El pollo es una de las carnes más consumidas en España. De hecho, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, cada español toma alrededor de 14 kilos de pollo al año, 11 kilos de cerdo y unos cinco de vacuno. Sin duda, se trata de una carne blanca saludable que tiene un alto contenido en proteínas y es muy baja en grasas. Además, su consumo no está relacionado con un mayor riesgo de cáncer de colon, como sí ocurre con la carne roja.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado a la hora de conservar y cocinar esta carne ya que es uno de los alimentos habituales que más se presta a estar contaminado. De hecho, la Salmonella, una bacteria más que conocida en la industria alimentaria, suele contaminar habitualmente esta carne. Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), uno de cada 25 paquetes de pollo que se venden en el supermercado están contaminados por Salmonella.
"El pollo puede ser una opción nutritiva, pero con frecuencia está contaminado con bacterias Campylobacter y algunas veces con bacterias Salmonella y Clostridium perfringens", señala el CDC. "Si come carne de pollo que no está bien cocida, puede contraer una intoxicación alimentaria. Además, se puede enfermar si come otros alimentos o bebidas que están contaminados con pollo crudo o sus jugos".
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¿Cómo podemos saber si un pollo está contaminado por Salmonella? Lo cierto es que cualquier tipo de carne en nuestro país es sometida a rigurosos controles de calidad para evitar este tipo de problemas. Sin embargo, una vez que sale del supermercado, la cosa se complica pues la salmonella puede aparecer tras una contaminación cruzada con otros alimentos o incluso con nuestras propias manos.
Por eso, los especialistas en seguridad alimentaria recomiendan lavarse muy bien las manos después de manipularlo, utilizar tablas distintas para cortar la carne cruda, cocinarla a más de 70 grados y no dejar bajo ningún concepto las sobras de las carne más de 120 minutos fuera del frigorífico. Tampoco es recomendable lavar el pollo crudo, pues si éste está infectado con Salmonella, la bacteria puede propagarse por la cocina y contaminar otros alimentos.
¿Cuándo tenemos que tirar el pollo a la basura directamente? Si su carne, por ejemplo, adquiere un color grisáceo tirando a verdoso, el pollo estará en mal estado. De la misma manera, si la carne aparece enmohecida, también debemos depositarlo directamente en la basura. ¿Sería adecuado quitar el trocito en mal estado y comernos el resto? La respuesta corta es no.
El problema no es el moho en sí, sino toda la red de micotoxinas que ha podido ‘tejer’, unos compuestos químicos venenosos que se producen de forma natural en el metabolismo de algunos hongos y proliferan en los alimentos. "Cuando un alimento muestra un fuerte crecimiento de moho, las hifas lo han invadido profundamente. En mohos peligrosos, las sustancias venenosas a menudo están concentradas alrededor de estos acúmulos. En algunos casos, las toxinas pueden haberse diseminado por toda la comida", sentencia la FDA. Es decir, aunque eliminemos la parte dañada del alimento, lo más probable es que todo él esté contaminado aunque nosotros no lo apreciemos.