Un equipo internacional ha determinado, a partir del ADN recuperado de los cuerpos de víctimas medievales de la peste negra, qué variables genéticas clave protegieron a los supervivientes y cuáles hicieron a otros más vulnerables a una pandemia que acabó aproximadamente con la mitad de la población de Europa. Los brotes de peste bubónica hace 700 años, que también azotaron a Asia y África, está considerada como uno de los mayores eventos de mortalidad humana de la historia
Los contagios en Europa se vieron favorecidos por la elevada densidad demográfica de las ciudades de la época. Los genes legados por los supervivientes, según determinan los investigadores de la Universidad McMaster (Canadá), la Universidad de Chicago (EEUU), el Instituto Pasteur de Francia y otros centros colaboradores en el estudio que publica la revista Nature, se vinculan ahora a una mayor incidencia de enfermedades autoinmunes, como la enfermedad de Crohn o la artritis reumatoide.
El estudio se enfocó en los 100 años anteriores y posteriores a la llegada a Londres de la peste negra, causada por la bacteriaYersinia pestis. Los londinenses fallecidos en el brote de mediados del siglo XIV fueron enterrados en grandes fosas comunes en East Smithfield, junto a la Torre de Londres. Las excavaciones arqueológicas permitieron extraer 500 muestras de ADN de 200 personas que murieron entre 1348 y 1349, completados con datos genéticos tomados de otras cinco fosas de víctimas de la peste en Dinamarca.
Las primeras oleadas fueron las más mortales, ya que nadie disponía de inmunidad adquirida. Posteriormente, los brotes se seguirían produciendo durante siglos, pero nunca serían tan mortales. "Frente a una pandemia de este tipo, que acaba con entre el 30% y el 50% de la población, la más mínima ventaja genética puede suponer la diferencia entre la vida o la muerte", explica el Dr. Hendrik Poinar, director del Centro de ADN Antiguo de la Universidad McMaster y uno de los autores. "Y los supervivientes en edad de procrear pasarán estos genes a su descendencia".
Empleando secuenciación dirigida sobre una selección de 300 genes relacionados con la repuesta inmune, los investigadores pudieron identificar cuatro genes de interés. Según las variantes -alelos- de estos genes, el organismo podría estar mejor protegido contra la Y. pestis, o por el contrario, ser más vulnerable a ella. Aquellos con dos copias idénticas del gen ERAP2 con la variante rs2549794 sobrevivieron a la peste negra en mayor medida que aquellos con otra combinación de mutaciones. El factor de protección, calcularon, asciende a entre un 40% y un 50%.
"La ventaja selectiva asociada a estos alelos es una de las más potentes observadas nunca en el ser humano, y demuestran cómo un único patógeno puede tener un impacto fortísimo en la evolución del sistema inmune", explica Luis Barreiro, profesor de Medicina Genética en la Universidad de Chicago. Cuando un macrófago neutraliza una bacteria, explica el genetista, la 'trocea' para que el resto de células inmunes aprendan a reconocerla. El doble alelo aportaría una ventaja, una mayor capacidad para que el sistema inmunológico actúe contra la Y. pestis.
"Las enfermedades y las epidemias como la peste negra dejan huella en nuestro genoma, como los sitios arqueológicos", valora por su parte Poinar. "Esto es un primer vistazo a los cambios que puede provocar una pandemia en nuestro ADN sin que lo detectemos en nuestro tiempo. Los genes están sometidos a una selección natural: lo que nos proporcionó una tremenda protección a lo largo de siglos de epidemias ha resultado ser un factor de riesgo inmunológico a día de hoy. Un sistema inmune hiperactivo fue útil antaño, pero en nuestro contexto actual puede no serlo".