Los climatólogos que alertan de la próxima era glaciar: "Deberíamos almacenar combustible"
"El calentamiento global está ocurriendo, y España está en primer afila" / "Europa tiene un problema: se calienta el doble de rápido que el resto" / "La Tierra ha pasado de calentarse un grado cada 1.000 años a hacerlo en un siglo".
29 junio, 2024 01:04Uno de los argumentos favoritos del negacionismo climático es un artículo publicado en Newsweek en los años setenta: se titulaba Global Cooling y planteaba que el planeta se dirigía hacia un enfriamiento, no un calentamiento global. El trabajo del climatólogo Jean Jouzel (1947), continuado por su discípula Valérie Masson-Delmotte (1971) en el Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medioambiente de París, ayudó a corregir el pronóstico errado. La nueva era glaciar aún acecha dentro de unos 15.000 años, pero el planeta deberá sobrevivir primero a un aumento inédito de las temperaturas en la que la responsabilidad del hombre es ya ineludible.
Jouzel y Masson Delmotte, que ahora asesoran a instancias como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) han recibido en Bilbao el XVI Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático junto a la danesa Dorthe Dahl-Jensen (Universidad de Copenhague) y los suizos Jakob Schwander y Thomas Stocker (Universidad de Berna). Los cinco estudiaron el hielo sumergido hace cientos de miles de años en la Antártida y Groenlandia para demostrar que la concentración de CO2 en los pasados cambios climáticos nunca fue tan alta como en la actualidad.
El planeta lleva un año batiendo récords de calor. Ustedes denuncian que en toda Europa la causa climática ha desaparecido de los programas políticos.
Valérie Masson-Delmotte: Así es. Hemos actualizado el estado del clima, y hasta 2022 se ha acumulado un exceso de temperatura de 1,2ºC grados íntegramente atribuible a la influencia humana. Europa tiene un problema: se calienta el doble de rápido que el resto del mundo. Sólo la supera la Antártida. Hemos visto los riesgos: calor extremo, sequías, inundaciones y la subida del nivel del mar, cuyas consecuencias empezamos a ver ahora. Pero también hemos reducido las emisiones para cumplir un objetivo ambicioso en 2030. ¿Por qué los políticos no hablan de ello? En parte por su electorado: se van a posicionar a favor o en contra de determinadas medidas, como en el caso de la energía, que no permiten ver el conjunto.
Jean Jouzel: Más allá de Europa, me han consternado las muertes de peregrinos por calor en La Meca. Esto se va a multiplicar: temperaturas invivibles cada vez más frecuentes y más allá de las regiones tropicales. En las elecciones europeas, tanto en Francia como en España, vi fuertes diferencias en función del espectro político. La izquierda reconoce la necesidad de luchar contra el cambio climático, pero no han implantado avances incluso cuando los llevaban en su programa. Como decía Valérie, les preocupa espantar a sus votantes. La derecha en cambio tiene programas climáticos muy pobres, pero se oponen incluso al sentido común en energías renovables, por ejemplo. Y nos ponen entre la espada y la pared.
V.M.D: Yo formo parte del Alto Consejo para el Clima de Francia. Puede que las cosas no estén avanzando tan rápido como deberían para frenar el calentamiento global, pero avanzan. Y los europeos deberíamos estar orgullosos. Hemos arrancado la descarbonización, nos hemos puesto un objetivo de neutralidad entre 2030 y 2040, y como científica y ciudadana encuentro frustrante no saber qué proponen nuestros candidatos al respecto. Como dice Jean, estamos entre la espada y la pared porque hay intereses contrarios a realizar los cambios, y que incluso los están retrasando.
Un argumento negacionista recurrente es que "siempre ha habido cambios climáticos". ¿Cómo demostró su investigación la excepcionalidad del actual?
J.J.: Efectivamente, en 1987, mis colegas de Grenoble y yo tuvimos el privilegio de participar con los americanos y los soviéticos en aquella época en la perforación del hielo del lago Vostok. Eso nos permitió descubrir el vínculo entre el carbono y el clima en nuestro planeta. Pudimos reconstruir un ciclo glaciar entero que se remonta a 160.000 años, y descubrimos que la época actual se sale de la tabla: un 35% más de gases de efecto invernadero, un efecto que por aquel entonces era teórico, propio de planetas como Venus o Marte. Después hemos conseguido alcanzar ocho ciclos, 800.000 años atrás, y el equipo de Valérie espera remontarse a un millón de años. La concentración de carbono es ya un 50% superior a la de épocas prehistóricas, y ya calculamos que la responsabilidad del hombre alcanza un 95%.
V.M.D: Con muchísima probabilidad, ya podemos afirmar que lo esencial del cambio climático se debe a nuestra actividad. El papel de estos gases sobre los flujos de radiación entre la Tierra y el espacio ya fueron establecidos por Joseph Fourier antes de 1850. Desde entonces no hemos hecho más que refinar nuestra comprensión de los mecanismos amplificadores, como el vapor de agua. Ahora sabemos que, para encontrar una concentración similar de CO2, hay que remontarse entre dos y 14 millones de años en el pasado. Ningún factor natural, como el vulcanismo o las variaciones lentas de la órbita de la Tierra, pueden explicar esta acumulación. Ni tampoco su rapidez. En la Era Glaciar, el planeta se calentó al ritmo de un grado cada 1.000 años. Ahora es más de un grado en un siglo.
Ellen Thomas, premiada en la anterior convocatoria, afirmaba que la Tierra sobreviviría al calentamiento global: el problema lo tiene la humanidad.
V.M.D.: El problema es ante todo la velocidad a la que está ocurriendo, y no afecta solo a la humanidad, sino a todas las formas de vida. Los bosques de Europa se deforestan e impactan sobre los objetivos climáticos porque no están adaptados al clima cálido. Los corales tropicales ya han sufrido su cuarto episodio anual de blanqueamiento. Son ecosistemas muy frágiles que ya hemos perdido en parte.
J.J.: El planeta se recuperará, sí, pero a corto plazo el riesgo para la naturaleza es grave. Los estudios en nuestra comunidad, como los de André Berger, han revelado que hemos tenido suerte. Los periodos calurosos anteriores duraron menos de 10.000 años. Pero hace 400.000 años, el interglaciar cálido duró 30.000 años. En los años 70, pensábamos que iba a venir una nueva época glaciar, porque llevábamos 10.000 años cálidos. Pero en los 90, entendimos que hay un ciclo de 400.000 años que provoca una órbita casi circular de la Tierra, y dificulta los ciclos glaciares. Es lo que está ocurriendo ahora. De forma natural, nos quedan 15.000 años para la nueva glaciación. Quizás deberíamos pensar colectivamente a largo plazo y almacenar combustibles fósiles. Nadie nos asegura que el frío no va a volver.
V.M.D.: De hecho, lo que hagamos ahora podría retrasar la siguiente glaciación durante decenas de miles de años, porque también depende de los niveles de CO2 en la atmósfera. Volviendo a su pregunta, en los noventa veíamos el calentamiento como algo lejano. Ahora vemos sus impactos agravarse para la mitad de la humanidad. Un niño que nazca hoy estará siete veces más expuesto al riesgo de canícula de lo que lo ha estado alguien nacido en 1960.
¿Cómo podemos interpretar que España, en plena racha de récords de calor mundiales y europeos, esté normalizando sus temperaturas?
V.M.D.: A veces se dan interpretaciones simplistas de la evolución del clima, que insisten en que cada año debe ser más caluroso que el anterior. Esto no es así: hay fluctuaciones naturales que se superponen a las tendencias globales. No debe darnos una falsa sensación de seguridad. El calentamiento global está ocurriendo, y España está en primera fila. Hablamos de la sequía de larga duración, el aumento de las olas de calor o los fenómenos extremos como las DANAs de alto impacto vistas a 10 años. A escala anual, las variaciones del 'Niño' podrían dar una sensación engañosa durante dos o tres años de que el calentamiento global se está reduciendo. Pero tenemos la certeza de que no se va a frenar, al menos, hasta 2050.