Los guerreros de Xi'an que llegarán al Marq a finales de marzo serán los protagonistas del museo de Alicante durante todo el año. Pero en el centro hay muchas otras obras de gran valor que se pueden descubrir. Manuel Olcina, su director, escoge las cinco más significativas que muestran en su colección permanente.
"Los objetos que muestran los museos, a veces, no son atractivos", arranca Olcina en la sala de prehistoria, "pero explican un cambio de civilización importantísimo". Ese es el caso de un pequeño vaso de cerámica cardial, es decir, decorado mediante el uso de una concha.
El valor de este vaso radica en que representa lo que hacían "los primeros agricultores y ganaderos que habitaban nuestras tierras hacia el sexto y quinto milenio antes de Cristo". El establecimiento de la revolución neolítica es el origen de nuestra sociedad actual, explica apasionadamente el director, "porque las personas son capaces de cultivar y de conservar alimentos, no dependen del día a día".
La palabra revolución, como resalta, es la más apropiada para explicar un momento trascendental en nuestra historia: "Ese excedente de comida y recursos provoca que la sociedad sea más compleja y esta pieza es testimonio de eso". "Además, este en particular, está decorado con los mismos motivos humanos que se pueden ver en el Pla de Petracos, con lo que hay una conexión entre el objeto y las representaciones de un mundo religioso importantísimo", concluye.
La influencia del intermediario
En la misma sala de prehistoria, pero en una de las vitrinas finales, presenta el rincón escogido con el que resume otro cambio de etapa. "La llegada del mundo fenicio a nuestras costas transforma esas sociedades que vivían aquí trayendo nuevas ideas como la escritura, el torno o el hierro", explica para situarnos. Así nació la importancia del intermediario. Y eso lo representan un ánfora griega de Quíos que llega a las costas de Alicante por el comercio del vino, un escarabeo egipcio, una plaqueta de oro decorada con patos y aspas hecha en la península itálica.
El cambio de sala nos lleva a la civilización ibérica. Y aquí el Marq se puede enorgullecer de tener un emblema de esta cultura. "Estamos delante de una de las piezas más importantes de la cultura ibérica, la llamada Dama de Cabeza de Lucero o Guardamar", cuenta sobre este busto encontrado en 1987 a las afueras de esta localidad costera de la Vega Baja.
Como la popular Dama de Elche, esta representación cuenta con rodetes laterales y unos destacados collares. El descubrimiento de esta escultura en una excavación profesional supuso un hito porque "es la pieza más parecida a lo que se creía único y absolutamente original". Con ella consiguió otra cosa despejar las dudas que llegaron a aflorar, "y que nosotros los especialistas no teníamos", sobre si la ilicitana era falsa. "Probablemente salida de los mismos talleres, aunque esta más antigua", añade sobre una creación cuyo destino más probable sería acompañar o albergar las cenizas de un difunto.
En la misma sala, se detiene ante una destacada vitrina con tres gargantillas de oro puro de una calidad excepcional. "Se encontraron de una manera curiosa en un yacimiento de Dénia", recuerda. Según indica, la historia empieza con un joven holandés que se sentó en lo que resultó ser un trozo de muro en un paraje del Montgó "y al levantarse se desprendió una piedra".
[El águila bicéfala, la joya arqueológica de Alicante por la que suspiran hasta en Rusia]
Esa casualidad hizo que se descubriera este tesoro ligado a las guerras civiles romanas. "Esto es el producto de algún soldado itálico que, ante una batalla inminente, lo esconde para recuperarlo luego". Como el propietario no volvió a por él, quedó perdido y se convirtió siglos más tarde en el conocido como tesoro de la Marina. "Hay que alabar al joven holandés que, en lugar de quedárselas, las diera a la autoridad competente", añade Olcina.
Precisamente esta historia sirve para enlazar con la sala en la que se presenta la influencia del Imperio romano. En ella se esconde una auténtica joya arqueológica, única en el mundo, como recalca: la mano que sostiene la empuñadura de una espada rematada con una águila bicéfala.
"Es un unicum, una pieza exclusiva que tiene este museo", subraya orgulloso el director. "Eso también la hace difícil de interpretar por su rareza", concede. "A veces en congresos internacionales hemos debatido con colegas qué pueden significar estas dos cabezas porque no existe nada igual".