Con el paso de los años, un reguero de tópicos en materia de amor se han ido colando en el imaginario popular. Que si el amor es ciego, que si el amor no tiene edad y, la más sonada, los polos opuestos se atraen. Ésta ha sido dada por sentada en más de una ocasión. Basta con mirar el extenso catálogo de libros, películas y series que han basado en ella su argumento. Pues bien, parece que no va a pasar de ahí, ya que un nuevo estudio ha demostrado que la frase no es más que una ficción.
Publicado en Nature Human Behavior, ha analizado cómo de iguales o dispares eran 133 rasgos en 80.000 parejas. Los datos han sido claros: desde aspectos básicos como la inclinación política hasta áreas más profundas como la postura respecto al uso de sustancias, el 89% de todos ellos eran similares.
"Nuestros hallazgos demuestran que las aves del mismo plumaje tienen más probabilidades de juntarse", expresa a modo de metáfora la autora primera del estudio, Tanya Horwitz, investigadora del departamento de Psicología y Neurociencia y del Instituto de Genética del Comportamiento de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos).
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El trabajo ha contado, además, con una segunda parte que corrobora estos resultados, un metaanálisis de 199 estudios que ha sumado datos de millones de parejas de todo el mundo. Como confirman los propios investigadores, en ninguno de estos estudios encontraron una "prueba convincente" de que los polos opuestos se atraigan.
El rol de la genética
"Estos resultados sugieren que, incluso en situaciones en las que tenemos la sensación de poder elegir sobre nuestras relaciones, pueden existir mecanismos entre bastidores de los que no somos plenamente conscientes", apunta Horwitz.
La genética ha sido uno de esos "mecanismos entre bastidores" que más se ha estudiado. Como demostraba una investigación de 2004 publicada en la misma revista, tendemos a buscar una pareja que tenga una genética similar a la nuestra. Así, según este nuevo trabajo, aspectos físicos como la altura, el peso e, incluso, la condición médica tenían una correlación positiva entre las parejas analizadas.
Si bien, el físico no lo es todo, también hay otros aspectos en lo que buscamos coincidir y, aunque la genética ha demostrado que puede influir hasta cierto punto en nuestro comportamiento, hay un porcentaje que no se puede explicar a través de ella. Aquí es donde los autores piden más investigación.
Por ejemplo, los nuevos hallazgos apuntan a que en rasgos como la mencionada tendencia política, la religión o el nivel educativo, las parejas suelen parecerse sobremanera. También en si es fumador, bebedor e, inclusive, en el número de parejas sexuales que ha tenido.
"Cuando nos enamoramos, hay aspectos en los que buscamos que la pareja sea semejante a nosotros. El nivel cultural parece importante, la inteligencia, compartir valores y creencias o percibir que la otra persona es tan guapa como nosotros", coincide José Antonio Hinojosa, profesor de Psicología Experimental y Procesos Cognitivos en la Universidad Complutense de Madrid.
Parecidos, pero no en todo
Sin embargo, el experto indica que hay en otros aspectos que la pareja busca una complementación, como por ejemplo el ser más o menos activo. Sus palabras vienen corroboradas por el estudio, el cual, aunque defiende que los polos opuestos no se atraen, sí ha encontrado una serie de rasgos en los que no había necesidad de hacer match.
Uno de ellos era la tendencia a preocuparse. Según la investigación, éste sería un claro ejemplo de polo opuesto que se atrae, así como, curiosamente, ser de los que prefieren la noche o el día.
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Mientras, hubo otros en los que parece haber "indiferencia", como es el caso de ser introvertido o extrovertido. "La gente tiene todas esas teorías de que a los extrovertidos les gustan los introvertidos o a los extrovertidos les gustan otros extrovertidos, pero la realidad es que es como lanzar una moneda al aire: los extrovertidos tienen las mismas probabilidades de acabar con extrovertidos que con introvertidos", aclara Horwitz.
A pesar de estos pequeños matices, los resultados de la nueva investigación respaldan lo que se conoce como el efecto del apareamiento selectivo. En esta línea, en 2014, el organismo estadounidense National Bureau of Economic Research (Oficina Nacional de Investigación Económica) publicó un estudio que confirmaba que en términos de educación y nivel socioeconómico las personas buscaban a otras similares.
Implicaciones importantes
Más allá de la ciencia del amor, esto tiene implicaciones muy importantes, como los mismos autores reconocen. Por ejemplo, si las personas bajas tienen más probabilidades de tener descendencia con personas bajas y las personas altas con personas altas, podría haber más personas con estaturas extremas en la siguiente generación.
Eso no deja de ser anecdótico, pero eleva la categoría a preocupación cuando se habla de rasgos psiquiátricos, médicos o, retomando la investigación estadounidense, los socioeconómicos. "Algunos estudios anteriores han sugerido que en EEUU cada vez es más probable que la gente se empareje con personas con un nivel educativo similar, una tendencia que, según algunas teorías, podría ampliar la brecha socioeconómica", reflexionan con cierta preocupación los autores.
Por ello, piden que su estudio no se quede en un sólo campo, sino que se tenga en cuenta en el futuro para campos tan dispares como la economía, la sociología, la antropología o la psicología.