Oleada de dimisiones en la ciencia: por qué los investigadores huyen de las mejores revistas
En 2023 fueron 13 los comités editoriales de revistas científicas que dimitieron por los cambios en el modelo de negocio. En 2024 ya van 5.
7 abril, 2024 02:07"Hemos llegado a la conclusión de que nuestra posición como editores de la revista ya no es sostenible". La dimisión de dos editores de la revista académica Syntax no pasaría de anecdótica si no fuera porque en menos de un año y medio ha habido una explosión de renuncias de este tipo.
El año pasado hubo 13 revistas que vieron cómo su comité editorial —parcialmente o al completo— presentaba su dimisión. En lo que va de 2024 van 5, según la web Retraction Watch, que hace un seguimiento de las retractaciones, fraudes y malas praxis en la comunidad académica.
Su listado recoge 34 revistas con renuncias desde 2015. Lo habitual en años anteriores era entre 0 y 4 dimisiones masivas.
En lo que va de 2024 han presentado su renuncia 2 personas de Syntax, 5 de Gender, Work and Organization, 10 de BMC Pregnancy and Childbirth, otras 10 de Theory and Society y nada menos que 30 de Journal of Economic Surveys.
Puede que los nombres de estas revistas no le suenen en absoluto, pero todas ellas están bien posicionadas en sus respectivas áreas de conocimiento y pertenecen a gigantes de la publicación científica como Wiley o Springer Nature, que ingresan cientos de millones cada año.
El comité editorial de una revista científica juega un papel fundamental. Está compuesto por expertos en un campo concreto que seleccionan qué artículos merece la pena publicar. Cada día, las revistas reciben decenas o centenares de artículos y los editores hacen la criba. Lógicamente, aquellas revistas más prestigiosas recibirán más artículos.
Una gran parte de las dimisiones tiene que ver con los cambios en el modelo de negocio de las grandes editoriales. Klaus Abels y Suzanne Flynn, los editores de la revista Syntax, señalaban en una carta abierta que su renuncia se debía a la decisión editorial de dejar la revisión de artículos en manos de un equipo externo no especializado en lingüística, el campo en el que se mueve la revista.
Este movimiento, señalan, se enmarca dentro de una acción del grupo editorial al que pertenece, Wiley, para mejorar la rentabilidad de la revista, recortando gastos y aceptando un mayor número de artículos.
Los motivos esgrimidos por los dimitidos en otras revistas son variopintos, desde la protesta por el viraje 'anti-woke' de la publicación hasta la tardanza en responder a acusaciones de mala praxis en algunos de los artículos publicados, pero detrás de la mayoría hay una tensión latente: los movimientos de los grupos editores para obtener beneficios.
Así lo explicaba Ivan Oransky, uno de los fundadores de Retraction Watch, a Nature: "La gran cuestión es la tensión entre prioridades que compiten entre sí", apuntaba. "Tienes editoriales, que buscan el beneficio y requieren un crecimiento constante porque es lo que el mercado pide. Y tienes investigadores, académicos, que buscan la calidad, la profundidad y tiempo para la revisión. Ambas [prioridades] están en oposición".
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El modelo de negocio tradicional de la publicación científica se basaba en la venta de suscripciones. Cuanto más prestigio tenía la revista, más caro era recibirla. Tanto, que muchas instituciones (principalmente universidades pequeñas o de países de bajos ingresos) no se lo podían permitir.
Con la llegada de internet todo cambió y comenzaron a proliferar las revistas de acceso abierto. La comunidad científica mundial podía leer lo que se hacía en cualquier parte pagando solamente el precio de la conexión.
La carga económica se invirtió: ahora eran los investigadores los que pagaban por ver publicados sus artículos. Las revistas se escudaban en que así podían afrontar los gastos derivados de la publicación (mantenimiento de los servidores, diseño, etc.).
Al mismo tiempo que se imponía el modelo de acceso abierto comenzaba su degeneración. La forma de mejorar la rentabilidad de las revistas consistía en subir los precios por publicar —Nature puede cobrar hasta 9.000 euros por artículo— pero, también, en aceptar cada vez más artículos, ya que el espacio ha dejado de ser un hándicap y permite un crecimiento virtualmente infinito.
Sin embargo, para asegurar la calidad de la revista es necesario un comité editorial y un equipo de revisores (que garantizan la calidad del artículo) fuerte. Con más artículos y los mismos editores, la calidad se resiente: no es lo mismo revisar 10 artículos al mes que 100.
"Un sistema abusivo"
Desde la Oficina Española de Integridad en la Investigación, una asociación que defiende a los investigadores de la mala praxis, recuerdan que "muchos de esos científicos son revisores de artículos de forma gratuita, es decir, la revista obtiene solo beneficios y crea un sistema completamente abusivo".
"Creemos que es por esto que muchos comités editoriales se oponen en la actualidad a esta mutación del sistema editorial que dificulta el avance científico y deciden no formar parte de este tipo de editoriales".
La búsqueda de beneficios editoriales se combina con una estructura de la carrera científica basada en el aforismo 'publica o perece' para comprometer el modelo actual de investigación científica.
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"Esto se debe a que el objetivo no es el avance de la ciencia (que está al servicio de la sociedad) sino el publicar en revistas de alto impacto", señalan desde la Oficina, "para poder mantener una carrera académica y obtener nuevas financiaciones para los proyectos que la persona lleva a cabo. Con este sistema la ciencia depende totalmente de estas revistas y las editoriales muchas veces lo aprovechan de forma abusiva".
Otra forma de crecer el negocio editorial es la compra de revistas más pequeñas y bien posicionadas. "Todos los días recibo una oferta de compra", comenta Miguel Zapata-Ros, profesor honorario de la Universidad de Murcia y director de RED, Revista de Educación a Distancia. "Pero a mí no me interesa".
Frente al modelo de negocio editorial, este tipo de revistas pequeñas las llevan académicos y no tienen ánimo de lucro. "Los investigadores trabajan voluntariamente, lo único que se pide a los autores es que también sean revisores: no exigimos pagar por publicar pero sí un compromiso".
En su revista suelen aceptarse el 8% de los artículos que les envían. "Esto hace que tengamos criterios de calidad: si tenemos pocos recursos, que estén bien dirigidos".
La situación de RED no es excepcional, sostiene el académico. "En España hay muchas revistas que están muy bien posicionadas y reciben todos los días ofertas de compra". Muchas veces son el esfuerzo de una persona o un pequeño grupo de ellas, y ahí el peligro: "El editor se puede jubilar y una editorial puede comprar la revista manteniendo el equipo, pero no es lo mismo trabajar para colegas que para una empresa donde priman los beneficios y las órdenes llegan desde arriba".
Zapata-Ros defiende el modelo actual en que se estructura la ciencia, basado en publicaciones en revistas de impacto, pero cree que hay soluciones para evitar la 'depredación' en la busca de beneficios.
Por ejemplo, legando la revisión de artículos a personal de la Administración Pública, especializado, y que evite el cuello de botella editorial y la sobrecarga de trabajo no remunerado. También, que estas labores, que tradicionalmente no entran en las puntuaciones para avanzar en la carrera académica (donde se prima la investigación y la docencia), puedan suponer puntos para el investigador.
"Las grandes plataformas de publicación son necesarias, no hay alternativa", apunta. "Pero nos hemos pasado de frenada con el acceso abierto y ahora estamos en el otro extremo. Debe haber una oscilación para alcanzar de nuevo el equilibrio".