Una familia recoge sus residuos orgánicos para hacer compost.

Una familia recoge sus residuos orgánicos para hacer compost. iStock

Historias

Suecia convierte los restos de comida en energía: el plan nórdico para dejar de producir residuos

Raquel Nogueira
Publicada

Allá en 2016, EL ESPAÑOL ya publicaba que Suecia se había quedado sin residuos. Y que tan solo el 1% de los desechos de sus hogares acababa en vertederos. Y según la Agencia Europea del Medioambiente (AEMA), esta ha seguido siendo la tónica desde entonces.

Es más, esta entidad asegura en un informe publicado en abril del año pasado que entre 2004 y 2020 la generación de residuos municipales ha fluctuado anualmente entre los 431 y los 491 kilogramos per cápita. En el último año que hay mediciones, se cifran en 431 kg por cabeza, muy por debajo de la media europea, que estaba en los 517 kg anuales en 2020, último año en el que hay datos completos. En España, ascendía a 478,7 kilogramos por habitante.

La verdadera revolución sueca está, sin embargo, en el uso que se le da a esos residuos que se generan y, luego, se recogen. Según la Asociación de Gestión de Residuos de Suecia, en 2022 se recicló el 86% del vidrio, el 35% del plástico PET, el 78% del papel y el 82% del aluminio. 

Desde este año, además, una nueva ley hace que ya sea obligatorio reciclar los residuos orgánicos que se generan en los hogares y empresas, como ya venía ocurriendo en diferentes municipios desde hace incluso décadas. Así, según el propio gobierno, se busca reducir el desperdicio de comida en, al menos, un 20% para 2025. 

De comida a biogás

Según el Ejecutivo de este país nórdico, las autoridades locales están también obligadas a "proveer" a la ciudadanía de los recursos necesarios para que se produzca una recogida separada de los restos de alimentos. El motivo es claro para el Gobierno: "Son una gran fuente de energía que se usa, entre otras cosas, para generar biogás y reemplazar a los combustibles fósiles". 

La implementación de esta nueva ley está siendo, en realidad, bastante sencilla. En los hogares, la comida se separa en bolsas específicas (también compostables) que la población tiene a su alcance de manera gratuita en sus pueblos o ciudades.

Luego, estas se depositan en cubos concretos donde se tratan de manera biológica los residuos para convertirlos en biogás. Este combustible renovable sirve, después de ser tratado, para alimentar los tanques de los autobuses municipales, camiones y coches, pues buena parte acaba en las gasolineras locales. 

En la cuenta de Instagram del país han hecho incluso el cálculo y aseguran que los residuos alimentarios de 3.000 personas recogidos durante un año son suficientes para abastecer, durante ese mismo periodo de tiempo, a cinco camiones de basura. Y tan solo en Estocolmo viven ya 1.719.600 personas. 

Pero no solo eso. El biogás resultante de todo este proceso de recogida selectiva, según explicaron este verano autoridades suecas a la revista Time, también está a disposición de los agricultores locales. Para Biokraft, empresa de reciclaje de residuos alimentarios de Estocolmo, en los meses que lleva en vigor la ley se ha registrado ya un incremento del 20% en la recogida de este tipo de desecho orgánico solo en la zona de la capital sueca

La idea detrás de esta nueva regulación, además de generar conciencia social y sensibilización, es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Además, como asegura Stina Hedström, coordinadora de la empresa municipal Stockholm Vatten och Avfall, a la revista Time, los biofertilizantes que también producen con estos residuos, les permite reducir el gasto en productos químicos agropecuarios.