Cuando nació Sara Marín (Elche, 1996), a sus padres les dijeron que su hija no podría tener una vida normal. El síndrome de Down pesaba como una losa para una familia que había visto volar a su otra hija, Lidia, en la gimnasia rítmica. Pero si algo caracteriza a Sara, y a sus padres, es la perseverancia, y ella quería ser como su hermana mayor. A los tres empezó en esta disciplina en contra del criterio médico y, desde 2008, ha ganado 14 veces el campeonato de España para personas con discapacidad intelectual y en 2018 sumó el campeonato mundial celebrado en Alemania.
Ahora, con esa misma fórmula que tantos éxitos deportivos le ha reportado: constancia, esfuerzo y, sobre todo, seguridad en sí misma, acaba de graduarse en el curso de Nanomáster en Tareas Auxiliares de Tienda de la Cátedra de Discapacidad y Empleabilidad Tempe-Apsa de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche. Y, de nuevo, él éxito académico ha llegado en contra de aquellos, reconoce su madre, que le cuestionaran que pudiera estudiar y entrenar todos los días. "Y lo ha podido hacer porque ha luchado por ello", defiende su madre.
Con un aplomo que sorprende, le preguntamos a Sara Marín si se suele poner nerviosa en las entrevistas. Con una sonrisa, contesta que no. ¿Y durante una competición, cuando se juega en una prueba todo el entrenamiento de un año? "No me pongo nerviosa porque me siento con ganas". ¿Y cuando hizo prácticas en la empresa de calzado Pikolinos y tuvo que estar de cara al público? "Tampoco", asegura. Al final, reconoce que los nervios únicamente afloraron hace dos lunes, cuando se graduó en la UMH y no podía dejar de llorar, como todas sus compañeras.
Una emoción que también sobresale en cada una de las ocasiones que suena el himno de España cuando tiene que recoger una medalla, cuyo número ha perdido la cuenta, como también son innumerables los reconocimientos que ha recogido. Desde que fuera designada en el 2012 como una de la Mejores Deportistas Femeninas con Discapacidad a nivel nacional por el Consejo Superior de Deportes, le han llovido numerosos premios en su ciudad, ha sido reconocida por partida doble por la Diputación de Alicante y la Generalitat Valenciana le otorgó la medalla al mérito deportivo el 9 de octubre de 2016.
Sus orígenes
Sara Marín empezó a ganar, en cierto modo, antes de empezar a competir. La que siempre ha sido su entrenadora y gran artífice de su éxito, Titi Alberola, decidió llevar a la niña Marín al famoso concurso infantil 'Veo veo' de la cantante Teresa Rabal. De allí salió dos años seguidos con la mención del jurado por su exhibición en la gimnasia rítmica.
A continuación, y con el potencial que entonces solo vea en ella Alberola, fueron a un campeonato en Pamplona donde tuvo que hacer otras exhibiciones. Seguía llamando la atención, en este caso de expertas como la de Maribel, recuerda su madre, una entrenadora de La Coruña "que la vio y nos dijo que la veía para competir a partir de los 16 años", como marcaban los estatutos.
El problema es que entonces Sara Marín solo tenía 9... Al año siguiente fue a hacer otra exhibición a Torrevieja y fue tal el derroche que mostró que desde la asociación decidieron cambiar los estatutos y bajar la edad para empezar a competir a los 11. Ese fue el primer gran triunfo de Sara Marín.
¿Paralimpiadas?
Aunque si hablamos de triunfos, Sara y su entorno tienen clavada la espinita de las Paralimpiadas, ese sueño de poder disputarlas truncado en los despachos, donde de momento no contemplan que las gimnastas con Down tengan acceso. "Es que sería lo más", asegura Sara.
Ante la falta de Paralimpiadas, la Federación Italiana de Deportes para Personas con Discapacidad Intelectual creó los Trisome Game, una competición deportiva que enfrenta a atletas con síndrome de Down, una alternativa a las Olimpiadas en cuya primera edición en Florencia, en 2016, Sara deslumbró como solo ella sabe hacer, ganando la medalla de oro en pelota, en aro, en cinta, en mazas y en la clasificación general.
¿No te cansas de ganar? Le preguntamos. Tras reconocer lo duro del entrenamiento diario, dice que puestos a elegir, "prefiero no madrugar". Aquí su madre matiza que solo hubo un año que se quedó segunda, "el año de la pandemia". Y es que, con el confinamiento, ella no entrenaba las mismas horas "y no salió a competir con la misma seguridad de siempre", insiste su madre. "Ante cada prueba, me dice que va a ganar y ese día no me dijo eso, me preguntaba si lo iba a hacer bien", rememora.
Su entrenamiento es de lunes a viernes entre 3 y 4 horas diarias en el Club Algar, donde siempre la han apoyado. "Si entrena menos, no podría conseguir todo lo que ha logrado", añade María José. "Pero es muy sacrificado, así lleva 15 años y claro, entre semana no puede haber cumpleaños ni otras cosas", insiste.
Trabajar
Así que Sara Marín estará compitiendo hasta que ella quiera, y de momento, asegura, quiere. ¿Y trabajar? Con el título que ha obtenido estos días podría entrar en una tienda. Tras recordar "lo bien que me han tratado" en Pikolinos haciendo prácticas, "hasta vinieron Juan Peral y Antonio Peral", los responsables de la firma, a verla trabajar y hablar con ella, recuerda Sara, su otro gran sueño es trabajar en un Zara.
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"Como desde pequeña le compro allí la ropa, las chicas le enseñaban a Sara a doblarla y a ella le encantaba hasta el punto de que si no terminaba una mesa, no me la podía llevar", explica su madre. Las trabajadoras de la tienda le decían que cuando fuera mayor se fuera con ellas a trabajar y Sara eso lo ha tenido muy presente.
Aunque bueno, estamos en verano y Sara tiene la mente en descansar, en bailar, su otra gran pasión, temas de Dvicio o canciones de Pablo López y en las fiestas patronales de Elche, que empiezan ahora en agosto. En las de 2016 Sara volvió a romper barreras, convirtiéndose en Dama de la Comisión de Fiestas de Valverde, siendo la primera chica con síndrome de Down elegida para este cargo. Ella no parece que le dé importancia a tantos logros; su madre, orgullosa, recuerda cuando los médicos le decían que su vida no sería normal. La normalización de lo extraordinario.