Más de 480 millones de personas en todo el mundo sufren diabetes tipo 2, y más de la mitad de los diabéticos también sufren la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD en sus siglas inglesas). Esta patología puede evolucionar a una cirrosis y llegar a provocar serios daños en la función hepática.
Perder peso ha demostrado mejorar tanto el control de la diabetes como del hígado graso. Además, reducir la ingesta de carbohidratos se asienta como la mejor opción para controlar el azúcar en sangre, según la evidencia disponible actualmente.
Con estos datos en mente, los investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca llevaron a cabo un estudio en el que compararon una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas con la dieta opuesta, baja en grasas y alta en carbohidratos. En ambos casos, no hubo restricción calórica. Sus hallazgos se han publicado recientemente en Annals of Internal Medicine.
Recordemos que una dieta baja en carbohidratos no siempre es una dieta 'keto' o cetogénica. Esta última suele llamarse "muy baja en carbohidratos" porque solo contiene un 5% de este macronutriente. Pero una dieta ya se considera baja en carbohidratos cuando representan un 20-45% de las calorías totales consumidas. Como compensación, se aumenta el porcentaje de grasas y proteínas.
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En este caso, durante el nuevo estudio, se realizó un ensayo clínico aleatorizado con 165 personas de 56 años de media y diagnóstico de diabetes tipo 2, con una mayoría (58%) de mujeres. Se les dividió en dos grupos:
- Un grupo realizó la dieta baja en carbohidratos (LCHF en sus siglas inglesas), con un 20% de carbohidratos, 25-30% de proteínas y 50-60% de grasas.
- Otro grupo realizó la dieta baja en grasas (HCLF en sus siglas inglesas), con un 20-30% de grasas, 20-25% de proteínas y 50-60% de carbohidratos.
A los participantes de ambos gruposse les pidió que consumieran la misma cantidad de calorías equivalente a su gasto energético, pero sin una restricción calórica como tal. El objetivo era controlar el porcentaje de macronutrientes en lugar de la ingesta calórica.
Durante el estudio, que duró seis meses seguidos de otros tres de seguimiento, se tuvieron en cuenta niveles de glucosa en sangre, niveles de marcadores metabólicos, niveles de colesterol y sus fracciones (HDL y LDL) y niveles de triglicéridos. Además, también se realizaron biopsias hepáticas para evaluar la evolución de la enfermedad de hígado graso.
Según los resultados, los pariticipantes del grupo con una dieta baja en carbohidratos redujeron su HbA1c (el parámetro que mide los niveles promedio de azúcar de los últimos 3-4 meses) hasta un 0,59% más que la dieta baja en grasas. También perdieron 3,8 kg más de peso, más grasa corporal y mayor perímetro de circunferencia abdominal.
Respecto a los niveles de colesterol y triglicéridos, ambos grupos lograron mejoras a lo largo de los 6 meses del estudio. Por su parte, no hubo diferencias a nivel hepático. No se encontraron parámetros de inflamación en el hígado ni mayores cantidades de grasa hepática en ninguno de ambos grupos.
Sin embargo, todos estos cambios no se mantuvieron a los 9 meses de iniciarse el estudio. Cuando los participantes volvieron a sus dietas previas, las mejoras desaparecieron. Los investigadores apuntan que es necesario un mantenimiento a largo plazo de estos patrones alimentarios para lograr mejorías saludables y perdurables.