada propensión a las teorías de la conspiración. En su nueva investigación, Scrivner parte de la hipótesis de que si el 'interés' por las amenazas es la piedra angular para entender la curiosidad morbosa y, por otro lado, las teorías de la conspiración versan precisamente sobre amenazas, debería de haber una correlación entre ellas. Así ha sido.
A través de tres estudios distintos, se observó una relación positiva entre estos fenómenos. "Si las teorías de la conspiración, por definición, involucran a grupos de personas peligrosas que conspiran contra otros, tiene sentido que aquellos que sienten curiosidad por el peligro muestren un mayor interés en dichas teorías", sentencia su autor.
Sin embargo, este no es el único rasgo que define a las personas 'morbosas'. Publicado en Personality and Individual Differences, el estudio habla de tres rasgos clave para estas mentes: son neuróticos, rebeldes y más abiertos de mente.
La primera conectaría directamente con el hecho de 'prepararse para las amenazas'. Mientras, las dos segundas tienen la misma explicación. Normalmente, a pesar de lo populares que son las ficciones sobre asesinatos o violencia, éstos suelen ser temas tabú de conversación. Si no, sólo hay que ver la crítica que hizo New York Post sobre Saw. El autor llamó a los fans de la saga "lunáticos depravados a quienes no se debería permitir acercarse a los animales y a la mayoría de seres vivos".
Las personas con curiosidad morbosa se rebelan así a las constricciones sociales y, además, abren su mente a nuevas curiosidades. Al fin y al cabo, la curiosidad, aunque sea sobre cosas morbosas, es curiosidad.