Las enfermedades crónicas del hígado y la cirrosis hepática figuran en España entre las 15 principales causas de muerte. En 2022, según detalla el INE, se cobraron la vida de más de 4.600 personas, un dato que devuelve al alza una tendencia que se había mantenido a la baja desde 2017. El asunto se torna serio. De ahí, que el hepatólogo Ramón Bataller luche día a día por visibilizar estos problemas y por advertir cómo nos la cuelan con el alcohol, la sustancia que está detrás en la mayor parte de estas patologías. "Todos los recursos de la enfermedad del alcohol están puestos para producirla, no para curarla", sentencia.
El doctor atiende a EL ESPAÑOL al otro lado del teléfono desde Barcelona. Después de casi 12 años trabajando en la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania, Estados Unidos), el centro donde se inventó el trasplante hepático, ha vuelto para ser profeta en su tierra. Concretamente, al lugar donde pasó casi dos décadas de su vida, el Hospital Clínic de Barcelona, en el que ejerce como jefe de Hepatología. "Lo que ellos querían y lo que yo podía ofrecer coincidía". Hospital y médico, hicieron match.
Bataller no sólo regresa a España con vastos conocimientos sobre trasplante hepático, también de enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol. Investigador del Bowles Center de la Universidad de Carolina del Norte para estudios sobre el alcohol, no en vano, es uno de los mayores referentes mundiales sobre los efectos en el hígado de esta sustancia, como demuestra el hecho de ser el firmante principal de una importante revisión publicada en The New England Journal of Medicine —algo así como la biblia medicina— sobre hepatitis asociada al alcohol.
¿Un consumo seguro?
Con tal autoridad delante, es ineludible la pregunta del millón: ¿Hay un consumo seguro de alcohol? Porque aquí, señoras y señores, se ha dicho de todo. "Este es un debate muy activo y yo soy una persona poco maximalista y poco de respuestas binarias", avanza el experto. Así pues, si el lector vino con la esperanza de encontrar una respuesta exacta, ya se le avanza que no. Una pregunta aparentemente sencilla resulta que tiene una respuesta muy complicada:
-Para una persona que beba alcohol de manera ocasional y moderada, que no tenga enfermedad del hígado u otras patologías y que no se dé atracones, no tenemos datos que digan que va a vivir menos.
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La primera parte de la respuesta es un toque de atención al más que sonado estudio de la Fundación Gates, publicado en The Lancet, y que afirma que una bebida al día aumentaba la mortalidad en general. "No soy crítico con la conclusión, sino con que hay estudios —como este— sobre alcohol que no se han hecho metodológicamente bien", espeta Bataller.
La argumentación sobre el tema del alcohol continúa: "Si la persona que consume tiene ya una cirrosis o una enfermedad metabólica, no le va a ir bien". El estado de salud de la persona se postula aquí como un factor determinante para que a uno le toquen malas papeletas. Pero no es el único. "Independientemente de estas dolencias, están los factores genéticos, que determinan que haya personas más susceptibles a los efectos de esta sustancia. La mujer, por ejemplo, es más sensible a los efectos del alcohol", apuntala.
Estado de salud y genética hacen que la pregunta, realmente, se conteste como hacía Bod Dylan en su Blowin' in the wind. A cada uno le sopla el aire de una manera. Lo que Bataller sí tiene claro es que no hay suficiente conciencia sobre los daños que puede causar esta sustancia, que, sobre todo, se relaciona con tres patologías graves: esteatosis hepática etílica (hígado graso relacionado con el alcohol), hepatitis alcohólica y cirrosis alcohólica.
"El alcohol es el mayor responsable de muertes, discapacidades e ingresos hospitalarios relacionados con el hígado, pero sus patologías se detectan hasta diez veces menos en fases precoces", asevera con rotundidad, la que da el tener datos en la mano. Bataller es uno de los autores de un estudio global publicado en Clinical Gastroenterology and Hepatology que refrenda lo dicho. "Lo que más mata, no se encuentra precozmente", lamenta.
¿Por qué? "Primero, porque un virus, como puede ser la hepatitis B, es más fácil de detectar que una enfermedad derivada del estilo de vida", responde. El segundo punto viene de los intereses de todos los agentes implicados en la comercialización de la sustancia. "Hay un negocio tremendo en torno al alcohol", denuncia.
No obstante, definiéndose "idealista", cree que la situación puede cambiar: "A mí me gustaría poder colaborar entre lo privado y lo público. Busco que empresas y federaciones de productores de alcohol, dado que venden algo tan intrínsecamente adictivo, ayuden a la prevención primaria de su abuso, a paliar el daño que hace y, además, si hay algo beneficioso de su consumo, como se habla del vino, yo encantado de hacer estudios muy bien hechos sobre esto".
El problema de la 'copita'
Bataller acaba de abrir el melón del vino y del famoso 'una copita al día es buena para la salud'. Aquí, al igual que con la cuestión anterior, han corrido ríos de tinta y, si bien, haciendo gala de su poca adhesión al maximalismo, ni confirma ni desmiente, pone en entredicho la capacidad de tomar sólo una copita. "El vino tiene cosas buenas, no todo es malo, como con el alcohol, pero en la vida real no es tan fácil tomarse sólo una copita de vino", sentencia.
Y, ojo, que esta afirmación viene avalada por su propia experiencia: "En mis charlas siempre digo a modo de broma que aún no he conocido a la persona que sólo logre tomarse una copita de vino. Yo lo he intentado y tampoco me he conocido. Abrí una botella de vino bueno para cenar e intenté tomarme una sóla copa, pero, cuando acabé la copa, me quedaba la mitad del salmón y encima el vino estaba abierto. Terminé tomando dos y pico. Eso de la copa única no es tan fácil".
El alcohol es una sustancia, como alerta, "tremendamente adictiva", incluso más que el de sobra conocido cannabis, lo que convierte su proceso de deshabituación —paso imprescindible para tratar las dolencias antes citadas— en una tarea ardua complicada. "El síndrome de abstinencia al alcohol tiene, incluso, mortalidad", apunta el doctor, que prosigue: "Llevo más de 20 años tratando con esta enfermedad, así que te puedes imaginar la de enfermos que he visto. Gente que entra al hospital para deshabituarse y acaba en la UCI".
¿Por qué bebemos?
Con todo lo expuesto, uno no puede evitar formularse otra pregunta: ¿por qué bebemos? "La gente bebe en exceso, muchas veces, por problemas de ansiedad, de estrés, de trauma, de sueño, de dolor", sentencia.
Para ejemplificar esta frase —Bataller ha dejado claro que es de los que apoyan sus frases con datos—, apunta a otro estudio, uno participado por su compañera Elisa Pose, del Registro Español de Enfermedad Hepática por Alcohol (REHALC) y hematología del Hospital Clínic. En él, se evidenció que los casos de hepatitis alcohólica se dispararon un 50% tras el estallido de la pandemia en marzo de 2020. Como primer factor desencadenante, está un mayor consumo de alcohol durante este periodo.
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La investigación fue presentada la semana pasada en el congreso de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH). Allí, también participó Bataller, que aprovechó su charla para poner el foco en el problema del alcohol en gente joven. Aunque la encuesta que elabora el Ministerio de Sanidad afirma que ahora hay menos adolescentes bebedores que hace 25 años, constata que el consumo problemático de esta sustancia sí va en aumento. Es más, según los datos, 2021 registró la cifra más alta de intoxicaciones etílicas de los últimos diez años: un 44,5% de los adolescentes reconoció haber sufrido este problema en el último mes.
"Uno de los choques contraculturales que tuve al volver de Estados Unidos fue cuando en el supermercado vi, impunemente, a menores de edad comprando alcohol. Vengo de Estados Unidos, que no es un modelo de salud pública porque hay mucha obesidad, mucha adicción, etc., pero, al menos, para adquirir esta bebida se pide el carné. Yo tengo 57 años y todavía me pedían el carné en muchos sitios y, como se puede entender, no parezco menor", razona Bataller sobre un asunto que le irrita bastante y sobre el que le gustaría que se empezase a actuar. "Se vende alcohol a gente joven, pero cuando alguien enferma a causa de esta sustancia, se le estigmatiza. Cuando todo le ha facilitado que lo haga. Es un poco cínico", termina.