Las distintas frutas van y vienen en el supermercado con el transcurso de las estaciones, pero algunas están disponibles para nosotros durante todo el año. Si entras en una frutería en España en cualquier época encontrarás seguro manzanas, plátanos y, por supuesto, peras. Esta última fruta lleva con nosotros toda la vida, pero muchas personas las ignoran porque las consideran sosas o porque consideran que no destacan nutricionalmente.
Esto no es así. Las frutas frescas y las verduras deben ser el pilar principal de nuestra dieta porque son una buena fuente de fibra, vitaminas y minerales. Siempre nos han dicho que debíamos tomar cinco piezas al día, pero la Universidad de Harvard explica que deben tener una importancia todavía mayor: las frutas y las verduras deben constituir el 50% de las comidas que tomamos a lo largo del día.
Por esta razón, ninguna fruta es insignificante y las peras pueden ser un alimento perfecto para alcanzar esa cantidad diaria ideal de fruta. Según la Fundación Española de Nutrición (FEN), cada 100 gramos de pera contienen 49 kilocalorías, se trata de un alimento hipocalórico porque más del 86% de su composición está formada por agua. Sus nutrientes más destacados son los hidratos de carbono, que forman más del 10% de la pera, y la fibra.
La importancia de la fibra
De hecho, la fibra de la pera destaca por ser mayoritariamente insoluble. Esta fibra se caracteriza por su efecto saciante —es decir, que después de consumirla se reduce la sensación de hambre y, por tanto, el consumo excesivo de calorías—, pero además es capaz de atrapar azúcares, grasas y colesterol en el sistema digestivo. Por esta razón, el consumo de fibra se ha relacionado en múltiples ocasiones con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
En total, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que consumamos todos los días entre 25 y 30 gramos de fibra, tanto soluble como insoluble. Estas cifras no se cumplen en España y, por eso, no conviene ignorar el consumo de frutas. Algunas veces, de hecho, se ignoran algunas frutas por aspecto externo, como le pasa a los plátanos muy maduros y que, en consecuencia, su cáscara se vuelve de color oscuro.
Los plátanos con la cáscara marrón son aptos para el consumo aunque muchas personas los señalen como pochos. Los plátanos tienen un 20% de hidratos de carbono que pueden ser almidones o azúcares: cuando están verdes, la mayor parte son almidón, en cambio, cuando están marrones, casi todos los carbohidratos son azúcares. Los plátanos marrones, en este sentido, suelen provocar mejores digestiones.
La pera menos deseada
Muchas peras también son discriminadas por su aspecto físico. Las imágenes de peras que hemos visto durante años nos las presentan como una fruta redondeada y completamente verde. Sin embargo, algunas variedades presentan tonalidades alternativas: una de ellas es la pera conferencia, cuyo consumo está muy extendido en España y presenta unas motas marrones muy características por toda su superficie.
En algunos casos, la superficie marrón ocupa la práctica totalidad de la pera y, en estos casos, pasa a convertirse en la oveja negra del frutero. Además de marrón, estas zonas también suelen ser rugosas y, por eso, pueden hacer desconfiar a algunos consumidores. Sin embargo, las peras marrones y rugosas también se pueden comer sin ningún problema para la salud. Así lo ha explicado el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Miguel Ángel Lurueña.
Según este experto, la superficie marrón y áspera de la piel de las peras conferencia se llama russeting y se trata de "cicatrices en las células". Aunque en las peras conferencia este tejido es muy característico e, incluso, deseable, también se da en otras frutas, como las manzanas. En cualquier caso, las frutas que tienen esta superficie son seguras y perfectamente comestibles.