Marco Alberto, el párroco de Campaspero, tras recibir el homenaje por sus 25 años

Marco Alberto, el párroco de Campaspero, tras recibir el homenaje por sus 25 años

Valladolid

Marco Alberto y su cuarto de siglo como párroco de un pueblo de Valladolid: "Los inicios fueron complicados"

Publicada

Más de 39 años al servicio son los que lleva Marco Alberto Medina. Una vida ligada a la iglesia y ayudando a los demás. 

"Me ordené sacerdote el 29 de septiembre de 1985", recuerda. Cuando tan solo tenía 25 años, aunque el año anterior había estado de diácono en Mayorga de Campos, para dar paso a esta nueva etapa en Villalón de Campos. 

Su vida siempre ha estado ligada a los pueblos y es que, durante estos años, ha podido disfrutar y conocer varios. Villacarralón, Fontihoyuelo y Zorita de la Loma fue donde comenzó a dar sus primeros pasos en esta andadura cargada de Fe.

Posteriormente, hizo la mili en Almería, para seguir con su trayectoria como párroco del 89 al 99 en Gallegos de Hornija y Vega de Valdetronco. Los viajes y las rutas por la provincia de Valladolid siempre le han acompañado y es una parte de su vida que recuerda con mucho cariño.

No fue hasta el año 99 cuando se asentó en Campaspero. Aunque no todo se resume ahí, ya que es el arcipreste del Duero y lleva otros pueblos como Fompedraza, Canalejas de Peñafiel, Rábano, Torre de Peñafiel y Molpeceres.  

Es natural de Valdearcos de la Vega y reconoce que es una persona "normal y dicharachera". Y está de celebración porque este 2024 celebra sus bodas de plata como párroco de Campaspero.

"Mis hermanos y yo, que somos cuatro, hemos pasado por el seminario. Era una forma de salir de casa. La vocación fue surgiendo con el paso del tiempo", afirma. 

Aunque recuerda que su andadura no ha sido fácil. Medina menciona, con una carcajada, que con 11 años le echaron de un seminario por "falta de vocación" y le invitaron a que se quedara "en casa". 

Sin embargo, cierto es que pudo continuar su travesía en esta vida espiritual y llegar a convertirse en uno de los sacerdotes más queridos de varios pueblos de Valladolid. Ganárselo tampoco ha sido una tarea del todo sencilla. Cuando llegó a Campaspero, fueron "unos meses complicados". 

Anteriormente, los vecinos habían tenido una buena experiencia con el párroco y a Marco Alberto le tocó pagar ese precio. Con el paso del tiempo, se pudo ir ganando la confianza y logró ser uno más de esta familia que han formado.

Marco Alberto con todos los vecinos

Marco Alberto con todos los vecinos

Tal es así que, hace unos días, le hicieron un homenaje por estos 25 años. Un acto inesperado que le despertó "ese gusanillo" que todo el mundo tiene dentro.

"Me dijeron que iba a hablar una vecina. Y cuando subió, pensé que diría algo. Fue un gesto muy bonito que me hizo una ilusión especial", asegura.

Puede presumir de llevar 39 años siendo sacerdote. Y de haberse convertido en uno más de los vecinos, con quienes hace planes de "tomar un café, comer unas setas o pasar una tarde".

Y es que, precisamente, esta es la grandeza del mundo rural. Unos pueblos llenos de vida y de actividades por hacer que este especial sacerdote invita a conocer. Cierto es que, en algún pueblo al que va, no hay habitantes y lo achaca a la falta de servicios. 

"La gente no vive en los pueblos no porque no haya calidad sino porque faltan servicios. En invierno la gente se marcha y en verano están llenos", sostiene. 

Quienes se quedan, mayoritariamente, es porque se dedican a "labrar y tienen tierras", pero eso no le sucede a todo el mundo. Esta es la razón por la que muchos tienen que hacer las maletas y mudarse a localidades más grandes o a las ciudades. 

La falta de "escuelas, institutos o centro médicos también son un inconveniente". Y no solo eso, sino que Marco Alberto lanza una reflexión sobre esa repetida 'España vaciada': "Decimos que está vaciada y es curioso que los que nos sentimos vacíos somos los que estamos todo el año en el pueblo"

"La fe se tiene o no"

Uno de los grandes retos a los que los sacerdotes se enfrentan actualmente es la falta de fe y de vocación por este oficio. Los jóvenes cada vez se desentienden más de Dios y la Iglesia y es complicado llamar su atención. 

"La gente deja de ir. Cuando cumplen 65 años, sí que comienzan a acudir, pero los chicos que pasan de los 18 o 20 años, no vienen", lamenta. Un desarraigo al que no le encuentra explicación: "La fe no es ciencia, o se tiene o no".

Sucede lo mismo en los seminarios donde cada vez se ve a "menos gente" y bromea con la típica frase de "con lo bien que viven los curas"; a lo que, irónicamente, responde: "Si vivimos tan bien, ¿por qué cada vez hay menos?".

Lo que sí que el párroco de Campaspero ha notado es que hay un cambio de línea en los nuevos sacerdotes, que caminan por una línea "más de culto y espiritual".