El escritor y cineasta Rodrigo Cortés ahora viene producido por Scorsese: casi nada. En Escape, su nueva película protagonizada por un irritante Mario Casas, roza la parodia narrando la historia de un hombre traumatizado por una pérdida que decide prescindir de tomar decisiones. No quiere ser libre. Se esfuerza constantemente en ser encarcelado, pero, ¿quién nos lo iba a decir? Este sistema nuestro no es tan punitivo como parecía... y se le resiste. Éste es el viaje histriónico y surrealista, al estilo fábula, de un antihéroe viviendo su tragedia, sin evolucionar ni un ápice pero encontrándose en su senda a distintos personajes con los que habla y a los que en el fondo ignora (el cura, el psicólogo, la psiquiatra sabia y dura como una tortuga milenaria...).
Del protagonista entendemos que él es lo de menos: como nosotros en nuestra propia vida, supongo. Lo interesante es lo que nos espera a cada paso. Nuestros encuentros. Nuestros cabezazos contra la pared. Hay algo quijotesco en esta llamada a la aventura aunque uno, aparentemente, quiera paz.
¿Qué tiene usted de su madre y qué tiene de su padre?
Mi padre murió cuando yo tenía 15 años, así que no llegué a tener una idea de él, o no una idea profunda o realista. Pero él era un gran cinéfilo, por ejemplo, y un gran melómano. Él decía que el mejor director de todos los tiempos era Tom Ford, por La diligencia. El mío era Spielberg, por E.T. Mi madre es botánica. De ella tengo la determinación.
¿Qué le lleva a dirigir una película como ésta?
Creo que da miedo, que es contraintuitiva, que no es a priori lo que demandaría un ejecutivo, que no parece encajar en ningún molde. Es un jardín, y eso resulta sorprendentemente estimulante para un cerebro preocupante como el mío.
¿Por qué es preocupante?
Tengo pruebas sólidas de que ha generado preocupación en mucha gente a lo largo de los años.
"Entiendo que ser un intelectual es ser un pensador, vivir de tu intelecto y generar un trabajo especulativo que reflexiona sobre su sociedad… me he aburrido a mitad de la frase"
¿Se siente más un intelectual o un artista? ¿Alguien sabe qué es lo primero y si quedan de esos en España?
Jamás me definiría con ninguno de los dos términos. Entiendo que ser un intelectual es ser un pensador, vivir de tu intelecto y generar un trabajo especulativo que reflexiona sobre su sociedad… me he aburrido a mitad de la frase. Me doy pereza. Nunca sé si un artista es algo pequeño como un cantaor o un grande como un Leonardo o un Miguel Ángel. Simplemente, cuando trato de hacer algo, me concentro en hacer que sea lo mejor posible, como si fabricase una silla.
El protagonista de su película no quiere tener que decidir nada más en su vida, no quiere responsabilidades… y no quiere libertad. Procura que le metan en la cárcel. ¿Qué sabe Rodrigo Cortés de la libertad?
Es un objeto arrojadizo que significa 150 cosas diferentes. Para algunos, está relacionada con el capricho, con la multiplicidad de opciones o con hacer lo que a uno le dé la gana.
La libertad a veces es tomar cañas en una terraza, dice Ayuso.
Eso lo has dicho tú.
Sí, desde luego, lo he dicho yo.
Ah. Yo no. Bueno: para otros está más relacionada con la responsabilidad y tiene que ver con asumir las consecuencias de aquello que uno elige libremente, y hacerse cargo de ellas. La película no da ninguna solución.
La libertad del protagonista es la libertad de autodestruirse.
Él busca la paz, y para eso necesita que le quiten cuanto antes de encima el libre albedrío. Se autodestruye, sí, pero a la vez se impone a los demás. Es un personaje que merece toda la compasión del mundo, porque perdió a su esposa, pero no tiene nada de víctima. Es una apisonadora y cualquiera que se acerca a él sale dañado.
¿Qué opina de las cárceles y del deseo de N de entrar en una de ellas como si fuera un paraíso? Me recuerda a esa idea un poco basicota y punitiva, muy de la derecha rancia, de “¡si en las cárceles se vive de puta madre, mejor que fuera! ¡Si tienen piscina!”.
En lo personal, nunca he tenido particular prisa porque me encierren. Nuestro protagonista piensa de otra manera, porque desea que le digan cuándo levantarse, cuándo acostarse, cuándo cepillarse los dientes, cuándo respirar y cuándo no: eso es precisamente lo que busca, que le quiten las opciones.
¿Confía en el sistema, confía usted en Papá Estado?
Yo creo en la responsabilidad individual. No te diré en el individualismo exacerbado de Ayn Rand, pero en general, nadie va a solucionarte tus propios problemas. Desde luego, el Estado tiene responsabilidades que debería atender y cumplir, pero pienso que debería ser lo más pequeño posible. Eso no significa no existir y no significa en absoluto no ser intervencionista, porque son muchas cosas a la vez… y estaría muy bien que el mercado se autorregulara si no estuviera trucado el casino. Pero en un mundo ideal, en condiciones de laboratorio, probablemente el Estado debería ser tan pequeño como fuera posible y centrarse por encima de todo en no estorbar.
"El Estado debería ser tan pequeño como fuera posible y centrarse por encima de todo en no estorbar"
¿Un escritor o un cineasta o un artista siempre es un antisistema, o sólo debería serlo?
Un artista verdadero, sea lo que sea que eso signifique, debería ser por definición antisistema, pero no por él, no por perseguir una vocación banalmente provocadora, sino porque no va a encajar en según qué moldes y probablemente su responsabilidad sea esa: no ser servil para ensanchar nuestra salud.
Qué maja es la policía en su película. Qué laxa. ¿Qué hay de la idea infantil de que la poli son los buenos o los malos?
No se me ocurre pensar en esos términos sobre la policía, como si la policía fuese una señora. La gente es de uno en uno y tiene formas muy distintas. Mira, yo no tengo una forma ideológica de abordar la realidad porque no se me ocurriría tener una postura ideológica ante el cáncer o ante la ley de la gravedad como si fuera de derechas o de izquierdas. Si ves un acantilado, lo ideal es que intentes no caer. Mi consejo es que te mantengas a este lado, en la tierra firme. Del mismo modo, si se aproxima un tren y va directo hacia ti, te recomiendo que seas progresista y des un salto. Pero si viene a un metro, te recomiendo que seas conservador y te quedes quieto. Todo es caso por caso.
Reflexiona sobre la justicia. ¿La vida va de lo que nos merecemos?
Mira, a esto sí te voy a contestar sin evasivas. Yo creo que en el plazo largo todos tenemos más o menos lo que merecemos, pero no en el plazo corto. Aquí todo es una aparente sucesión de injusticias, pero en el plazo largo las cosas se sitúan en el sitio, e incluso muchas de esas injusticias aparentes nos permitieron colocarnos en determinados lugares que después se rebelaron. Probablemente lo importante no sea lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa.
Porque si nos ponemos a creer en la justicia humana…
En fin, es que está en manos de seres humanos, tampoco puedes quejarte más de la cuenta: cualquier cosa que esté en nuestras manos será necesariamente imperfecta o necesariamente contingente. La ley más justa del mundo es injusta parcialmente y es imposible que funcione de forma universal y precisa. Las leyes más justas son las que en el mayor número de ocasiones resultan justas y útiles, y ya está.
¿Y la justicia poética? Lo que hizo Tarantino en ‘Érase una vez en Hollywood’, una reparación del pasado desde la ficción. Una intervención narrativa en la realidad, en lo terrible de los hechos.
Me gusta creer que existe, entre otras cosas porque todo tiene un reverso poético, que es, al cabo, la realidad contemplada desde un ángulo ligeramente distinto. La poesía es una de las cosas que la vida acaba poniendo en nuestro camino en el largo plazo: es el deseo de creer.
Se ha esforzado mucho en que su protagonista sea un superviviente pero no una víctima. ¿Qué opina del prestigio actual de la víctima? Antes nadie quería serlo, ahora todos se pelean por ello. La víctima como figura incuestionable.
Es verdad que la condición superficial de víctima se ha convertido en título nobiliario y en algo protector de todo lo demás, como si se estuviera en casa cuando se juega al escondite. En lo personal me resulta muy preocupante porque el victimismo es necesariamente paralizante. Si uno se siente víctima, en cada paso que da, está otorgando el poder a los otros. La felicidad de uno dependerá necesariamente de las decisiones de otros de las que se sale beneficiado o perjudicado. Y pienso que resulta más útil, más práctico, más eficiente y conveniente recordar que cómo estamos depende principalmente de nosotros.
"La condición superficial de víctima se ha convertido en título nobiliario y en algo protector de todo lo demás"
El protagonista no sólo quiere cambiarse el nombre, sino que quiere quitárselo. Lo que no se nombra no existe, ¿no?
Exacto. Además de él empezamos sabiendo que se llama “N.”, o sea, que nunca sabemos cómo se llama realmente: que cada cuál decida qué significa eso. En la cárcel en vez de un nombre le dan un número de cuatro cifras, y él es feliz, es feliz porque está despersonalizado, eso que a nosotros nos molestaría tanto, el ser reducidos a una cifra impersonal… a él le pone muy contento. Lo único que le pondría más contento es extirparse por completo el nombre.
¿Qué tal se lleva con la idea de la muerte?
Trato de retrasarla todo lo posible. No siento particular miedo a ese respecto, entre otras cosas, porque la observación de los demás te permite ver que esa ansia de inmortalidad va desapareciendo de forma bastante natural con el tiempo. Cuando la gente tiene 70 años empieza a cansarse, por lo visto, y ese programa tan fuerte de los 40, a los 80 empieza a filtrarse y a convertirse en otra cosa. Es gente que ha perdido a gente querida, a amigos… ve el mundo de otra manera, pierden ese apego y esa hambre poderosa por sujetarse.
Así que el cuerpo es sabio.
Por lo visto sí. Es como cuando iba a segundo de EGB y leía libros de quinto y decía “yo jamás voy a poder entender esto”. Y luego te acordabas de lo que habías pensado y dices “bah, esto está hecho, es una tontería”. Con todo es un poco igual. Lo ves superado en algún momento.
¿Dios?
Estaría mucho más interesado en tratar de entenderlo que en creer en él.
Hay un nihilismo positivo.
Yo no soy nada nihilista ni tampoco un relativista. Eso sí, me cuestiono constantemente y trato de revisar cuánto de lo que creo es mío, cuánto es heredado… eso me interesa. Yo creo en la ironía.
El personaje de Blanca Portillo: la psiquiatra. Le dice “yo no te puedo ayudar en nada”.
Blanca es una tortuga milenaria que ha tenido frente a sí a un montón de gente autoengañándose y no quiere perder más tiempo. Conoce las mentiras de cada cuál y no las juzga. Sabe cómo es el ser humano. Ella expone.
Es severa.
Sí, en fin, es despiadada como es despiadada la naturaleza cuando opera de forma implacable.
¿Qué sabe usted del amor? ¿Cómo ha cambiado su forma de entenderlo desde los 15 años hasta ahora?
Dramáticamente. Y habrá de ser revisado de aquí a los cien años unas cuantas veces. Mi visión actual del amor está muy relacionada con el desinterés personal. Sólo es amor si es desinteresado. La visión del amor romántico es demandante y hambrienta, parece que si no es así no es real. Por tanto… el amor real es casi siempre.
¿Cuál es el peor de los pecados?
La autoindulgencia.