Rocío Wanninkhof y Marta del Castillo, dos casos que no se entienden sin la influencia de la televisión
Las series documentales que ofrecen las plataformas HBO y Netflix hacen un fiel reflejo de cómo los medios de comunicación marcaron el desarrollo de los acontecimientos.
19 noviembre, 2021 10:18Noticias relacionadas
Veintidós y doce años, respectivamente, han pasado desde que se produjeran dos de los crímenes que más han conmocionado a la sociedad española: el de Rocío Wanninkhof y el de Marta del Castillo. Un tiempo lo suficientemente prudencial para que todo lo que en su día copaba de manera incesante horas de televisión pueda ser analizado desde una perspectiva más serena y racional.
Las plataformas HBO Max y Netflix han sido las encargadas de asumir la producción de dos de las series documentales que más éxito están teniendo actualmente en nuestro país. Dos asesinatos, los dos paradójicamente en Andalucía, que marcaron una época de la crónica negra y que aún retumban en la memoria de muchos.
El de Rocío Wanninkhof fue uno de los primeros casos de esta naturaleza en ser tratados de manera minuciosa a través de la televisión en España, teniendo como procedente el huracán generado con las niñas de Alcàsser en 1992. Un asesinato en el que los medios de comunicación marcaron en muchas ocasiones la hoja de ruta a justicia, que se obcecó en buscar culpables. Una familia destrozada que buscaba notoriedad pública para hallar respuestas y no caer en el olvido, y una audiencia abducida por el morbo de los acontecimientos, es la constante que se repite en estos dos sucesos. Un juego a veces peligroso que vale la pena analizar.
Además de la fallecida Rocío, el caso Wanninkhof contó con otra víctima: Dolores Vázquez. Una mujer con escasas virtudes telegénicas que resultaba antipática a ojos del público y que de la noche a la mañana se vio señalada como sospechosa de asesinato. La situación de esta gallega hizo que se la juzgara de manera automática, y es que se trataba de la expareja de la madre de la fallecida que durante años había cuidado de la víctima. Un detalle que en 2021 nos puede parecer trivial, pero que en aquel momento tenía connotaciones muy negativas. Una realidad, la homosexual, que para muchos estaba rezagada al lado sórdido de la sociedad y que pocos querían ver.
El supuesto crimen con tintes pasionales de una lesbiana vengativa con la que fuera su expareja, caló hondo en los espectadores que cada día encendían la televisión. Algo que supieron aprovechar muy bien algunos de los profesionales de la comunicación líderes en aquel momento, como es el caso de María Teresa Campos que, en su programa Día a día de Telecinco, no dudaba en calificar de manera muy peyorativa a la que tan solo era una acusada.
Una sospechosa sin pruebas cuyo único delito era no ser muy simpática y el haber estado relacionada sentimentalmente con otra mujer. En el documental realizado por la productora Unicorn Content para HBO sobre el caso de Dolores Vázquez, resulta muy violento ver cómo varios comunicadores calificaban a esta mujer de "fría", "manipuladora" e inclusive "mala persona". Palabras que vistas y escuchadas 22 años después provocan en el espectador una sensación similar a la que se tiene al visionar el choque de dos trenes entre sí.
Dolores no contó con el apoyo ni de la televisión, ni del resto de los medios de comunicación, que quisieron venderla como una despiadada asesina. Un envoltorio que solo unos pocos decidieron obviar, como en el caso de Toñi Moreno. La andaluza, que meritoriamente dirige el documental, confiesa que fue de las pocas profesionales que no dudó en conocer la postura de la acusada y de su familia. Una perspectiva gracias a la cual comprendió que el caso no estaba siendo llevado por los derroteros adecuados judicial y públicamente.
El furor mediático y odio desbordado hacia Dolores Vázquez que reflejaban los medios de comunicación, y muy concretamente la televisión, ayudó a que la justicia determinase someter a la supuesta asesina a un tribunal público. Ejercicio totalmente irresponsable si se tiene en cuenta la trascendencia social que había tomado el caso y que dio como resultado el encarcelamiento de una mujer inocente.
Cuatro años tuvieron que pasar para que Dolores comenzara a ver el final de su letargo después de que el asesino de Wanninkhof volviera a reincidir matando a Sonia Carabantes. Un crimen en el que el ADN encontrado en el cuerpo de la víctima concluyó que era el mismo hallado en la escena del crimen de Rocío, dirigiendo las acusaciones a la persona que después confesaría los dos hechos, el británico Tony King. El caso de Dolores Vázquez es el claro ejemplo de la llamada 'pena de telediario', y que dejó a una persona inocente a manos de una justicia ansiosa por encontrar en ella la culpable de un delito que jamás cometió. Un daño irreparable en el que la televisión jugó una inestimable baza.
En el caso de Marta del Castillo los medios de comunicación no se dedicaron a perfilar la silueta de un falso asesino, sino a contar como si de una novela policíaca se tratase el crimen de la joven sevillana. El boom de las redes sociales comenzaba a emerger y los programas de televisión contaban con ingredientes suficientes para hacer de esta tragedia un éxito de masas.
El costumbrismo aderezó la cobertura del caso, que narraba sin escrúpulos detalles del caso que iban varios pasos más allá de la mera información y que a veces mermaban la seriedad asunto. Ejemplo de ello se puede ver durante el documental de Netflix, cuando la persona que vio con vida por última vez a Marta confiesa ante las cámaras que recuerda con exactitud la hora porque que venía con prisas de la compra y no perderse el comienzo de su programa favorito de aquel momento, Se llama copla. Una especie de Operación Triunfo versión folclórica que durante varias temporadas arrasó en audiencias en Canal Sur. Una confesión, la de esta señora, que sirve para enmarcar perfectamente la diosincrasia de la ciudad donde se desarrollaron los hechos.
Llamativa resulta la preocupación de los investigadores en todo lo refrente al caso, que temían que la prensa, en su ansia por llenar horas de contenido, desvelase secretos que después podían ser usados en contra del proceso por parte de los acusados. Todo un entramado de lo más complejo en el que la televisión jugó una parte fundamental de la mano de una audiencia que, pese a la crueldad de lo que se exponía a diario, sintió verdadera atracción por seguir el 'culebrón' que los diferentes programas había creador alrededor de la desgracia.
Curiosamente ahora, una de las productoras que más horas dedicó al caso, Cuarzo Producciones, a través de programas como El Programa de Ana Rosa o Rojo y negro (Nacho Abad), es la que se ha encargado de rescatar el caso para Netflix. Eso sí, sin hacer autocrítica del tratamiento. Y eso que la justicia les condenó a pagar una indemnización de 6.000 euros por haber sacado en varios programas de televisión a laexnovia de Miguel Carcaño, por entonces menor de edad.