Si alguna vez has pensado que la comida sabe diferente según dónde la tomes, no estás loco. Algunos estudios han demostrado que servir el café en una taza blanca marca la diferencia: su sabor es casi el doble de intenso que si se toma en una taza de vidrio transparente. Aunque parezca sorprendente, existen otros ejemplos de alimentos en los que los científicos han observado este fenómeno.
Por ejemplo, los expertos han cuantificado que la mousse de fresa sabe un 10% más dulce cuando se come en un recipiente blanco. Es decir, que quizás estés en lo cierto cuando afirmas que la comida sabe mejor cuando la tomas en casa que cuando lo haces en un tupper en la oficina. O, por ejemplo, que notes la diferencia entre beber un refresco en su lata, en un vaso o succionándolo a través de una pajita.
El último estudio sobre esta materia ha confirmado otra de nuestras sospechas: la comida que comemos con las manos nos sabe mejor. Pero no sólo eso, también nos satisface más y hace que consumamos más cantidad. Es muy probable que hayamos experimentado esta sensación antes comiendo una hamburguesa o llevándonos a la boca un buen puñado de patatas fritas.
Prescindir de los cubiertos ha sido señalado siempre como un gesto de mala educación. Sin embargo, esta investigación puede dar la vuelta a esta convención social. Comer con las manos puede ser una costumbre que mejore nuestra experiencia con la comida saludable sin añadir ingredientes extra o potenciadores del sabor. Sin embargo, si lo pensamos bien, la mayoría de los alimentos que se toman con las manos no se caracterizan por ser saludables.
Control al comer
La principal autora de este estudio es Adriana Madzharov, investigadora de marketing sensorial del Instituto Stevens de Tecnología, instalado en Nueva Jersey, Estados Unidos. Para realizarlo, contó con individuos con un alto grado de autocontrol. Esto es, personas que pueden resistirse a comer platos especialmente sabrosos y que saben qué comen y cuánta cantidad. Los resultados fueron publicados el pasado mes de diciembre en la revista científica Journal of Retailing.
El primer experimento de Madzharov reunió a 45 estudiantes que degustar unas porciones de queso Munster, típico de Francia. La mitad de ellos debían de hacerlo con el queso ensartado en un pincho y la otra mitad, sin él. Antes de comerlos debían observarlos y sostenerlos frente a ellos. Cuando terminaron se les preguntó sobre su comportamiento durante la ingesta.
En ese momento, los participantes no encontraron diferencias entre las porciones de queso con pincho y las que no lo llevaban. A los que tenían un mayor autocontrol, el queso les pareció más sabroso después de comerlo. "Parece que los dos grupos procesaron la información sensorial de diferente manera", explica la autora. "Tocar la comida directamente mejora la respuesta sensorial de quienes se controlan más, la comida les resulta más atractiva".
Comida atractiva
Para el segundo experimento, Madzharov contó con 145 participantes en dos grupos. Al primer grupo se le pidió que actuase como si estuviesen a régimen y controlasen en mayor medida su comida. El segundo grupo, por el contrario, podía dar rienda suelta a sus deseos de comer sin preocuparse. Tras ello, recibieron un recipiente con pequeñas rosquillas, la mitad con un pincho y las demás, sin él.
Una vez más, debían observarlos con detenimiento y fijarse en las características que podían aportarles placer: la textura, la frescura, la calidad o su valor nutricional. Además, debían expresar el nivel de concentración que experimentaron durante este proceso. De esta manera, podía establecer un nivel de atención durante la experiencia sensorial.
Las personas que debían actuar como si estuvieran a dieta valoraron la comida de forma más positiva después de tocarla con las manos que aquellos que podían comer cuanto quisieran. Esto probaba que existía una mejora de la experiencia sensorial durante la comida en el grupo de participantes que se controlaba y que recibió la comida sin pincho, es decir, que la tocaba directamente con las manos.
Este experimento es el primero que ha evaluado el contacto directo con la comida como una manera que influye en cómo las personas experimentan la comida y, probablemente, cómo la consumen. Anteriormente se han realizado otros estudios en los que se ha explorado cómo el peso y la textura de los envases influye en la opinión de los consumidores sobre la comida y la bebida. Todos ellos han demostrado que la percepción táctil es una aspecto importante en la experiencia.