Junto a su socio, Simón Casas presentó en marzo una Feria de San Isidro conservadora. El ciclo visto en perspectiva era una gran masa amorfa de nombres muy poco apetecible: es raro querer vender un producto diseñándolo como un prospecto médico. Recuerdo cuando el ladrillo colgaba de los bares incitando a no comprar ni una entrada.
La estrategia era clara: atraer al público, imantado con los nombres de las figuras, comprador de tickets al rebufo de los cinco o seis carteles rematados. Los miércoles y los viernes han sido los días elegidos para concentrar a los toreros más conocidos. Por el resto de fechas ha paseado la soldadesca con poca fortuna llevando sobre sus hombros el peso del abono.
Este experimento de Simón Casas ha dejado un paisaje desolador. A la clase media del escalafón no se le puede exigir sostener una feria como la de Madrid y además cuajar los toros que han embestido en días sueltos. Una cosa o la otra: las dos la hacen las figuras del toreo. Y se han encontrado entre la espada y la pared: en sus días no había gente que pidiera orejas como la de Cayetano.
De San Isidro salen reforzadas casi todas las figuras por toreo en días en los que había un ambiente favorable a ellos. Incluido Castella, que puso el listón altísimo para entrar en el club. Por debajo de esa actitud no suena el teléfono. De la quema se han salvado Fortes –su no oreja desquició más al palco– y Octavio Chacón. El egoísmo de los que se divertieron el día de Saltillo hace que el matador tenga que darle las gracias al ganadero por ponerle unos monstruos perfectos para ganarse Pamplona y no al revés, que el ganadero agradezca sus formas por dignificarle el producto defectuoso que llevó a la primera plaza del mundo.
Si el abono se acorta, San Isidro deja de ser el escaparate para los otros toreros que ha sido siempre. Madrid soluciona la vida. Y si se mantiene el modelo, es un triturador de carne, de profesionales y afición. Las figuras tienen que echarse a la espalda la primera feria del mundo. La afición las echa de menos: a Talavante lo sacaron a saludar por coger la extraña sustitución de Ureña.