John le Carré, maestro de las novelas de espías, murió en Cornualles el 12 de diciembre de 2020 a causa de una neumonía, pero eso no significaba el final de una obra prodigiosa, adorada por millones de lectores de todo el mundo y tejida con verdades y mentiras a partes iguales, como no podía ser de otra manera viniendo de un ex miembro del Servicio Secreto británico. Tras comunicarle la noticia a su madre, que permanecía en la cama por culpa de un cáncer, Nick Cornwell, hijo del escritor, volvía a casa bajo la lluvía cuando recordó Proyecto Silverview. “No lo había leído, pero sabía que estaba ahí”, ha explicado Cornwell, que también ha cultivado la escritura bajo el pseudónimo de Nick Harkaway. “Una novela y una promesa, pero no consumadas”.
Publicada por la editorial Planeta el 12 de enero en España tras convertirse en todo un fenómeno en el mundo anglosajón -donde la crítica la ha celebrado con grandes elogios-, Proyecto Silverview no era un texto incompleto con notas para su conclusión; se trataba de una novela íntegra. “Había los gazapos habituales: palabras repetidas, deslices técnicos, algún raro párrafo confuso. Pero estaba más pulido de lo que suele estar un documento que ni siquiera se ha entregado aún para revisión”, asegura Cornwell, que procedió a resolver estos problemas con ayuda de los editores habituales de su padre.
Le Carré empezó a escribir Proyecto Silverview tras el lanzamiento de Una verdad delicada, en 2013. Sin embargo, no quiso publicarla de forma inmediata. Antes, en 2016, presentó su autobiografía, Volar en círculos, y tres años después, Un hombre decente, una novela anclada en la actualidad de aquel momento, un duro alegato contra el Brexit y los excesos de la administración Trump.
De alguna manera, Proyecto Silverview está emparentada con Una verdad delicada, por cuanto ambas ofrecen un destilado de los grandes temas que marcaron la trayectoria literaria de Le Carré durante seis décadas: el idealismo, la traición, la lealtad, la ambigüedad moral, el amor, el clasismo, el declive de occidente -en especial, del antiguo imperio británico- y los límites éticos del poder.
“Pero hace algo que ninguna otra novela de Le Carré hizo nunca”, continúa Cornwell. “Muestra un Servicio Secreto fragmentado: repleto de facciones políticas, no siempre amable con quienes debería apreciar, no siempre muy eficaz ni alerta, y, en última instancia, no muy seguro, ya, de su propia razón de ser. En la novela, los espías de Reino Unido han perdido, como muchos de nosotros, la seguridad sobre el significado de su país, sobre quiénes somos a nuestros propios ojos. Mi padre se esfuerza en estas páginas, como siempre hizo, en decir la verdad, en hilar lo más fino posible, y mostrárselo al mundo”.
Los dos John le Carré
En la novela seguimos a Julian Lawndsley, que ha renunciado a su exigente empleo en la City de Londres para llevar una vida más sencilla como propietario de una librería en una pequeña localidad costera. Sin embargo, unas semanas después de la inauguración, su tranquilidad se ve interrumpida por una peculiar visita: Edward Avon, un inmigrante polaco que vive en Silverview, la gran mansión situada a las afueras, quien parece saber mucho sobre la familia de Julian y quien, además, muestra un interés exagerado en el funcionamiento de su modesto negocio. Por otro lado, en Londres, tras recibir una carta que le advierte de una peligrosa filtración, un espía de alto rango llamado Stewart Proctor realizará unas pesquisas que le llevarán también a esta tranquila ciudad junto al mar.
Así arranca un trama que supone un encuentro entre la inocencia y la experiencia, entre el deber público y la moral privada. Y en la que conviven a la perfección los dos John le Carré: el de las grandes novelas de espías y el indignado que denuncia los abusos de la lógica perversa del interés de Estado. Proyecto Silverview funciona por tanto como un resumen perfecto de su trayectoria literaria.