TOMÁS SERRANO

Política

De la foto con el narco en el yate a la de Aldama mientras el PSOE se va quedando sin munición contra la oposición

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La foto de Alberto Núñez Feijóo con un narco a bordo de un yate ha sido durante años la munición a la que ha recurrido el PSOE para responder a los ataques del PP. Ahora, la imagen de Pedro Sánchez con el "corruptor" Víctor de Aldama y su presencia en lugar destacado de un mitin del PSOE es utilizada como arma política por el PP o, al menos, acerca el empate en el marcador.

Moncloa pierde algunos de los argumentos que le servían para confrontar con la oposición: la corrupción con el discurso del "Gobierno limpio" y el mensaje del feminismo tras el escándalo por la actuación de Íñigo Errejón.

Las circunstancias que indican una proximidad de Aldama al PSOE y varios de sus ministerios y comunidades autónomas, la negativa del presidente del Gobierno a aclarar hasta ahora su relación con el comisionista, y el temor de los socialistas al contenido de los sumarios vinculados a José Luis Ábalos han avivado ese clima de sospecha y dificultan la posición de Sánchez, arruinan su discurso público y su agenda.

Hasta este domingo, y sólo porque se había publicado su foto con Aldama, el presidente no había negado haberse reunido con Aldama. En el avión que le lleva a India ha asegurado a los periodistas: "Con este señor no he cruzado una palabra, ni he tenido una reunión, ni conversación. Me hago miles de fotos".

Los escándalos en política se asemejan mucho a un juego de bolos: una vez lanzada la bola puede ser que caiga alguno, que caigan todos o que la bola se vaya por un costado y deje todo intacto. Ocurre también a veces que cae uno o varios bolos y otros quedan tambaleándose un tiempo a la espera de que caigan y arresten a otros o se mantengan en su lugar.

Por ejemplo, el caso Gürtel supuso un strike o pleno porque finalmente cayeron todos los bolos del Gobierno de Mariano Rajoy en una moción de censura. Ahora, el caso Ábalos ha hecho caer por el momento al exministro de Transportes, exresponsable de Organización del PSOE y mano derecha de Pedro Sánchez. Y mantiene temblando a otros, con opciones de acabar en un pleno si afecta finalmente al que está justo al frente de todos los demás.

El caso Errejón ha tirado ya un bolo muy preciado para la izquierda y el bloque del Gobierno de coalición y mantiene en un delicado equilibrio a Yolanda Díaz, a Mónica García y al conjunto los socios de Sánchez.

Ambos escándalos, de naturaleza muy diferente, sí tienen en común que afectan a quienes fueron mano derecha del presidente y de la vicepresidenta segunda del Gobierno y en los dos se discute sobre el nivel de protección que dieron a Ábalos y a Errejón.

Otras bolas lanzadas amenazan a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, aunque ambos se mantiene en pie. El primer caso es curioso porque el lesionado e inutilizado fue el que lanzaba la bola, Pablo Casado.

Y cabe la opción de que dentro de unos meses la bola lenta de Begoña Gómez que rueda por la pista acabe en uno de los laterales sin haber derribado ningún bolo. Pero por el momento este caso avanza sin prisa hacia su objetivo sin saber bien cuál será su trayectoria y los daños que causará finalmente y, por tanto, amenazando al bolo principal. La estrategia de Sánchez para parar esa bola ha fracasado estrepitosamente.

El bolo que representa a Pedro Sánchez se mantiene en pie y hasta haciendo gestiones muy prometedoras para acordar unos presupuestos generales del Estado que le permitirán casi agotar la legislatura.

Pero el presidente del Gobierno no está aún libre de que la caída de José Luis Ábalos le desestabilice aún más y hasta que le pueda tirar. 

En el Ejecutivo, obviamente, se mantiene el pleno apoyo al líder socialista, se sigue diciendo que él no tiene nada que ver con las actividades de la trama de la que formaban parte Ábalos; su mano derecha Koldo García y el empresario y comisionista Víctor de Aldama, pero cuando nadie les ve y oye, los socialistas aguantan la respiración y dejan traslucir sus temores.

Muchos temen lo que pueda salir de la investigación judicial, teniendo en cuenta que hay otro sumario que investiga el supuesto comercio ilegal de hidrocarburos y que mantiene en prisión preventiva a Víctor de Aldama. A estas alturas ya sabemos que los casos de corrupción empiezan de una forma y terminan de otra porque la trayectoria de la bola puede desviarse, por ejemplo, porque alguno de los implicados se decide a hablar para involucrar a otros.

Estos días se ha conocido la foto de Sánchez con Aldama tomada en un mitin del PSOE de Madrid de 2019 y publicada por El Mundo.

Los socialistas explican que es una más de las miles que el líder socialista se ha hecho en actos públicos con personas a las que ni siquiera conoce. El propio Sánchez lo explicó ayer a los periodistas en el avión camino de la India.

El ministro de Transportes, Óscar Puente, en una maniobra interesante desde el punto de vista de la comunicación, instó en Twitter a publicar imágenes con personas famosas sin tener ninguna relación con ellas. Y él mismo publicó unas cuantas con cantantes, actores o deportistas.

La defensa del Gobierno se completa con la referencia a las fotos de hace más de 17 años de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado, un argumento al que se aferra el PSOE para salir de los momentos de dificultad. "Uno no elige con quien se hace una foto y sí elige con quién se va de vacaciones", explicó Sánchez a los periodistas para contraponer las dos fotos.

Ahora el PP quiere que sea foto por foto, es decir, sostienen que como mínimo ya le sirve a los socialistas para empatar.

Explican los socialistas que la diferencia evidente es que en un caso fue una instantánea tomada de forma esporádica, mientras que en el otro caso mostraba una relación duradera de amistad no negada ni explicada con un narco.

Para los populares, la foto con Aldama se incluye en un contexto de presencia del comisionista en las primeras filas de un acto del PSOE, con presencia posterior en el camerino y, sobre todo, con probadas relaciones con distintos departamentos del Gobierno de Sánchez para lograr notables beneficios económicos. Es decir, que hay indicios consistentes de su penetración en la administración del Estado en tiempos del presidente Sánchez.

En todo caso, es notorio que Sánchez se ha negado reiteradamente a explicar si conoce a Aldama. Fuentes del Gobierno aseguran que no existe tal relación, pero Moncloa niega siempre una versión oficial. Aunque lo cierto es que las personas autorizadas para dar versiones oficiales de Moncloa suelen no darlas, no importa de qué tema se trate.

Mientras todo esto ocurre, la acumulación de escándalos ya provoca un efecto muy negativo para el Gobierno: impide que Moncloa coloque mensajes que le son más favorables como los de los buenos datos económicos y la imposibilidad de marcar una agenda política que le sea más favorable.

Y ya ha destrozado argumentos estrella de Sánchez como lo del “Gobierno limpio” y el de la bandera del feminismo.

Esta semana arranca con el foco en Sumar, ya con Yolanda Díaz de vuelta de Colombia, y la impresión de que el socio minoritario del Gobierno de coalición se deshace. No va a quedar un bolo en pie y, además, no hay perspectiva de que haya alguno con capacidad de ocupar el sitio de los caídos.

Sánchez, que viaja esta semana a la India, se la juega también en la pista en la que la líder de Sumar se tambalea, con riesgo cierto de caer. La ventaja del líder socialista sigue siendo que no hay bola de moción de censura posible para derribarle.