Una prometedora combinación de fármacos ha logrado frenar el crecimiento tumoral en un puñado de pacientes que ya no tenían más opciones de tratamiento. Aunque el ensayo clínico incluyó poca gente, sus resultados abren una puerta de esperanza en aquellos cánceres que han continuado progresando tras varias líneas de terapia.
Se trata de la combinación de una inmunoterapia ya conocida y un agente hipometilante experimental. En el tratamiento farmacológico del cáncer, la quimioterapia destruye tanto células cancerígenas como sanas, mientras que los anticuerpos monoclonales (el grupo que ha logrado un mayor avance en lo que va de siglo XXI) atacan a las células que sobreexpresan una proteína concreta.
La inmunoterapia también es específica pero su estrategia es distinta. Se basa en que una gran parte de los tumores que aparecen en el cuerpo son atacados y destruidos por el propio sistema inmune ante de que supongan un problema. Cuando logran desarrollarse es porque las células tumorales han conseguido no ser reconocidas como una amenaza.
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El papel de la inmunoterapia es señalizar de nuevo las células tumorales y permitir que el cuerpo las ataque, una estrategia que se ha mostrado exitosa, sobre todo, en melanomas y cánceres de pulmón, donde casos sin más opciones terapéuticas han logrado amplias supervivencias.
Todas estas opciones han ido ampliando el número de pacientes que logran amplias supervivencias pero siempre queda un grupo, cada vez más pequeño, de tumores que se resisten a las consecutivas líneas de tratamiento y vuelven a proliferar. Con la inmunoterapia pasa lo mismo. Ahora, el añadido del agente hipometilante promete reducir de nuevo el número total de tumores rebeldes.
El fármaco inhibe determinados grupos metilo, moléculas que se acoplan al ADN para regular la expresión de los genes. Esto es algo normal en el cuerpo, como una fábrica que adapta su producción a la demanda. El nuevo fármaco, llamado guadecitabina, evita el acomplamiento de ciertos grupos metilo en los genes implicados en el desarrollo del sistema inmune, abriendo las compuertas de la fabricación masiva de agentes que atacarán las células cancerígenas.
Superar ocho líneas de tratamiento
La combinación de guadecitabina con el inmunoterápico pembrolizumab ha sido ensayada en dos hospitales británicos, el Royal Marsden y el University College London. Fueron 30 los pacientes que participaron en este estudio de fase I/II, es decir, que buscaba probar la seguridad del tratamiento conjunto pero también medir su capacidad para generar una respuesta, esto es, evitar la progresión del tumor.
Y vaya si lo ha hecho. El 37% de los pacientes lograron controlar la enfermedad un mínimo de seis meses. Hay que tener en cuenta que gran parte había recibido varias líneas de tratamiento previas: algunos de ellos ya iban por la octava, inmunoterapia incluida.
No hay que tomar esta cifra como medida de la eficacia de la combinación por dos razones. La primera, porque el grupo en que se ha ensayado es muy pequeño, sin significación estadística. La segunda, porque es muy heterogéneo: aunque todos eran pacientes de tumores sólidos, estos eran muy diferentes entre sí, desde cánceres de próstata y colorrectales a de mama o células renales.
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Sí había un tipo de tumor con mayor representación era el de pulmón. De los 30 pacientes del estudio, 12 tenían un cáncer de pulmón de células no pequeñas, uno de los más comunes de esta patología. Cinco de ellos controlaron la progresión durante medio año como mínimo.
Con todo, para medir la eficacia real de la combinación en este tipo de cáncer de pulmón hará falta un siguiente ensayo, de fase III, donde se incluirá un gran número de pacientes que se estratificarán, a su vez, por edad, sexo y otras variables. El objetivo es comprobar cuál es la población que sale más beneficiada sin la intervención de otras posibles causas que distorsionen los resultados.
En declaraciones al periódico británico The Guardian, la oncóloga del Royal Marsden Anna Minchom, que ha liderado el estudio, ha apuntado que "la inmunoterapia ha mostrado ser una excelente promesa en la atención al cáncer a lo largo de la última década, pero no trabaja bien en todos los cánceres y algunos pueden volverse resistentes. Esta combinación puede ser una forma de dirigirnos al cáncer incluso si ha dejado de responder a la inmunoterapia".
El estudio ha sido publicado en la revista médica Journal of ImmunoTherapy of Cancer. En el mismo, los autores hacen hincapié en los pacientes de cáncer de pulmón, destacando que, de los que lograron controlar la enfermedad, el 83% había recibido una inmunoterapia previa. Los dos que no lo habían hecho era porque no eran candidatos a recibirla, ya que el fármaco se dirige a los receptores PD-L1 y las células tumorales de estos pacientes no los expresaban en suficiente número como para ser considerado relevante.
Esto unido a que varios de los individuos del estudio mostraron incrementos significativos de la cantidad de células T efectores (uno de los tipos de respuesta inmune de nuestro cuerpo), hace pensar en las grandes posibilidades de esta combinación inédita de terapias.