Hablan los vecinos desalojados en el Casco de Zaragoza: "No sé qué será de mí"
Ocho familias vivían en el edificio desalojado este martes en la calle Mariano Mariano Cerezo, en el Casco Histórico de Zaragoza.
Un total de 22 personas, entre ellas 7 menores, han sido desalojadas este martes del edificio 39 de la calle Mariano Cerezo, en el Casco Histórico de Zaragoza. El inmueble, donde vivían hasta ocho familias, presentaba condiciones "lamentables" de conservación, en el que las ocho familias habitaban con "humedades, sin antena de televisión y grietas", entre otros desperfectos.
Así lo ha detallado a este diario Javier Magén, presidente de la asociación vecinal plataforma afectados El Gancho Pignatelli, quien ha asegurado que las instalaciones "llevan muy mal desde hace años". Ha señalado también que todas las viviendas eran de alquileres muy bajos, aunque, supuestamente, "había un plan de rehabilitación integral, que los vecinos esperaban que se llevara acabo".
María (nombre ficticio) llevaba años viviendo en el inmueble, donde estaba alquilada por 250 euros mensuales, pero añade que pagaba "otros 50 euros" para poder ver la televisión. Especifica que el resto de vecinos se movían en los mismos niveles de arrendamiento, "entre los 300 y los 370 euros".
"Se caía a trozos"
Aguantando las lágrimas, la mujer relata que su casera "era conocedora del estado del edificio" y, aún así, asegura que esta se negaba a arreglar los desperfectos o bajar el precio de la vivienda. "Sabía que me tendría que ir de un momento a otro, porque la casa estaba llena de grietas e incluso el suelo había cedido unos cuatro centímetros para afuera", expone.
Afirma que el edificio "lleva muchos años en mal estado" e incluso específica que "se caía a trozos". Lo asegura recordando que, la pasada tarde del lunes, "la puerta principal del piso se vino abajo". Un hecho que le preocupa porque "no es muy buen barrio" y la mayoría de sus pertenencias, debido a la premura de la situación, "siguen en la vivienda".
De echo, relata que no hace más de un par de semanas le entraron a robar: "Se llevaron todas las joyas que guardaba de mi marido", lamenta por la pérdida de "los últimos recuerdos" que conserva de él. Y, añade, "aunque precinten bien pueden entrar otra vez a por lo queda dentro".
"No tengo a donde ir"
Entre sus esperanzas, se mantiene viva la llama de poder volver a casa. "No tengo a dónde ir, desde servicios sociales me han dicho que me llevarán a un albergue... pero después no sé que será de mi porqué mi sueldo es muy bajo y no me puedo permitir una vivienda mucho más cara", sostiene.
Otro de los vecinos se ha visto sorprendido con el desalojo al volver a su casa por la tarde. No habla español y se intenta entender con un policía, que le explica que "debe recoger sus pertenencias por seguridad y acudir al centro social, a unos metros de distancia en la plaza San Pablo".
El hombre, con gran preocupación, señala que tiene "dos hijos" y pregunta por ellos. "Somos una familia, ¿qué vamos a hacer?", pregunta.
A Pablo (de nuevo un nombre ficticio) también le ubicarán unos días en un albergue de Zaragoza. Antes de acudir a lo que será su casa por un par de días con su mujer saca un par de maletas del portal, que ya comienza a ser precintado por los bomberos. Es todo lo que ha podido recoger antes de marchar.
El hombre, de nacionalidad portuguesa, lleva "un año y medio" viviendo en el edificio, 18 años en la ciudad. Entre los desperfectos de su vivienda destaca la aparición de grietas, "que ha ido a más estos últimos días", así como humedad. "No regresaremos aquí, está muy mal. Tendremos que buscarnos otro sitio", asiente.