Dolores de cabeza, mareos y un sonido intenso de cigarras. Son los síntomas de lo que se conoce como síndrome de La Habana y que, desde 2016, afecta a alrededor de 200 diplomáticos y funcionarios de inteligencia de Estados Unidos. A pesar de las sospechas extendidas estos años sobre un posible ataque sónico extranjero dirigido al personal estadounidense, de momento, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) ve "poco probable" esta hipótesis.
La Habana y Washington rompieron relaciones diplomáticas en enero de 1961. El presidente estadounidense Dwight Eisenhower anunciaba su deseo de cortar lazos con el dirigente cubano Fidel Castro. No sin antes anunciar que "en un futuro no demasiado distante será posible volver a encontrar el reflejo de nuestra histórica amistad en relaciones normales de todo tipo". 54 años después, esa esperanza se cumplió.
El 20 de julio de 2015, después de unos seis meses de duras negociaciones, y bajo el mandato de Barack Obama en Estados Unidos y de Raúl Castro en Cuba, se produjo la reapertura de las embajadas en ambos países. Las relaciones daban un giro hacia la normalización tras medio siglo de política bilateral.
Sin embargo, un año más tarde, a finales de 2016, diplomáticos de la legación estadounidense en la capital cubana comenzaron a reportar episodios extraños. Padecían el síndrome de La Habana que, como la mal llamada gripe española, se acordó denominarlo así por ser el lugar donde comenzaron a notificarse sus síntomas.
Desde entonces, la somnolencia, la fatiga, los dolores de cabeza e, incluso, problemas de audición y visión comenzaron a ser reportados por docenas de funcionarios estadounidenses asentados en La Habana. Unos síntomas que pronto se multiplicaron en más de una docena de países. Entre ellos, China, Australia, Reino Unido, Colombia o Austria.
Un estudio de 2019 en el Journal of The American Medical Association, en el que se analizó la salud de 40 miembros del personal del gobierno de Estados Unidos, encontró anomalías cerebrales en los pacientes. Los rumores y la desinformación hicieron el resto. Comenzó a cobrar fuerza la hipótesis de que se estaban utilizando ataques sónicos a través de microondas como arma secreta contra funcionariado estadounidense por parte de países como Rusia o Cuba. Una teoría que no es nueva y resuena desde la época de la Guerra Fría.
Durante la década de los 50, algunos trabajadores de la sede diplomática de Estados Unidos en Moscú comenzaron a sufrir mareos, dolores de cabeza y otros síntomas similares a los del síndrome de La Habana. Años más tarde, la CIA concluyó como posible que los soviéticos podrían haber estado "bombardeando" la embajada de Estados Unidos con microondas de muy bajo nivel. Las radiaciones, según un informe filtrado por Wikileaks, estaban en la gama de frecuencias de 0,5 y 9 gigahercios (los hornos de microondas caseros, por ejemplo, funcionan a los 2 gigahercios).
Este suceso marcó el inicio de las investigaciones sobre los efectos de las microondas en los seres humanos que, dependiendo de la profundidad en la que penetren, pueden causar distintos daños. Hoy, las armas basadas en este tipo de radiación están en torno a los 300 gigahercios.
Los últimos hallazgos de la CIA
El fantasma de un nuevo ataque ruso a través de microondas lleva así varios años extendiéndose en el país estadounidense. Como consecuencia, agencias y grupos independientes han comenzado a estudiar los distintos casos notificados.
La CIA, por ejemplo, envió a la mayor parte de sus agentes afectados al hospital militar Walter Reed e inició un grupo de trabajo para conocer el porqué de estos incidentes. Como curiosidad, al frente de ese equipo se encontraba uno de los agentes que participaron en la búsqueda de Osama Bin Laden.
Según declaraciones de un alto funcionario de la CIA, "es poco probable que un actor extranjero, incluido Rusia, esté llevando a cabo una campaña mundial sostenida que dañe al personal estadounidense con un arma o mecanismo". Tras revisar más de 1.000 posibles casos de lo que han llamado "incidentes de salud anómalos", los investigadores han concluido que podrían atribuirse a una condición médica preexistente, factores ambientales o de otro tipo.
No obstante, "algunas docenas" de esos incidentes, que el funcionario llamó "los casos más difíciles", no pudieron explicarse y recibirán un mayor escrutinio. "Nuestro trabajo continúa y aún no hemos terminado", puntualiza. Además de esta investigación, hay otras pendientes, como la de un panel de expertos independientes y otras agencias gubernamentales, que podrían llegar a conclusiones diferentes a las de la CIA.
La Ley de La Habana, que el presidente estadounidense Joe Biden anunció el pasado octubre, establece que la administración americana tiene seis meses para establecer un marco y realizar pagos a las personas que hayan sufrido incidentes relacionados con el misterioso síndrome de La Habana.
Del ataque con microondas a la sugestión masiva
Otra de las teorías que manejan los investigadores es la de una posible sugestión masiva. El aviso enviado por parte de las autoridades estadounidenses en 2018 tras varios supuestos ataques sónicos en China pudo potenciar una avalancha de posibles casos compatibles con el síndrome de La Habana.
Como explica el doctor Robert Bartholomew en la revista Psychology Today, "el gobierno de Estados Unidos ha creado un experimento global en el efecto nocebo mediante el cual las expectativas negativas producen síntomas negativos". Asegura que el hecho de que a casi tres millones de personas se les haya dicho que estén alertas a incidentes de salud anómalos es una receta para un próximo grupo de incidentes de salud anómalos conforme los sujetos redefinen una plétora de condiciones bajo una nueva etiqueta: el síndrome de La Habana.
Además, Bartholomew cuenta que se han producido anomalías similares por la exposición al estrés a largo plazo, que es lo que estaba experimentando el personal de la embajada después de que se difundieron los rumores de que estaban siendo blanco de ataques sónicos con un arma secreta.
Así las cosas, investigaciones llevadas a cabo por agencias como el FBI concluyen que las víctimas pueden estar experimentando una enfermedad psicógena masiva. Esto ocurre cuando varias personas de un mismo grupo comienzan a sentirse enfermas a pesar de que no exista razón física o ambiental que lo justifique. No obstante, las teorías están servidas y habrá que esperar a los resultados de las investigaciones en curso para poder llegar a conclusiones fidedignas.