Todos los seres humanos suspiramos y lo hacemos en muchos momentos del día: cuando nos enfrentamos a una avalancha de correos electrónicos, cuando pensamos en nuestro crush durante las horas de trabajo o cuando hacemos los coros de Ni tú ni nadie de Alaska y Dinarama. También lo utilizamos en la comunicación con otras personas. Un suspiro sirve para expresar que no sabes que pasará o, incluso, para indicar que lo te dicen te produce agobio o aburrimiento.
Sin embargo, a pesar de la gran versatilidad de los suspiros en la comunicación y de que la ciencia ha demostrado que, en la mayoría de las ocasiones, los suspiros se asocian con situaciones emocionales, también tienen una importante función puramente fisiológica.
El suspiro sirve principalmente para inflar los alvéolos, que son unos sacos que se encuentran a millones dentro de nuestros pulmones y que se encargan de introducir oxígeno en nuestra sangre y expulsar el dióxido de carbono. Aunque la respiración se ejecuta, principalmente, de manera involuntaria, su ritmo habitual es insuficiente para mantener al cuerpo con vida y por ello, de vez en cuando, hay que realizar una respiración profunda. El suspiro.
La importancia del suspiro no era conocida hace unos años y, de hecho, las primeras máquinas de respiración artificial no lo imitaban. Por esta razón, algunos pacientes que fueron tratados con ellas llegaron a morir sin expulsar un último suspiro. Afortunadamente, hoy en día estas máquinas ya cuentan con la función de proporcionar, de vez en cuando, una respiración profunda a imitación de la orden que da nuestro cerebro.
Una orden cerebral
Sí, es nuestro cerebro quien se encarga de los, hasta ahora, menospreciados suspiros. En concreto, los responsables son dos grupos de neuronas que se encuentran en el tronco del encéfalo (la zona que une el resto del cerebro con la médula espinal). Cuando los científicos descubrieron estos grupos se sorprendieron de la escasa cantidad de neuronas que los formaban.
Por lo tanto, aunque nos beneficiemos de ellos para expresarnos, los suspiros están programados por nuestro sistema nervioso para aparecer y salvarnos la vida. Se calcula que los humanos suspiran una vez cada cinco minutos de media, por lo que, pasada una hora, hemos suspirado doce veces.
Los investigadores han afirmado que, conocer la procedencia de los suspiros y su razón de ser, fue un gran paso de la ciencia y, sobre todo, para aquellos pacientes que no pueden realizar por ellos mismos una respiración correcta. Con la tecnología correcta, los científicos podrían estimular los suspiros de un paciente que tenga insuficiencias respiratorias o detenerlos si fuesen consecuencia de un trastorno de la ansiedad.
Control de suspiros
Un estudio conjunto de las universidades de California-Los Ángeles (UCLA) y de Stanford, ambas en Estados Unidos, tuvo como objetivo, precisamente, el control de los suspiros. Los científicos de ambas instituciones utilizaron para tal fin ratones, una especie animal que efectúa una media de 40 suspiros por hora.
Los científicos descubrieron dos tipos de moléculas, ambas conocidas como neuropéptidos, y que eran las encargadas de la comunicación de estos grupos de neuronas que activaban los suspiros. Al bloquear uno de los tipos de neuropéptidos, los suspiros de los ratones disminuyeron a la mitad, y cuando se bloquearon todos, los suspiros cesaron por completo. Gracias a estos descubrimientos se pudo localizar la función del suspiro en el área del tronco del encéfalo y encontrar una posible vía para el control de estas respiraciones.
Suspiros y emociones
Lo que todavía ha quedado por establecer es la relación entre el plano emocional y el aumento de los suspiros. Los científicos afirman que en situaciones de estrés los suspiros se disparan en comparación a los periodos de relajación. En la Universidad de Oslo en Noruega, el psicólogo Karl Teigen se preguntó en qué situaciones suspiraban los seres humanos y cómo eran percibidos estos actos por las personas de su alrededor.
Los sujetos de su estudio fueron sus propios alumnos quienes le explicaron que asociaban los suspiros a emociones negativas como el aburrimiento o la frustración. Pero Teigen también concluyó que los suspiros no constituían por sí mismos una forma de comunicación porque sus alumnos manifestaron que suspiraban en igual proporción tanto en público como en privado. Cuando los suspiros comunican se valen de otros gestos o son proferidos con distinta intensidad para otorgarles una intencionalidad.
Algunas personas consideran que el acto de suspirar es de mala educación, sin embargo, ahora puedes decirles que te preocupas de la salud de tus alvéolos y que sus llamadas de atención te aburren de un solo soplido. El suspiro.