“Me parecería triste que 'Ocho apellidos catalanes' se politizara”
Dani Rovira, Clara Lago y Berto Romero hablan de la continuación, que llega este viernes a los cines con el triple de copias de la primera
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“La esencia es la misma. El director de orquesta, Emilio, es el mismo. Los personajes prácticamente son iguales y las incorporaciones vibran en la misma frecuencia que nosotros. La diferencia: que no hay factor sorpresa. Pero es una película que sigue hablando sobre los tópicos, ahora en Cataluña”. Así resume Dani Rovira las diferencias y similitudes entre Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes, la esperada continuación, firmada de nuevo por el director Emilio Martínez-Lázaro, que este viernes llega a los cines. Lo hará precedida por la etiqueta de fenómeno récord del cine español: 9,5 millones de espectadores, 56,3 millones de euros recaudados…
Ocho apellidos catalanes aterrizará en el triple de pantallas que la primera entrega, según explicó a EL ESPAÑOL el CEO de Telecinco Cinema, Ghislain Barrois. Conseguir reproducir las cifras o superarlas, pese al despliegue, es una misión imposible sobre el papel -aunque nunca se sabe-. "Haga lo que haga la película, no creo que repita lo de la primera porque ha sido una cosa excepcional", tiene claro el directivo, quizá curándose en salud de expectativas demasiado altas. El productor de La Zona, Gonzalo Salazar -Simpson, la principal coproductora de ambas entregas junto a la cadena, lo explica con claridad: "Va a ser un éxito seguro, y a la vez, seguramente, comparada con la primera no va a serlo".
En Hollywood una ley no escrita anuncia que las continuaciones rondan el 40% del resultado de las primeras partes. Pero eso, para un mercado como el español, seguiría siendo un dato de primera. Aunque Clara Lago cree que no todo son las cifras: “Imagínate que la mitad de la gente que vio la primera, venga a ésta. Eso sería un taquillazo. Ahora, si todos salen diciendo 'vaya mierda', yo no me lo tomo como un éxito. Para mí el éxito sería que la gente diga al salir: 'Qué maravilla que hayan hecho esta segunda. Ojalá haya una tercera'”, cuenta a este diario.
Una masía independiente
En Ocho apellidos catalanes, Amaia (Lago) y Rafa (Rovira) ya no están juntos. Ella va a casarse con un artista catalán (Berto Romero), un hipster que ha organizado una boda de ficción, al más puro estilo de Goodbye Lenin, en una masía. Para no dar un disgustazo a su yaya (Rosa María Sardá), independentista furibunda, fingirán que el “sí” ha triunfado hace ya tiempo en un referéndum y que se casan en un país escindido, entre senyeras y brindis con cava…
El argumento parece estudiado para que la actualidad le haga la mejor campaña de márketing al filme. “Le puede ir bien a la película, pero al mismo tiempo ésta no es deudora de la actualidad. Es hija del momento en que se hizo. Y se escribió hace más de un año. Como la realidad política es tan cambiante y frenética y a veces da giros en días u horas, es muy difícil este maridaje entre esta ficción y la vida, que va a otra velocidad”, matiza Romero.
Todo el equipo trata de separar lo que consideran una comedia, sin más, de cualquier lectura política. “Me parecería muy triste que esta película, cuyo único fin es divertir, unir, hacer a la gente un poquito más feliz, se politizara y se tomara como herramienta política, como se ha cogido el catalán y hasta el sentir de cada una de las personas de este país”, subraya Rovira.
Pero, ¿puede servir de algo en la España de finales de 2015? ¿Puede hacer recapacitar a alguien? “Si esto ayuda a quitar hierro a la problemática catalana, bienvenido sea -prosigue el cómico, ya actor por derecho propio tras ser la revelación de 2014, premio Goya incluido-. Pero tampoco es ésa la intención: no venimos a salvar el mundo ni a ayudar ni a unos ni a otros”. Romero, el único catalán del equipo -Rosa María Sardá no estuvo en las entrevistas en Madrid- declinó dar su visión personal. “Lo que menos necesita Cataluña ahora es que alguien más abra la boca para opinar”.
En la misma línea, director y guionistas prefieren separar cualquier lectura política de la realidad del mensaje del filme, por más que parezca que hay una sátira clara del proceso independentista, con guiños al jamón ibérico y el tinto de Rioja.
Problemas de ritmo y guión
Cuenta Rovira sobre esta nueva entrega que “otra diferencia es que es más redonda. Lo mismo la primera fue más de brocha gorda, y ésta es más de brocha fina. Pero lo veo como algo positivo: mientras haya comedia, a mí me da igual que sea brocha gorda o fina. Emilio ha sabido diferenciar para darle al público lo que ya quería y algo nuevo”.
¿Podrá Ocho apellidos catalanes estar a la altura de Ocho apellidos vascos? La prensa especializada, a la salida del pase madrileño no estaba muy de acuerdo con la valoración de Rovira: Ocho apellidos catalanes es más floja que la anterior, con problemas de ritmo y de guión, pero va a dar igual. Tiene unos cuantos puntos divertidos -Karra Elejalde vuelve a estar antológico como el rudo pescador vasco Koldo- y, aunque no consiga repetir el récord, estamos seguramente ante una de las películas, en términos numéricos, del año. La respuesta la tendremos dentro de algunas semanas.