La prevención es, hoy por hoy, el principal enfoque terapéutico para abordar la enfermedad de Alzheimer, un trastorno neurodegenerativo que afecta a cerca de 800.000 personas en España y cuya incidencia crece a medida que la población mundial envejece. Frente a los resultados controvertidos de los primeros medicamentos con cierto margen de eficacia, el tratamiento temprano, destinado a retrasar la aparición de los síntomas más graves como la demencia, ha demostrado la mayor efectividad para prolongar la autonomía y la calidad de vida del paciente.
En ese sentido, la llegada de analíticas que permitan detectar los primeros indicios de la enfermedad décadas antes de que aparezcan los síntomas más evidentes del alzhéimer, como la desorientación y la pérdida de memoria, pueden suponer un cambio radical. Sencillos tests de sangre o de orina que se podrían realizar en la Asistencia Primaria podrían revelar que la placa amiloide ha comenzado a acumularse en el cerebro. Interferir en este proceso disolviendo los primeros acúmulos ralentizaría considerablemente el progreso de la enfermedad.
Investigadores del Instituto Karolinska de Suecia han presentado ahora una nueva herramienta de prevención, desarrollada a partir de la investigación de un tipo de alzhéimer muy infrecuente con un fuerte componente hereditario. Una proteína denominada GFAP puede servir de marcador de la enfermedad en su etapa más temprana, según recogen los autores en el artículo publicado en la revista Brain. Al detectarla en un análisis de sangre, el paciente tendría una década de plazo para recibir el tratamiento y adoptar los hábitos de vida que mejor protegerían su cerebro.
"Nuestros resultados apuntan a que la GFAP, considerada como un biomarcador de la actividad de las células inmunitarias en el cerebro, reacciona en función de los cambios provocadas por la enfermedad de Alzheimer. Esto ocurre incluso antes de las primeras fases de la acumulación de proteína tau que terminarán provocando daños neuronales observables", explica Charlotte Johansson, estudiante de doctorado en el Departamento de Neurobiología, Ciencias del Cuidado y Sociedad, y autora principal del trabajo.
"En el futuro, podríamos emplearlo como biomarcador no invasivo para la activación de células inmunitarias, como los astrocitos, en el sistema nervioso central. Puede ser un objetivo para el desarrollo de nuevas terapias farmacológicas, así como para el diagnóstico de enfermedades cognitivas", explica la investigadora. Este tipo de inmunoterapia podría potencialmente proteger las neuronas del daño provocado por los acúmulos de proteína beta-amiloide y tau, que causan a su vez entre el 60 y el 70% de todos los casos de demencia.
Anticiparse al alzhéimer
El cerebro de una persona que sufre la enfermedad de Alzheimer empieza a cambiar de 25 a 20 años antes de que se presenten los síntomas cognitivos. Con estos datos en mente, los investigadores del Instituto Karolinska junto con sus colegas del Hospital Universitario Landspitali de Islandia, la Universidad de Gotemburgo y el University College de Londres, se centraron en una forma muy rara de alzhéimer hereditario. Mientras que solo el 7% de los casos se atribuye directamente a causas genéticas, las familias con esta mutación, que elevan el riesgo un 50%, suponen apenas un 1% del total.
Para el estudio, los investigadores analizaron 164 muestras de plasma procedentes de 33 portadores de la mutación, que fueron comparadas con las de 42 familiares que no habían heredado esta predisposición al alzhéimer. Los datos se recopilaron entre 1994 y 2018, y demostraron que, con el paso del tiempo, las concentraciones de proteínas en sangre perteneciente a los individuos con riesgo genético presentaban cambios evidentes. "La primera alteración que observamos fue el incremento de la proteína acídica fibrilar glial (GFAP) unos diez años antes de que se observasen los primeros síntomas", explican.
A continuación, se observaron concentraciones incrementadas de la proteína P-tau181, y posteriormente, en la Proteína Ligera de los Neurofilamentos (NfL). Ambos factores, explica la profesora Caroline Graff del Departamento de Neurobiología, Ciencias del Cuidado y Sociedad del Instituto Karolinska, ya se han relacionado en estudios previos con el daño extenso neurológico ligado al alzhéimer. "La aparición del GFAP temprano, por lo tanto, mejora la posibilidad de realizar un diagnóstico temprano", concluye la investigadora.