En medio de Little Girl Blue (2023), documental dramatizado que protagoniza Marion Cotillard y que puede verse en Filmin, su realizadora, Mona Achache (París, 1981), hace una sorprendente revelación: tenía apenas catorce años cuando, en una de las frecuentes estancias en la casa de su “abuelo”, al que adoraba, la pareja de este, un fornido marroquí de gruesos mostachos, comenzó a entrar todas las noches en su habitación, abusando de ella.

El “abuelo” de Mona Achache era Juan Goytisolo, al que ella solía visitar, junto a su madre, en su casa de Marrakech. Su madre, Carola Achache –objeto del documental, que indaga en su suicidio– era hija de la célebre editora y escritora francesa Monique Lange, íntima amiga del escritor, a quien conoció en 1956 y con quien se casó en 1978, aun a sabiendas de su inequívoca orientación homosexual.

Cuando Mona Achache le contó a Goytisolo lo que ocurría, este le recomendó que lo mantuviera en silencio, al parecer apelando al significado tan distinto que ciertas conductas tienen en una cultura y otra. También su madre –quien, por su parte, siendo muy joven, padeció los abusos y la influencia dañina de Jean Genet, gran amigo tanto de Monique Lange como de Goytisolo– le recomendó callar. Y lo mismo su abuela.

Achache se limitó, pues, a dejar de relacionarse con Goytisolo. Acerca de este, una de las muchas notas escritas por Carola Achache que la película muestra dice: “Juan vive como un sultán. Amir es el esclavo soñado. Las mujeres cocinan y barren” (17 de abril de 1994).

La prensa española no ha dejado de hacerse eco de esta revelación escandalosa, sin perder la oportunidad de relacionarla con el escalofriante caso de la hija de Alice Munro. Pero lo que la hace especialmente sangrante, al menos a mis ojos, es la forma tan estentórea y a menudo autocomplaciente en que Juan Goytisolo asumió el papel de intelectual comprometido con los desfavorecidos y de activo combatiente de la moral imperante.

Lo que hace especialmente sangrante la escandalosa revelación sobre Goytisolo es la forma estentórea en que asumió el papel de intelectual comprometido

Con motivo de la publicación en español de Las casetas de baño, volumen que reunía tres hermosos relatos de Monique Lange, Juan Goytisolo escribió un prólogo en que aprovecha una vez más, como solía, para “sacarse en procesión a sí mismo” (por emplear la certera expresión que utilizó Juan Marsé refiriéndose a él).

En ese prólogo, no sé con cuanta veracidad, pone en boca de Lange estas chocantes palabras: “El homosexual, como el judío, no merecen serlo si no saben extraer, a partir de su experiencia, el común denominador de las demás opresiones, si no se ponen en la piel de todos los marginados y perseguidos en razón de sus ideas, su raza, religión o etnia”.

Significativamente, Goytisolo/Lange obvian aquí la opresión a la que las mujeres suelen estar sometidas, en la cultura occidental tanto como en la islámica. En el mismo prólogo, cuenta Goytisolo cómo Lange le dice llena de orgullo que su nieta “ha salido a manifestarse, a sus catorce años, contra el odioso lepenismo que nos invade”. A la misma edad, sí, en que él le recomendaba no manifestarse contra los abusos reiterados que había sufrido por parte de su querido Amir.

Goytisolo habla del “amor innato” de Lange por los homosexuales y se pregunta si era consecuencia de “su anhelo por un amor imposible o un oscuro sentimiento de fraternidad”. Pero silencia el dato, acaso esclarecedor a estos efectos, de que Lange fue violada por una manada durante unos sanfermines.

Juan Goytisolo concluye su prólogo citando unas oscuras palabras de su admirado Ibn Arabi, poeta, filósofo y místico andalusí del siglo XII: “No calla quien calla, solamente calla quien no calla”.

Confieso no entender muy bien los alcances de esta retorcida paradoja, pero mucho me parece que no es exactamente así.