A finales de los años 50 el "pueblo que quiere despegar turísticamente" se lanza a inventar un modelo de turismo. Y en ese camino la banda sonora la pone el Festival Internacional de la Canción. Benidorm construye torres a la vez que surgen carreras como las de Julio Iglesias y Raphael o pasan artistas invitados como Rocío Jurado, Aretha Franklin y Raffaella Carrá.
El niño que era Pepe Pagés en aquellos inicios acabaría implicándose años después desde su trabajo en el Ayuntamiento. Y en su mirada de niño recuerda al capitán que dirigía aquel barco, Pere Zaragoza. "Detrás de él iba el pueblo", cuenta.
Si por un lado estaba esa ambición administrativa por convertir Benidorm en algo más, por otro estaban periodistas que creían que se lo merecía. Y su punto de reunión en aquel pueblo era un kiosco de verano en la playa de Levante, el del tío Quico.
Entre ellos, cuenta Pagés, estaban Angel Laborda del ABC y Juan Carlos Villacorta, del gabinete de prensa de la Secretaría General del movimiento. "Hay que promocionar Benidorm", solía decir. Y con el modelo de San Remo, abierto en 1951, habló en Madrid. La llamada REM era la red de emisoras que existía en la época y que lo apoyaría.
"Ya lo sabía"
Pero ¿dónde se hacía? Porque no había nada de nada, explica Pagés. Zaragoza ya tenía en marcha la revolución urbanística, pero aún quedaba mucho por hacer. Así que se escogió la sala de fiestas Manila Park, en lo que sería la iglesia del Carmen. Aquel era el sitio que tenía bastante tamaño para albergar las actuaciones que planteaban.
Allí cantó la chilena Monna Bell Un Telegrama, la canción con que ganó una primera edición en la que aún no se repartía como premio la estatuilla de la Sirenita. "Aquella canción pega un montón y es la que pone en el mapa al festival porque tengo entendido que llegó hasta en japonés". Su "ya lo sabía" resuena por toda España y Latinoamérica.
Y aquellos primeros años también crece la ciudad, y se pasa de la Manila Park a la plaza de toros. "No se puede decir que el festival promocione más a la ciudad o al revés", cuenta risueño Pagés. Y en el certamen se seguía trabajando con acierto, la siguiente canción ganadora, Comunicando, tiene también éxito con otro cantante chileno, Arturo Millán.
De aquellas primeras ediciones, se recogen crónicas como las que preparó César González Ruano, periodista de ABC y componente del jurado. En ella contaba que para la final el público ya cantaba las canciones participantes, después de las dos noches de semifinales. Y entre ese público había uno muy destacado, el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, que tenía 23 años y aún permanecía soltero, y "mostró desde el primer día un interés decidido por asistir a la noche final".
En la cuarta, el ganador es Raphael con Llevan y en la décima lo es Julio Iglesias con La vida sigue igual. Dos jóvenes que llegan como desconocidos y que pasarían a ser los mayores éxitos surgidos del festival. El apoyo de la televisión, destaca Pagés, fue fundamental. "Cuando se interesan por lanzarlo, no tenías más remedio que pasar por el festival porque las discográficas querían que se viera esa canción".
Otras ciudades quieren aplicar el modelo de promoción que funcionó. "Y todos entran en la dinámica, se hace el festival de Barcelona, el de Almería… pero el único que aguanta el tirón es Benidorm".
En 1970 la americana Dona Hightower ganaba con Tus manos, su incursión musical en el castellano. Y lo hacía ante su compatriota Aretha Franklin que actuó en el festival dentro las actuaciones que acompañaban a los aspirantes a la Sirenita. Esa fórmula es la que llevó a otras artistas a pasar por el escenario como Rocío Jurado, Dúo Dinámico o Raffaella Carrá para dar más proyección a ganadores de esa década como Dyango.