Espero que nadie se escandalice por el encabezamiento de mis comentarios de hoy, pues nadie puede discutirme qué Vladimir Putin es hijo de Vladimir Putin, oficial de la armada soviética, y nieto de Spiridon Putin, que fue nada menos que cocinero de Lenin y Stalin, éste último, reconocido universalmente como el mayor asesino de la historia, y que “casualmente” aniquiló por inanición a millones de ciudadanos de en los territorios incluidos en la Unión Soviética, y muy particularmente en la actual Ucrania., bloqueando cualquier posibilidad de acercar alimentos a las poblaciones aisladas, algo que llegó a fomentar el canibalismo entre los ciudadanos de las ciudades aisladas.
Será casualidad que el actual Putin esté procurando dejar a las poblaciones ucranianas sin alimentos, sin agua y sin calefacción.
Vamos que, de entrada, nadie dudará a estas alturas que Vladimir Putin es nieto de Putin e hijo de Putin. Pero el paralelismo entre Stalin y Putin no es menor: ambos “han realizado un ejercicio autoritario del poder, el maquiavelismo, el control de los servicios secretos y su concepción imperial de Rusia”, como señala Pedro G. Cuartango en un reciente artículo.
Es más, Putin pretende fusionar la Rusia Imperial de los Zares con la Rusia Soviética, eso sí, con él ejerciendo el poder absoluto y aniquilando a cualquier disidente recurriendo a las purgas que él mismo practicaba al frente de la antigua KGB, hoy FSB. En fin, “el ejercicio despótico del mando, la eliminación de los adversarios, el control de los servicios secretos y del ejército, y la censura a los medios de comunicación son características que ambos comparten. Pero también la desconfianza, el maquiavelismo y la frialdad que combinan con un instinto excepcional para mantenerse en el poder”. (P.G.C.)
Nuestro personaje nació el 7-X52 en Leningrado, (hoy San Petersburgo), en el seno de una familia humilde, lo que no le impidió estudiar derecho y graduarse con honores en 1975, siendo inmediatamente reclutado por la KGB, organismo siniestro en el que también hizo una brillante carrera, siendo seleccionado para ampliar estudios en la Academia de Espionaje, estudios que terminó en 1985. Y hago estas anotaciones para significar que el siniestro mandatario no es precisamente tonto, aunque en un estudio profundo su personalidad saldría bastante malparado (son muchos los especialistas que lo califican como un sociópata), y ello puede explicar su comportamiento.
Si hiciéramos un rápido recorrido por su trayectoria política veremos que todos sus movimientos siempre han sido provocados por su ansia de poder, pero en mi opinión, no para restablecer la antigua URSS, sino más bien para constituirse en el zar del Siglo XXI, con el poder militar de la antigua Unión Soviética. Es más, en 1999 llegó a afirmar que “el comunismo es un callejón sin salida lejos de la corriente principal de la civilización”. Llegó de forma accidental a la presidencia Interina de la Federación Rusa en 1999, y ante la proliferación de los atentados chechenos inició la segunda guerra chechena en el mes de agosto de este año y lanzó un largo ataque aéreo durante meses para a finales de año ocupar los territorios bombardeados.
Alcanzó la presidencia de la Federación Rusa en 2000 y la revalidó en 2004, y al no poder presentarse en el 2008, preparó una presidencia títere asegurándose la jefatura del gobierno, para retornar a la presidencia de la Federación en 2012 y repitiendo en 2018. En todas las elecciones obtuvo una amplia mayoría y en todas se le acusó de manipular las elecciones. En estos años, reestructuró la Federación Rusa para controlarla mejor desde el poder central e incluso cambió el himno nacional volviendo de facto al himno de la antigua Unión Soviética. Por supuesto, en colaboración con los oligarcas rusos, por cierto, varios de ellos antiguos compañeros de la KGB, hizo cuanto quiso con la economía rusa y hoy se estima su capital en más de 200.000 millones de euros, aunque su sueldo anual apenas supera los 104.000 dólares. Es su secreto mejor guardado. De ser esto cierto sería el segundo hombre más rico del mundo. Una vez más, los líderes de los países comunistas supermillonarios y el pueblo en la miseria.
Pues bien, este sociópata que recibió el Premio Confucio de La Paz en 2011 e incluso llegó a ser candidato al Nobel de La Paz, y que además de hablar inglés y alemán, es abstemio y practica múltiples deportes, (tenis, natación, equitación, lucha rusa, judo, etc.), no quiere hablar de su familia, aunque sabemos que está divorciado, tiene dos hijas,(vamos que ya no habrá más hijos de Putin), y una novia con la que se especula tiene un tercer hijo, este personaje ha decidido iniciar una “Operación Especial Militar” en Ucrania, operación que en toda tierra de garbanzos llamaríamos simplemente invasión, como en su día hizo con la península de Crimea, aunque en esta ocasión la operación no resultó como aquella un paseo militar, ante la heroica resistencia del pueblo ucraniano y el valiente liderazgo del presidente Zelenski, así como la inicialmente tímida reacción de la comunidad internacional. Aunque desde la misma mañana de la invasión el mundo entero tuvo muy claro que ni las oraciones, las manifestaciones pacifistas ni la “diplomacia de precisión” que reclaman nuestras ministras podemitas serán capaces de parar a la bestia. Sencillamente Putin ignora la soberanía de las naciones europeas.
Y es que nada de esto detiene al sátrapa ruso, qué engañó a medio mundo, incluidos los propios militares rusos, concentrando más de 200.000 soldados en los límites fronterizos con Ucrania, simulando unas maniobras militares inocentes. Los Servicios de Inteligencia americanos lo avisaron y se equivocaron en horas al pronosticar el inicio de la invasión, pero el resto del mundo no se lo creyó. Al parecer pactó con los chinos esperar a la terminación de los Juegos Olímpicos de Invierno. Por cierto, una vez más los chinos, como con la pandemia, “haciendo caja” con los desastres del mundo entero.
¿Y ahora qué? El sátrapa tiene atemorizado a todo el mundo occidental con su amenaza de utilizar armamento nuclear,(algunos servicios de inteligencia hablan de la posibilidad de recurrir a la guerra biológica y química tras haber utilizado ya las bombas termobáricas) y sigue invadiendo y destrozando las ciudades de Ucrania sin respetar los Tratados Internacionales de Guerra, (cuando estoy escribiendo estas líneas la televisión hace público el bombardeo de un hospital materno infantil en Mariúpol ciudad en la que el número de civiles asesinados superan el millar), se atreve a decir que “lo peor está por llegar”, son más de dos millones y medio los ucranianos que han abandonado el país y nunca sabremos el número de muertos, que se están enterrando en fosas comunes. Ayer, jueves nuevos bombardeos en hospitales, escuelas y edificios civiles y esta misma mañana nos hemos enterado de un nuevo bombardeo de una guardería infantil en Dnipro en el centro de Ucrania.
Mientras tanto, la solidaridad de Polonia, con un gobierno tachado de ultraderechista es encomiable, como lo es la de la Unión Europea en general y la de España en particular. Sólo nos queda rezar y esperar que el rumor de que está afectado por un proceso canceroso (lo que explicaría las entrevistas con esas macromesas de por medio por miedo a contraer el Covid) sea algo más que un rumor. Yo no sería capaz de pegarle un tiro, pero confieso que no me molestaría que alguien lo hiciera y en todo caso que cuando termine el conflicto no pueda salir de sus dominios y si lo hiciera, se proceda a su detención para ser juzgado por genocidio y crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional. Al mismo tiempo, en Rusia impone represión total: censura absoluta, y miles de detenidos por manifestarse pacíficamente. ¿Quién no ha visto la detención de la anciana de 90 años portadora de dos pequeñas pancartas?
Y al final, tres personajes: Zelenski, un payaso que resultó un gran presidente, Pedro Sánchez que fue elegido presidente y resultó un mal payaso, y Putin que ahora sí tengo que reconocer que es un hijo de Putin, pero además y sobre todo, un grandísimo hijo de puta. (lo siento, pero no soporto más lo del lenguaje políticamente correcto). Por cierto, nuestro presimiente, que echó la culpa de su fracaso en los años 20 y 21 a la pandemia, ahora se la echa a Putin. La subida del IPC, (hoy ha alcanzado el 7,6), el precio de la luz, del gas, de los combustibles la carencia de productos del campo y el subsiguiente encarecimiento de la cesta de la compra son ajenos a su gestión. ¿Y pensará que alguien le cree? Al menos la agresión rusa parece haber despertado a la Unión Europea y a la propia OTAN y mientras las ministras podemitas quieren solucionar el conflicto mediante la “diplomacia de precisión”, ayer mismo fracasaron las conversaciones entre los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países contendientes.
En fin, hasta la semana que viene sin olvidar que los atascos siguen estrangulando el tráfico en nuestra ciudad y los ciclistas circulando por las aceras.