En julio de 1920, colas interminables de personas se agolpaban cada día para poder ser atendidos en la oficina de Boston de un inmigrante italiano. La fiebre inversora se había apoderado de la ciudad desde hacía semanas y todos querían poner en las manos de este genio sus ahorros para hacerse ricos.
Carlo Ponzi hacía creer a sus clientes que invertían en un negocio que les reportaría grandes beneficios cuando en realidad pagaba los intereses con el dinero aportado por nuevos incautos. Porque Ponzi invertía en nada, pero estafó unos 225 millones de dólares actuales por medio de un fraude piramidal que consiste en prometer rentabilidades increíbles por una inversión que en realidad es ficticia y el pago de los intereses se hace a cuenta del dinero recaudado de nuevos e incautos inversores.
Y aunque no fue el primero en llevarla a la práctica, lo hizo con tal grado de maestría que a partir de entonces este método es conocido como "Esquema Ponzi". Décadas antes, la heredera de un aclamado escritor español se convirtió en la autora del primer fraude piramidal conocido y utilizó su posición y su astucia para estafar a las personalidades más prominentes de su tiempo: Baldomera Larra Wetoret.
La hija de una leyenda
El 13 de febrero de 1837, el renombrado escritor Mariano José de Larra se suicidó con un tiro en la cabeza. Dejaba tras de sí a un niño, a su esposa, Josefa Wetoret Velasco y a dos niñas, una de las cuales, Adela, descubrió el cadáver de su padre. Adela llegó a ser amante del rey Amadeo I de Saboya, a quien conoció a través de su hermana Baldomera, pues su marido, Carlos Montemayor, era el médico de la Casa Real de Saboya.
Baldomera había nacido en 1833, por lo que se quedó huérfana de padre con tan solo cuatro años. Su madre consiguió sobreponerse a las circunstancias buscándole una buena casa y un buen marido, aunque esta vida acomodada no le duró mucho, ya que la abdicación de Amadeo en 1873, acabó provocando que, con la llegada de Alfonso XII, su marido abandonara España rumbo a Cuba dejándola sola y al cargo de tres hijos.
Si esto fuera poco, en aquella época se vivió una profunda crisis económica en toda Europa que llevó a Baldomera a agudizar su ingenio para poder sacar adelante a su familia.
Aprendiendo el negocio
Lo primero que hizo para sobrevivir fue recurrir a prestamistas y fiadores que le cobraban un elevado interés por prestarle dinero, pero con cada transacción, logró entender cómo funcionaba el mercado y acabó aprendiendo el negocio, por lo que se lanzó a montar su propia “empresa” con todo el conocimiento acumulado.
Utilizando su astucia, en la primavera de 1876, prestó a una vecina una onza de oro que, en poco tiempo, devolvió multiplicada por dos. Y se corrió la voz, provocando un aluvión de peticiones de inversión.
Para ello, Baldomera fundó una Caja de imposiciones que se instaló en la actual plaza de la Paja de Madrid, donde recibía dinero de sus “inversores” a los que prometía devolverles cada mes un 30 % de rentabilidad por cada duro depositado.
La madre de los pobres
La mayoría de sus clientes eran pequeño ahorradores, gente pobre que acudían a su sede con la esperanza de conseguir algún beneficio. Algunas crónicas incluso hablan de niños que iban con sus huchas para invertirlas en el banco de “La madre de los pobres”, como era conocida. Pero, por supuesto, debido a su familia y su posición social, también atrajo a aristócratas, quienes veían en Baldomera una vía para hacerse todavía más ricos.
La noticia de que la hija de Larra multiplicaba el dinero corrió de boca en boca y comenzaron a llegar clientes de todas partes, mientras su fama traspasaba fronteras, provocando que Baldomera se trasladara cada vez a locales más lujosos y que ampliara su plantilla de trabajadores, llegando a tener hasta cinco empleados.
La prensa de París o la de Bruselas hablaban de su prodigioso negocio basado en un papel en el que apuntaba el nombre del inversor y la cantidad depositada. Cuando le interrogaban sobre las garantías, contestaba “el viaducto”, en referencia al viaducto de Segovia de la calle Bailén, famoso por ser el empleado por los suicidas.
Consiguió recaudar en tan solo 3 meses alrededor de unos 15 millones de euros actuales con una estafa que sería el origen de las estafas piramidales que años más tarde popularizaría Carlo Ponzi y que utiliza un mecanismo muy sencillo: con el dinero que recaudaba de los nuevos clientes iba pagando a los primeros inversores.
No hay para todos
Pero su negocio no duró mucho. En diciembre de 1876, uno de sus clientes acudió reclamándole todos sus ahorros. Baldomera le devolvió todo, pero se dio cuenta de que, si más clientes seguían su ejemplo, no podría hacer frente a los pagos, lo que acabó por desatar en ella el pánico y que comenzaran a circular rumores sobre su falta de solvencia.
En plena crisis, y para disipar las sospechas, Baldomera se dejó ver por el teatro de La Zarzuela en su palco privado vistiendo sus mejores galas y haciendo creer que el negocio iba viento en popa, sin embargo, lo tenía todo planeado. Antes de que acabase el espectáculo un carruaje la recogió y se fugó a Suiza llevándose consigo buena parte de sus ganancias.
Consiguió evadir a la justicia durante dos años, pero fue descubierta viviendo en París, desde donde fue extraditada a España para ser juzgada, con una amplia repercusión en los periódicos de la época.
El juicio del siglo
Tras un largo y sonado proceso judicial, en el que adujo en su defensa que su negocio había quebrado por culpa de los rumores, fue condenada a 6 años de cárcel, sin embargo, Baldomera tenía todavía un as bajo la manga. Su abogado presentó un recurso al Tribunal Supremo en el que argumentaba que la señora Larra no podría haber cometido delito alguno.
Según la defensa, al seguir casada carecía, como establecía la ley, del permiso de su marido para tener capacidad de contratar, por lo que todas las transacciones efectuadas eran nulas de pleno derecho y sus inversores no podían ser considerados acreedores. Y fue absuelta.
Tras su paso por prisión no se sabe mucho sobre esta enigmática figura. Algunas fuentes afirman que se fue a vivir con su hermano Luis Mariano, otras que se fue a Cuba y volvió con su marido e incluso algunas dicen que se fue a Buenos Aires.
Lo que sí sabemos es que, aunque el tiempo ha borrado parte de los detalles, el nombre de Baldomera Larra no debe ser olvidado, pues fue una de las estafadoras más relevantes de la historia y la autora del primer fraude piramidal del que tenemos noticia.