Doctor Rojas-Marcos, el sabio de la Psiquiatría: "La felicidad puede estar en un plato de croquetas"
"La religión tiene culpa de que en España no se presuma de estar bien" / "Decir 'que sea lo que Dios quiera' no ayuda a nadie" / "No creo que las nuevas generaciones sean más débiles" / "Las medicinas son muy útiles si sufres una depresión, pero no si simplemente estás triste"
22 octubre, 2022 02:52El psiquiatra Luis Rojas-Marcos (Sevilla, 1943) es el claro ejemplo de que si quieres tener éxito vendiendo tu producto, primero debes preguntarte a ti mismo si lo utilizarías en tu día a día. En su caso, no hay duda de que antes esa cuestión su respuesta fue "sí". Y eso que no 'vende' un elemento tangible como podría ser una taza con una frase motivadora. Su producto no es otro que el optimismo, el Estar bien aquí y ahora (HarperCollins Ibérica), como reza el título de su último libro.
Retirado ya de la práctica profesional, tuvo que hacer frente a dos de los acontecimientos más trágicos de la historia reciente de Occidente en puestos de resonada responsabilidad. Por un lado, siendo director del sistema de Salud y Hospitales Públicos de Nueva York vivió los ataques terroristas del 11 de septiembre, que de no ser por "dos ángeles de carne y hueso", como le gusta llamarles, no hubiera vivido para contarlo.
Por otra parte, la llegada de la Covid a Estados Unidos (país en el que reside desde que emigrara en 1968 sin dominar el idioma) le pilló bajo la dirección ejecutiva de la organización Médicos Afiliados de Nueva York (PAGNY, por sus siglas en inglés), compuesta por 4.000 profesionales de la salud de hospitales públicos y cárceles estadounidenses. Ambas situaciones le han convertido en todo un experto en la práctica de la resiliencia. Es por este motivo por el que en su nuevo libro ha decidido 'desvelar' los ingredientes para estar bien.
[La receta para la felicidad: preocúpate más por el tiempo que por el dinero]
¿Existe la fórmula de la felicidad, como dice Coca-Cola?
La felicidad es una palabra llena de connotaciones filosóficas. Hoy en día, con la incertidumbre que ha generado la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania, le damos más importancia a intentar estar bien en el presente. Aunque para eso tenemos que preguntarnos primero qué es lo que nos hace estar bien. Puede ser el ver a tu hijo, estar con tu pareja o que alguien de España te traiga croquetas. El paso siguiente sería decir "yo puedo hacer algo por mejorar mi vida". Porque el "que sea lo que Dios quiera" no ayuda a nadie en ningún tipo de situación.
¿Está mal visto decir "estoy bien"?
No está mal visto pero sí que depende de dónde lo digas. Por ejemplo, en Europa y, concretamente, en España la gente no suele decir que está bien. En cambio, en Estados Unidos puedes decirlo incluso sin que te lo pregunten porque tienen otra mentalidad. Aquí [en Nueva York] se glorifica el estar bien, el optimismo y el presumir de lo feliz que uno es. De hecho, hay un estudio acerca de creyentes en Estados Unidos que piensan que cuanto más feliz eres, más probabilidades tienen de ir al cielo. A mí me chocó porque en mi infancia me enseñaron que había que sufrir para ir al cielo. Así, cuando empecé a estudiar más de cerca el tema, solía preguntar: "¿Qué es para ti estar bien?". Y había gente que me respondía que ellos decían que estaban bien para que no les hicieran más preguntas.
¿Es la religión entonces la culpable de que en España no solamos decir que estamos bien?
La religión tiene bastante que ver, por supuesto. La religión protestante es más abierta a estar bien e ir al cielo porque estás bien. En el sur de Europa, tal vez el catolicismo tenga parte de culpa de que en general no se presuma de estar bien, aunque sí lo estén. La cultura influye no tanto en la realidad de cómo uno se encuentra, pero sí en el uso que hacemos de la expresión.
En Estados Unidos tenemos una cultura bastante individualista, lo que quiere decir que si triunfas en la vida, es porque tú has luchado por ello. Y si te va mal, es porque habrás hecho algo para estar así. En cambio, en España a una persona sin techo en España no se le pregunta "¿tú qué has hecho para no tener techo?". Se asume que quienes están en esta situación es porque la sociedad no le ha dado un elemento tan básico como una casa donde vivir.
En el libro asegura que "a mayor afecto en grupo, más satisfacción con tu vida". Teniendo en cuenta esta ecuación, ¿estamos dejando que nuestros mayores no estén satisfechos con sus vidas al abandonarlos?
Claro, uno de los principales problemas de las personas mayores es la soledad. Aunque no todas tienen las mismas razones para estarlo. Las españolas son las mujeres con la esperanza de vida más alta en el mundo, solo por detrás de las japonesas. Por tanto, es normal que con la edad tengan menos personas a su alrededor.
En mi trayectoria he visto a muchos hombres —más que mujeres— que dedican su vida a trabajar de alguna forma. Lo he visto, por ejemplo, en deportistas, investigadores, empresarios, economistas... En definitiva, personas que trabajan día y noche para lograr metas importantes en su vida. Cuando llegan a su edad de jubilación, son personas que se sienten muy solas porque no tienen amigos. No tienen a nadie con quien abrirse y contarle sus problemas. Por ejemplo, en Estados Unidos cuando llegas a un cargo de responsabilidad, te dicen que no cuentes tu vida.
A los jóvenes de hoy en día se le acuña el término "generación de cristal", entre otras cosas, por su fragilidad ante situaciones complicadas. ¿Considera que cada vez somos menos resilientes?
Pues no había escuchado antes el término. De hecho, conforme lo decías pensé que se refería a que los jóvenes ahora son más transparentes, y me había parecido hasta bonito. Pero no, no considero que las nuevas generaciones sean cada vez menos resilientes. En el hospital me he encontrado con adolescentes que tienen la misma resistencia que un adulto.
También es verdad que hoy en día los adolescentes tienen más oportunidades que antes. Cuando yo crecí en Sevilla, si no tenías dinero, no podías ir al colegio. Y parece que esto se nos ha olvidado. Yo tuve la suerte de que mis padres tenían dinero para pagarlo. Pero había niños que no, y tenían que conformarse con un edificio apartado del principal que se llamaba popularmente "el de los gratuitos" y no se mezclaban con nosotros. Así, la mayoría de los chicos se marchaban al campo a trabajar y ellas, a servir.
El consumo de antidepresivos en jóvenes españoles ha aumentado. ¿Tiene la sensación de que se ha delegado los problemas de salud mental a los psicofármacos?
Creo que cada vez hay más preocupación por aquellas sustancias que, en cuestión de minutos, nos hacen sentir mejor, pero que también nos hacen ser adictos. Ya sean opioides, tranquilizantes o incluso el alcohol. Es cierto que ha aumentado el problema de adicciones a este tipo de sustancias. Además, el acceso a ellas es tan fácil porque, como en todo, el dinero es lo que está detrás. En este caso, se trata de la industria farmacéutica. Y de una forma muy clara promueven el consumo de estas sustancias.
Ahora bien, indudablemente las medicinas son muy útiles si sufres una depresión. Pero no si simplemente estás triste. Cuando no sientes ningún tipo de sensación placentera, no tienes ganas de comer, y llega un momento en tu vida en el que piensas que no merece la pena vivir, pues los antidepresivos ayudan, al igual que los antibióticos en una infección. El problema es cuando recurrimos a este tipo de medicinas sin un problema real.
Usted cuenta que, mientras acudían a su terapia, hubo tres personas que se suicidaron. En situaciones como éstas, ¿a quién acude usted?
Los psiquiatras y los psicólogos —yo soy un claro ejemplo de ello— acudimos a terapia cuando tenemos problemas de depresión, ansiedad o interpersonales. Aunque sí que es cierto que antes existía cierto estigma acerca de los problemas de salud mental. En cambio, ahora en Nueva York me he llegado a encontrar incluso a personas que presumen de que van a terapia. Llevado un poco al extremo, hay quienes preguntan a su psicoanalista antes de responder a la pregunta "¿Te quieres casar conmigo?".
Cuando yo le refiero un paciente a un colega, lo primero que me pregunta es si él es consciente de la enfermedad que tiene. Y es que para acudir a un terapeuta tienes que saber qué es lo que te ocurre.
De hecho, en su infancia le ocurrió una situación así. Tenía TDAH, pero no era consciente de ello.
Claro, el TDAH no se incluye en el DSM [Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales] hasta 1968. Hasta entonces, éramos niños traviesos, nerviosos, distraídos y maleducados. Con 14 años me suspendieron en todas, menos en Religión, Educación Física y Formación del espíritu nacional. Pero tuve la suerte de poder superar el problema gracias a la ayuda de mi madre.